Tecnofilia histérica y compulsiva

by Julen

EVGA 7600 GT - Blown Caps - 1 of 3Que hay gente que vive de forma compulsiva la compra de gadgets es asunto más que evidente a estas alturas de la película. La ingeniería avanza que es una barbaridad. Ya ha conseguido programar artilugios que dejan de funcionar a su debido tiempo. Así que si necesitabas una disculpa, ahí la tienes: ya no funciona bien. No queda más remedio que cambiar de aparato. La obsolescencia programada cumple con su papel.

La volatilidad de la tecnología corre paralela a su supuesto imparable avance. Progresa que te progresa, no hay tiempo material de «fijar» el uso de los aparatos. La velocidad en el lanzamiento de nuevos productos genera en muchos usuarios la sensación de que «estoy anticuado». Y como si tratara de un profundo sentimiento de culpabilidad que necesita alivio, no queda sino volver a comprar. Y en el acto de compra va la satisfacción de una necesidad con gran carga emocional: en un entorno tecnológico mucha gente se fija en si estás al día o si eres un carca. Tienes que usar lo último.

Bauman ha escrito mucho sobre el consumo y cómo genera, en realidad, insatisfacción permanente. Porque no es el acto de compra lo que importa sino el acto de la búsqueda de esa nueva compra. El momento final, el de la adquisición, es solo un hito detrás del cual acecha de nuevo la insatisfacción. Al de poco tiempo te darás cuenta de que no, ya no estás a la última. Así que de nuevo a la búsqueda porque hay nuevas características, mejores y más avanzadas, sin las cuales no puedes sobrevivir.

Este consumo compulsivo, además del trastorno de falta de control del impulso de compra, tiene otra derivada: la de consolidar prácticas que no son sostenibles por parte de las grandes multinacionales que fabrican los equipos. Guiyu es ya una referencia en el mundo: es la ciudad de la basura electrónica. Más y más tecnología provoca daños colaterales, en el plano individual y en el colectivo. ¿Cuál es la cantidad adecuada, la dosis justa? No lo sé, pero creo que hay que comenzar a ser beligerante. Los estercoleros electrónicos son una realidad, pero como están lejos parece que no molestan.

Por supuesto, lo dice alguien que dispone de smartphone, una tableta, un ordenador portátil… y que ve cómo en su entorno «lo normal es ir bien armado de cacharrería. No vamos a ser hipócritas. También hay que dar ejemplo. Mucho camino por recorrer porque las prácticas cotidianas están muy arraigadas en el consumo compulsivo.

Termino con un proyecto que siempre me ha llamado la atención y que utiliza la basura como input principal de su actividad. Se trata de Basurama, creatividad y basura, una excepción inteligente en esta alocada carrera en la que andamos compitiendo sin saber bien cuál es el premio o si acaso existe.

Basurama es un colectivo dedicado a la investigación, a la producción  y a la gestión cultural desde 2001 que ha centrado su área de estudio y actuación en los procesos productivos, la generación de desechos que éstos implican y sus posibilidades creativas.

Nacido en la Escuela de Arquitectura de Madrid ha ido evolucionando y adoptando nuevas formas desde sus orígenes. Pretende estudiar fenómenos inherentes a la producción masiva de basura real y virtual en la sociedad de consumo aportando nuevas visiones que actúen como generadores de pensamiento y actitud. Detecta resquicios dentro de estos procesos de generación y consumo que no sólo plantean interrogantes sobre nuestra forma de explotar los recursos, sino también sobre nuestra forma de pensar, de trabajar, de percibir la realidad.

Por cierto, mucho mejor que yo, con más datos y mejor documentado, nos lo explicó María ptqk en El deporte olímpico del e-waste.

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