¿Por qué no abrir físicamente la empresa?

by Julen

Propiedad privadaMuchas veces cuando hablamos de empresa abierta enseguida acuden a la mente Internet y prácticas de gestión en la nube. La participación de agentes externos es más fácil si nos acostumbramos a un uso cotidiano de redes sociales y de toda la parafernalia que hoy acompaña a la vida en la red. Esto incluye, por supuesto, habilitar espacios directos donde las personas pueden hacer aportaciones. Como le escuchaba el otro día a David en la conversación que mantuvimos en el programa Managing XXI, la gente joven (sobre todo) al llegar a un sitio web se pregunta: ¿qué puedo hacer aquí? Es decir no es tanto la actitud de consumir contenido sino la de participar de alguna manera.

Pero existe otra dimensión mucho más tangible para una empresa abierta: su espacio físico. A lo mejor es algo a lo que no le otorgamos el valor que comporta. Por supuesto, que primero tenemos que ser conscientes de cuáles son nuestras instalaciones, dónde están ubicadas y cómo las utilizamos en nuestros procesos productivos habituales. En general, la idea que ronda es esta: es mi territorio, es mi «dentro», mi propiedad. Y, en consecuencia, los forasteros son eso: forasteros.

Para dejar clara la propiedad es habitual que delimitemos su perímetro. Por supuesto, esta delimitación implica marcas de propiedad evidente: «Prohibido el paso a toda persona ajena a esta propiedad». No eres bienvenida. Solo con mi permiso puedes acceder. La cultura más propia de países islámicos de atención a quien viaja (leed la experiencia de Diego en su viaje en bici de Zaragoza a Pekín) para darle cobijo y comida es ciencia ficción en nuestra práctica de gestión empresarial. La propiedad está vallada, candada, cerrada.

En cambio, al hablar de conocimiento y de ideas reconocemos enseguida que los parámetros de lo físico no nos sirven. «No podemos poner puertas al campo» es una expresión frecuente. Parece que el conocimiento semeja más un campo abierto que una propiedad cerrada. ¿Cómo podemos ser más consecuentes con la apertura natural del conocimiento si lo trasladamos a la gestión de nuestros espacios físicos?

De entrada parece que tendríamos que modificar el lenguaje bélico que acompaña a la propiedad física. ¿Para qué nos sirve tanto mensaje intimidatorio? ¿Tanta maldad existe ahí fuera como para defenderse de hordas de potenciales enemigos mediante una afirmación agresiva de nuestra propiedad? ¿Y si pensáramos en nuestros espacios físicos como lugar más abierto y donde se pueden cultivar un tipo de relaciones sociales más enriquecedoras? Piensa en el nivel de uso de las instalaciones de tu empresa: ¿cuánto tiempo están ocupadas?, ¿para qué tipo de actividades?, ¿con qué cadencia de uso?

La propuesta es simple de entender: ¿podrías concebir esos espacios físicos como lugares de encuentro y de acogida a quienes los pudieran necesitar? ¿No sería esta una forma de conectar mucho más con determinadas comunidades con las que podemos interactuar para hacer crecer posibilidades de negocio? Sí, he dicho negocio. A partir de nuevos usos se puede disparar la imaginación. ¿Por qué no traducir el sentido contable de «activo» que corresponde a nuestras instalaciones a algo más real y útil?

Una empresa abierta también lo es por prácticas cotidianas que se convierten en rutinas culturales. ¿Cómo usamos nuestra propiedad y qué sentido le conferimos en su relación con quienes son «de fuera»? ¿Por qué no abrir la empresa a usos no convencionales pero de fuerte componente social? ¿No estaremos infrautilizando nuestra capacidad instalada? ¿Y si tuviéramos un diamante en bruto entre las manos y no habíamos caído en la cuenta? Prueba a repensar el espacio físico que posees y cómo lo usas.

Todo lo anterior se puede traducir en fórmulas concretas:

  • ¿Tienen los clientes espacios físicos asignados en tu empresa?
  • ¿Has ofrecido en alguna ocasión tu espacio físico a asociaciones o colectivos que necesiten locales y con quienes puede interesarte interactuar?
  • ¿Has cambiado los mensajes belicosos por otros más amables dirigidos a quienes se acercan hasta tus instalaciones?

Manos a la obra. Ejemplos ya los hay: desde aquel concepto de cancha de la CAN hasta la posibilidad de interactuar con profesionales durantes 6 días para fabricarte tu propio Rally Fighter en Local Motors. No es ciencia ficción.

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1 comentario

Nacho Cambralla 23/03/2012 - 12:04

Hola Julen.
Justamente estuve hace un par de días en la casa (empresa) de un conocido cuyo sugerente lema es «Creatividad Emocional» (ver http://rafaarmero.com/ ) y que generaba un ambiente abierto. Sin etiquetas, sin lugares preestablecidos, sin barreras. Mira, toca, pregunta, está ahí para todos. «Deja la chaqueta donde quieras y ponte cómodo como en casa».
Casi dos horas de conversación que fluyeron por diversos e inesperados derroteros, gracias a la calidez de los tertulianos, el dejarse llevar (fluir) y al espacio abierto donde nos encontrábamos. Una gozada, vaya.

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