Colegas o profes, lo dice Marc Prensky

Que la explosión de estímulos por minuto que recibe cualquier persona en los tiempos actuales cambia las reglas es evidente. Fuera del aula ocurre de todo: bueno, malo y regular. Pero ocurre de todo y en un permanente asalto a nuestras conciencias. Yo no estudié así. La información de consulta estaba en los libros y en aquellas enciclopedias de veinte o treinta tomos que acababan alabeando la mejor de las estanterías de la sala. La tele era la distracción. Un mundo bien construido: en clase la disciplina y las figuras de autoridad docente, en los libros la consulta y en la tele y en la calle la diversión.

Marc Prensky insiste mucho en lo que él llama parterning y que en la versión en español del libro han traducido -qué difícil trabajo a veces- como coasoaciación. La idea, no obstante, es simple: docentes  y quienes aprenden estableciendo relacionados como si fueran colegas embarcados en un mismo proyecto. ¿Colegas? ¿Amigos? Todo un complejo mundo por explorar.

Por otra parte, este autor maneja otra palabra de moda: pasión. El asunto está en descubrir qué pasiones atesora la chavalería. Porque por ahí va a conectar su aprendizaje. Si lo anclamos en lo que les sale de dentro, ya tenemos la fuerza necesaria para que movilicen su potencial. Es curioso, porque es exactamente el mismo argumento que manejamos en nuestra investigación de empresa abierta. Hablamos mucho de motivación intrínseca, de crear contextos (empresa) donde las personas puedan realizar sus proyectos personales.

La figura docente, por otra parte, parece hasta cierto punto vapuleada por una torrentera que los coloca poco menos que en el lado de los dinosaurios. Hablamos de educación expandida y de aprendizaje invisible. Fuera de las aulas chicas y chicos aprenden por simple contagio, haciendo, estando, viviendo. Incluso sin quererlo. Porque los grandes medios compiten por captar su atención. Son consumidores y, además, con cada vez mayor poder de prescripción de compra en casa. No es lo que puedan comprar; ¡es lo que pueden hacer que sus progenitores compren! ¿Quién quiere broncas en casa pudiendo arreglarlo con una buena compra?

Y en la educación formal sigue el sistema taylorista adecuadamente actualizado. El tiempo es la unidad de medida que organiza la actividad. Horas de quienes enseñamos. Porque darle la vuelta a la tortilla genera inevitablemente un caos desestructurante. Así que el mundo se viene abajo en su capacidad enseñante y el aula se derrumba como espacio de aprendizaje. Madres y padres exigen un modelo al más puro estilo foucaultiano: vigilar y castigar. Vale, esto último sin que se note demasiado.

Docentes reconvertidas en coaches. Docentes colegas y socios que tratan de descubrir las pasiones de su alumnado. Docentes que no enseñan sino que crean contextos. Docentes que son moneda de cambio con cada nuevo asalto al poder de un partido político. Docentes 2.0. Docentes con una cacharrería que invade su aula e introduce más tensión en el ambiente. Docentes sacrificadas en tiempos de crisis.

Fuera de las aulas la vida corre deprisa, invadida por el frenesí de las tecnologías. La adolescencia sigue con las hormonas revueltas pero ahora se mueven en whatsapps, tuentis y otros artefactos. Lo mismo de antes pero con armamento más moderno. Un fuego cruzado que pasa por delante de las narices de quienes antes «daban clase». La tecnología está aquí y rompe los límites de espacio y tiempo. Y allá dentro de las verjas que rodean al edificio hay aulas. El régimen carcelario tiene que reinventarse. Guardianes y reclusos han de pasar a ser colegas y socios.

Vamos a pasar tres días con docentes hablando sobre cómo usar la web social y Google en particular en su actividad cotidiana. Pero antes de pasar a esta habitación no hago sino preguntarme por cuál debe ser la relación que establecer entre las partes ¿en conflicto?