Ciudadanía de baja intensidad

by Julen

OlvidoLo escuché ayer en un programa. No sé si fue en la radio o en la televisión: quizá hemos generado una ciudadanía de baja intensidad, con pequeñas excepciones reflejadas en manifestaciones y quejas. Consiguió revolverme una idea que me venía dando vueltas desde hace tiempo. Tiene que ver con el grado de atención que requieren de las personas buena parte de «gestiones» cotidianas en que estamos involucradas. Y me sirven ejemplos de la ciudadanía en general, de funcionariado o de personas que trabajan en la empresa privada. Da igual. Me parece un daño colateral de aquella afirmación de Eric Abrahamson, cuando decía que «el mayor problema de las organizaciones es que están sobreorganizadas«.

Se me cruza la reflexión también con la forma en que Zygmunt Bauman explica modernidad y posmodernidad. Porque si la modernidad presupuso el poder del orden generado por individuos y sociedad para generar progreso, la posmodernidad ha evidenciado las limitaciones de ese ideal. Un mundo bien organizado puede no conseguir el grado de implicación que genera la imperfección. Me explico con un ejemplo muy simple al que suelo recurrir al menudo.

En los experimentos de tráfico social del ya fallecido Hans Mondermann la idea de fondo era recuperar la consciencia sobre actos tan simples y cotidianos como cruzar una calle. Si eliminamos la sobre-regulación de semáforos y separaciones de espacios para peatones y vehículos, hará falta una mayor atención. Si hay más atención puede haber más apropiación del proceso mental que se está llevando a cabo en esos momentos que pueden provocar o no un accidente. A fin de cuentas esto es lo que ocurre en ciudades como Hanoi.

¿Cabe pensar que llega un momento en que sistemas casi perfectos fracasan porque producen humanos de baja intensidad? Si el entorno va decidiendo por mí, ¿no puede ocurrir que mis capacidades se replieguen? O peor aún, que sean mis actitudes las se repliegan a las trincheras de «no es asunto mío». Otros deciden por mí, así que para qué me voy a meter en camisas de once varas. «Para eso les pagan». Unos deciden y otros critican. Y criticar suele ser postura cómoda.

Recogiendo unas líneas dedicadas al pensamiento de Bauman en un libro recopilatorio sobre teoría social contemporánea escrito por Patrick Baert y Filipe Carreira da Silva (muy recomendable, por cierto), sus autores nos dicen:

Bauman utiliza la metáfora del jardín para describir la idea de la política que acompaña a esta búsqueda de la perfección y la uniformidad: la política consiste en cuidar «plantas cultivadas» que son fundamentales para la utopía y en arrancar las malas hierbas de aquellas características, instituciones, prácticas o gente que no encajan en el gran plan de las cosas. Este deseo de homogeneidad y perfección cae fácilmente en la hostilidad hacia la variedad cultural y, especialmente, hacia la ambivalencia.

El asunto es cómo conseguimos reapropiarnos de nuestros actos. En la sociedad del acceso no importa tanto la posesión sino el uso. Pero de vez en cuando conviene recordar, como escuché a un buen amigo hace tiempo, que en esta sociedad, «aún no se ha descubierto a ninguna persona que se ponga a lavar su coche de alquiler«. O en versión más de a pie, «el compromiso del cerdo con el jamón y el de la gallina con el huevo» pertenecen a dos categorías bien distintas, ¿no?

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8 comentarios

IZAZKUN 23/02/2012 - 10:16

Estimulante reflexión mañanera y aplicable a todos los niveles sociales. ¿las capacidades se repliegan en entornos casi perfectos? yo diría SI, ¿entornos hiperdesarrollados desestimulan el desarrollo personal? creo que también y me vienen a la cabeza las diferencias entre el nivel de autonomía y responsabilidad de personas de la misma edad entre países: Si en Centroamérica, criaturas de 5 años son capaces de pescar para la casa, cómo es posible que en nuestro país con10 no sepan hacerse un bocata? Y por otro lado, ¿quien no quiere un entorno de oportunidades? Que complicado, será una mezcla entre opciones disponibles y no dirigismo… quizás.

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Julen 24/02/2012 - 08:21

Izazkun, desde luego que es complicado. La necesidad mueve montañas y si hace falta pescar, no hay más que hablar. De todas formas, a lo mejor este primer mundo debería aprender algunas cosas de los que que supuestamente no están tan «avanzados».

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Bianka Hajdu 23/02/2012 - 11:44

Me ha interesado mucho este post, pues estoy dándole vueltas a la idea de que «las personas que hacen no se quejan y las que se quejan, no hacen» y creo que me has dado algunas claves. Pienso que la posesión sigue siendo estratégico pero ya no está ligado, o no tanto, a cosas materiales (poseer tierras, casas, esquinas, petróleo, puertos), sino precisamente a la atención de las personas, al conocimiento. ¡Saludos!

