Una ciudad llamada Urgencia

Nos despojaron de la habilidad para esperar. Uno, dos, tres; no te espero. Lo quiero ya. ¿No ves que tienes que darte prisa? Nos fuimos enfadando con el tiempo, renegando de que pasara. Primero de que pasara lento; pero luego simplemente de que pasara. Peleamos contra él.

Así que acabamos viviendo en una ciudad llamada Urgencia. Una urbe cosmopolita y multicultural donde la ciudadanía se adquiere al renunciar a la ociosidad. «No hay tiempo que perder» es su lema. Y sinónimo de «no dejes pasar el tiempo». Cada minuto puede acoger en su seno ese momento cumbre que te mereces. Explota tu tiempo. Comprímelo para que tu vida sea intensa. Lástima que sea tan corta… ahora que tu esperanza de vida aumenta.

En Urgencia no hay descanso. Lo queríamos para ayer pero no pudo ser. ¿Por qué? Porque perdimos la capacidad de diferir satisfacciones. Lo inmediato gobierna en el ayuntamiento. En la comisión de gobierno, el rodillo que componen la eficiencia y el éxito cabalga a lomos del progreso. Más con menos donde «menos» es el tiempo, que se ve arrinconado, insultado, vilipendiado. Las multitudes gritan y se ensañan con el lento paso del tiempo.

Así que en Urgencia no hay tiempo que perder. El siguiente paso es el que ya tenías que haber dado. ¿A qué estás esperando? Queremos que te muevas, que te inquietes, que consumas cada segundo de tu tiempo. En Urgencia no hay un momento libre. Nos ocupamos de que las luces de neón apunten al segundero que dice que el tiempo se acaba. Apenas si queda ya espacio en este párrafo. Unas pocas palabras más. Tu tiempo aquí se ha acabado. Lo siento.