Tormentas

En una esquina del mundo. Decían que Teruel también existe, aunque ahora cualquiera sabe dónde está uno. Porque el camino se pierde por lugares apartados, mientras la tarde se pone fea y oscura. Son las tormentas, que juegan a asustar cuando el horizonte es extenso. Las ves, lejos, cerca, a medio camino. Están ahí presentes mires para dónde mires.

El camino requiere decidir. Seguir o esperar. Y dejar que la suerte sea quien decida. Las nubes corren rápido, pero ¿cuál es su dirección y con que velocidad recorren el cielo? Miras hacia arriba y te haces una idea. Luego dejas que venza tu optimismo. Continúas y, como casi siempre en la vida, la suerte reparte caricias y bofetadas. Nos hemos mojado y ha habido que tirar de chubasquero. Pero nada que moleste demasiado.

En las orillas el granizo aguanta todavía el paso de las horas. Forma largas hileras junto a la vía verde de Ojos Negros. Recordando su furia, su rabia, su poder. Uno no puede dejar de pensarlo: anda que como me pille una de esaa, estoy apañado. Porque el granizo como prueba de lo que ha caído asusta a quien va en bici. No hay opción. Si sucediera, a buscar cobijo cuanto antes, pero eso aquí no es tan fácil. Porque la mayor parte del tiempo sólo vas dando pedales contigo mismo, con tus pensamientos, con tus obsesiones, con quien eres o con quien quieres ser.

Hoy ha sido día de toma de contacto. Las piernas protestan, el corazón se dispara. Es cuestión de insistir y de paciencia. Las pulsaciones medias irán bajando, como siempre. Es pura rutina. Se lo que pasará con mi cuerpo. Irá cediendo, volviéndose dócil al sufrimiento. En realidad, es sufrimiento que no lo es, para qué vamos a engañarnos.

En el bar del pueblo hablaban de la crisis. No hay huida posible.