En pura lógica no deberíamos trabajar con ciertos clientes

by Julen

seinaleaSiendo honrad*s, es evidente que hay ciertos clientes a los que, desde el principio, conviene decirles que no. Que no vas a trabajar con ellos. Quizá por eso sea tan importante trabajar el «marketing disuasivo«, una sublime expresión de moderno manajemén que le escuché a Ricardo Antón en su día. Pero el asunto no es tan fácil. ¿Por qué?

Supongo que cuando alguien te llama para hacer un proyecto partes de la base de que «quiere» hacerlo. ¿Cómo no? Otra cosa es que, aunque «quiera» hacerlo, tenga los mimbres y la actitud para «poder» hacerlo. Y aquí nos enfrentamos a una primera gran decisión: ¿vamos a ser capaces de dejar, al final del proyecto, en manos del cliente unas prácticas que aseguren que cuando nosotr*s hemos desaparecido, él seguirá manos a la obra? No, no es tan fácil esa primera decisión de si trabajar o no con un cliente. Además, casi siempre, la facturación nos nubla la vista.

Lo habitual suele ser que veas en el cliente «actitud» de «querer». Por eso ha decidido pagarte, entre otras cosas, ¿no? Si te paga es que piensa que merece la pena ponerse con ello. Luego, cuando ha transcurrido un cierto tiempo, el paisaje se va despejando… para bien o para mal. Quizá aquí deberíamos pararnos y decidir junto con el cliente, si seguimos o no adelante.

¿Estoy hablando de algún tipo de proyecto en particular? Puede ser extrapolable a muchos casos, pero me quedo con esos a través de los cuales trabajamos la presencia de una organización en Internet. La empresa «quiere el oro y el moro». Lo quiere todo. Quiere lo que ve: ese Eldorado que Internet ofrece. Pero, claro, cuando llevas un tiempo trabajando con el cliente, puede llegar el día en el que te tengas que enfrentarte a la cruda realidad: no es la tecnología, son sus valores. No llega ni llegará a lo que habíamos acordado al principio del proyecto. ¿Y qué haces entonces?

Simplificando, tenemos dos opciones: cortar el proyecto o continuar con él. Cortar supone aceptar el fracaso -digamos que compartido entre proveedor y cliente- de que a fecha de hoy no se puede llegar a la estación de destino. Continuar quiere decir que, de forma obligatoria, hay que renegociar los objetivos. Y quizá, por qué no, el presupuesto. Normalmente a la baja.

Cuando un cliente no llega en el proyecto a los objetivos que marcamos, en buena parte entiendo que es nuestra responsabilidad. Pero también es cierto que al principio su «buena voluntad» puede ser una trampa. Imposible decirles que no. En general, vemos clientes animosos que quieren hacer muchas cosas en Internet. Nosotr*s siempre nos ponemos a hablar de sus modelos de negocio, de sus aptitudes y actitudes. Porque en el fondo hablamos de empresa abierta. Y como quiera que el fondo de la cuestión sigue inalterable, la superficie comienza a mostrar daños. La piedra, aunque durante muchos tiempo bañada por las aguas del río, por dentro, sigue completamente seca por dentro. Impermeabilidad se llama.

Pero dicho todo lo anterior, uno sigue quedándose con la sensación de fracaso. De que hay clientes con los que fracasamos. No hemos hecho las cosas bien. Y de ahí hay que aprender sí o sí.

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12 comentarios

Isabel 22/12/2011 - 08:28

Parece que somos muchos pensando en torno a estos temas fundamentales. Eso pasa por esta condición artesana, con la que también me siento identificada, ¿no?
Aprender es bueno #fuerafrustraciones 🙂

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Julen 26/12/2011 - 10:26

Ya lo digo: parece lógico. Otra cosa es que luego, cuando nos ponemos manos a la obra, el asunto se complica. Clientes, los justos y necesarios 😉

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Tirs 22/12/2011 - 08:53

N*ta gramatical: ¿Sabes l* que es el epicen*? L* que hace que n* sea necesari* sustituir las letras «o/a» por asterisc*s en cada palabra que pueda tener géner*. Ya da náuseas la manía de l* p*líticamente c*rrect* que *s imp*nen los políticos y l*s medi*s de c*municaci*n.

Terminada la nota gramatical, la verdad es que no puedo estar más de acuerdo con el contenido. Y no sólo les pasa estrictamente a los informáticos: también me ha ocurrido con proyectos de internacionalización. Y hasta alguna infraestructura hay que se ha quedado colgada durante años por culpa de «problemas» que han surgido en su construcción, y que con un poco de voluntad política se habrían podido resolver (¿A alguien le suena la prolongación de la B-24 y la variante de la N-340 en Vallirana? Pero claro, eso perjudicaría a los peajes de la AP-7…)

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Julen 26/12/2011 - 10:33

Tirs, tranquilidad, que solo vas a ver asteriscos en unas pocas expresiones. En mi texto hay 3116 caracteres y 3 asteriscos. Toca a uno por cada 1.000 caracteres 🙂 🙂 🙂
Y nada, a seguir pagando en la AP-7. A ver si mejora la «voluntad política» que citas. Suerte con el asunto.