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Julen 24/02/2012 - 08:09

Bianka, me alegro de te sirvan algunas ideas. Alrededor de la «posesión» y la «propiedad» hay mucha tela que cortar 😉

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J. G. del Sol 23/02/2012 - 19:19

¿No estarás haciendo, Julen, dos sobresimplificaciones, que todas las personas reaccionan igual, y si están en un entorno artificial dejan de desarrollarse, por un lado, y por otro que todas las personas tienen las mismas capacidades, y en un «entorno más natural» serían capaces de igual nivel de desarrollo personal?

Por un lado analizas la cuestión desde un punto de vista global («las personas», «el sistema»), y por otro sugieres un cambio que tiene profundas implicaciones a nivel micro, a nivel individual, la «laxificación-desaparición» de las estructuras. Creo que no es tan simple, y que para ambas direcciones de afrontar este asunto surgen demasiadas excepciones como para que ese hiperdesarrollo en una organización comm’il faut o ese florecimiento personal en la comuna en medio de la selva, estén acertados.

Yo mismo sirvo de doble contraejemplo por la separación que hago entre mi vida privada y pública (3ª sobresimplificación de tu post, parece que sólo existen infradesarrollo o florecimiento personales en la vida pública de los individuos, y por causa de fuerzas que éstos no pueden controlar). Por un lado trabajo en una organización bastante hiperestructurada, y desde que he entrado he mejorado mi rendimiento -ése es el eje en el que quiero implicarme con esta organización-, y además tengo un tipo de vida bastante activo en la «parte virtual-privada», absolutamente desestructurada, donde sin embargo y pese a esa falta de estructuras oficiales no dejo de ser el mismo mindundi de las incidencias informáticas de la parte hardware-pública.

No vale responder que no valgo ni de contraejemplo :))

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Julen 24/02/2012 - 08:19

Gracias por la crítica, que siempre se agradece. Vamos por partes.

Por supuesto que hay cierto grado de generalización. Somos personas con diferencias individuales, pero creo que hay patrones. No me voy tanto a que el entorno sea «natural» o «artificial» sino al grado en que regula nuestra conducta. A más regulación puede haber menos atención. Hay normas (artificiales) que dejan de serlo cuando quedan interiorizadas. Pasan a ser cultura y a enredarse en el inconsciente. Ahí van prejuicios y otro buen número de mecanismos que explican nuestra conducta.

Respecto a lo segundo que comentas, no te entiendo muy bien. La expansión del «trabajo» hacia los ámbitos de lo «personal» es más que evidente. Otra cosa es que cada cual le ponga barreras, como no puede ser de otra forma. Por ejemplo, tu caso y el mío son radicalmente diferentes. Tú trabajas en una organización hiperestructurada que no te permite tomar ciertas decisiones (tienes que mirar lo que diga el reglamento de régimen interno de la universidad o como se llame). Eso puede hacer que llegues a dar por sentado cosas que no lo son. Las ves «normales» y no te planteas que se pueda hacer de otra manera. Y ahí puedes estar a gusto. Adquieres una profesionalidad adaptada a lo que tu entorno te requiere. Si estuvieras trabajando por tu cuenta y tuvieras que prestar servicios de ayuda en asuntos informáticos quizá lo hicieras de otra manera, ¿no?

De todas formas, insisto que llevas razón en la simplificación que suponen mis argumentos. Prefiero pensar que son tendencias y que dejan paso a multitud de excepciones, donde, si estás más a gusto contigo mismo de la forma en que compartes tu experiencia profesional, perfecto. No seré yo quien niegue lo que tú sientes… que para eso son tus sentimientos 😉

Feliz viernes.

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Germán Hita 16/03/2012 - 10:04

¡Hola Julen!

No estoy muy puesto en estos asuntos sociológicos, pero tu pregunta «¿Cabe pensar que llega un momento en que sistemas casi perfectos fracasan porque producen humanos de baja intensidad?» creo que tiene una respuesta afirmativa.
Relaciono la idea con la de hombre-masa del que habla Ortega y Gasset (es que me lo estoy leyendo y me ha recordado la pregunta a él): seres que han perdido o han olvidado su yo, su esencia, su ser que los diferencia de los demás y los permite actuar en consonancia con ella y en beneficio de la comunidad.
Un saludo
Germán

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Julen 18/03/2012 - 10:12

A me gusta la idea -lo he dicho muchas veces por aquí- de lo imperfecto, del error, de la inseguridad, de la búsqueda. A fin de cuentas toda esa historia de la «empresa excelente» es engordar al monstruo de una empresa más bien inhumana, ¿no?

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