Tobogán

by Julen

Tobogan, colom, trucadaMe daban miedo. Nunca los sentí amigos. Inmensos, amenazantes. Y daba igual el color. Porque el óxido siempre jugaba a mi favor. Podía argumentar con aquella voz ridícula de niño pequeño. ¿Cómo puede ser? Risas, más risas. Y un «ya se la pasará» como sentencia final. Nada en que merezca la pena detenerse.

Una fila que angustiaba. Gritos y más gritos de excitación a mi alrededor. Supongo que ocultaría bien mis nervios. Supongo que acabaría siendo un maestro del despiste. Se acercaba el turno y tendría que hacerlo. Nunca llegó a pasar nada. ¿Debía fingir en la caída? ¿Cómo detener aquella velocidad? Algarabía, risas, gritos. Otra vez había sobrevivido.

Pero la rueda no parecía tener fin. Un acto cíclico, compulsivo. Te agarraban de la mano, levitabas de nuevo hacia la cola. Más gritos que hacían de inmensa pared para un silencio interior que apretaba. Otra oportunidad para unos nervios que se ocultaban, siempre al borde de que alguien cayera en la cuenta. Un niño con miedo al tobogán.

La vuelta a casa lo aplacaba todo. No había altura desde la que dejarse hacer volar. El camino era lugar seguro. Pero siempre habría otro tobogán esperando. Otro de color azul o de color rojo. Otro con sus retazos de óxido, son su roña de disgusto alimentada de sudores infantiles. Tobogán, tobogán, tobogán. ¿Quién tuvo miedo al tobogán?

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