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Juan Quijano 22/12/2011 - 09:43

Estoy de acuerdo con el planteamiento pero no con la conclusión.

Volvamos a la metafora de la arquitectura. Si el cliente quiere una planta más o que el techo sea invertido o que se use madera en vez de ladrillos para hacer un rascacielo, ocurren dos cosas:
1. El arquitecto dice que no. Que quien sabe de construir es el y no hay más discusión.
2. El presupuesto SIEMPRE sube. Nunca baja.

En nuestro sector, aquí esta la diferencia en la conclusión, el cliente tiene potestad no solamente de decir qué quiere si no el cómo (cosa que no se ve en ninguna otra profesión) y, además, siempre estamos dispuestos a asumir como nuestros TODOS los errores del cliente y reflejarlo en una baja presupuestaria.

Pues creo que ha llegado el momento en que digamos, como empresa, claramente que estamos aquí para ganar dinero haciendo lo que sabemos hacer MEJOR QUE NADIE. Que demasiadas veces nos ofrecen la zanahoria de la facturación y al final no se hace más que perder y perder dinero.

Una vez que dejemos de menospreciar que nuestra profesión y nuestra empresas, ya veremos como es mucho más fácil el decidir qué clientes cumplen los requisitos para meternos en un proyecto junto con el y ganar dinero.

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Julen 26/12/2011 - 10:45

De todas formas, Juan, yo creo que a nosotros nos llegan proyectos que no siempre son iguales. De la misma forma que el cliente nos contrata por razones diferentes. Estamos para ganar dinero, como cualquier otra empresa, pero no es lo mismo una consultoría en la que el cliente tiene tanta competencia como nosotros que otra en la que no la tenga. Matices importantes, creo.

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Gloria 22/12/2011 - 14:29

Que bien me siento leyendo este post! Ya se sabe «mal de muchos consuelo de ..¿¿¿artesanos???»
Siempre creo que el fallo ha sido nuestro por no haber sabido contagiar a la empresa cliente, pero también es verdad para hacer caso a Isabel y #fuerafrustaciones, que hay veces que es #imposible.
Gracias!!

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Julen 26/12/2011 - 10:46

Gloria, no me cabe duda de que seguiremos errando. Eso sí, a ver si el número de veces en que nos sucede es llevadero 😉

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Julio 26/12/2011 - 20:24

No son pocas las ocasiones en las que la vieja empresa se come proyectos que tratan de aportar formas nuevas de pensar y hacer,

Permitirme que use una cita de «Hernán Casciari» Creador de ORSAI, creo que resume bien lo que me gustaría decir y no es mi fuerte crear.

«No hay que luchar contra el mundo viejo, ni siquiera hay que debatir con él. Hay que dejarlo morir en paz, sin molestarlo. No tenemos que ver al mundo viejo como aquel padre castrador que fue en sus buenos tiempos, sino como un abuelito con alzheimer.

las personas que estáis en consultoría artesana aportáis mucho valor en ello, en ocasiones un proyecto que pueda en primera instancia dar la sensación de fracaso, es la semilla del Roble que va extendiendo sus raíces y …. hay que seguir errando pero gastando las energías como dice «Alberto Dotras» cometiendo errores Inteligentes.

Aurrera

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La semana en los blogs CCLXVIII | Noticias del Cerebro Digital 15/01/2012 - 15:41

[…] En pura lógica no deberíamos trabajar con ciertos clientes. En Consultoría artesana. […]

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Cuánto vale una idea (o, «tu consultoría no era tan buena como creías») | Versvs 10/05/2013 - 18:20

[…] Y claro, hay ocasiones en las que de verdad no se nos da la oportunidad. Qué le vamos a hacer, a veces las cosas no son como nos gustarían y quién sabe si no es un signo temprano de que se trata de uno de esos clientes con los que quizá vale la pena no trabajar. […]

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Cuánto vale una idea (o, «tu consultoría no era tan buena como creías») | Versvs 20/10/2013 - 19:16

[…] Y claro, hay ocasiones en las que de verdad no se nos da la oportunidad. Qué le vamos a hacer, a veces las cosas no son como nos gustarían y quién sabe si no es un signo temprano de que se trata de uno de esos clientes con los que quizá vale la pena no trabajar. […]

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