Un rostro

by Julen

Difícil de reconocer. No parece atesorar nada que pueda identificarlo. Quizá la piel, algo más oscura de lo habitual, por largas horas de exposición al sol. Pero eso solo es perceptible para quien tenga ojos acostumbrados a buscar diferencias. En la fila nada hay que nos diga que ese rostro es único.

Las cejas se enredan para escaparse hacia los lados sobre unos ojos que juegan con un tono marrón oscuro. Unas pestañas normales, ni grandes ni pequeñas, unas ojeras apenas marcadas. La mirada se pierde algo inquieta en busca de lo que sucede más allá de quien le precede. Arquea las cejas, se pone de puntillas y mira hacia un lugar al fondo donde aún no sucede nada. Nada.

Se gira y busca si por detrás la fila crece. La gente de momento aguanta tranquila. Cada cual con su imaginaria actividad para que el tiempo no se detenga. Los minutos pasan despacio al dividir su dimensión entre una actividad inexistente. Todo el mundo espera que aquello se mueva, pero cada cual encierra la desesperación de sentirse atrapado en un bucle cuyas carreteras conducen siempre al punto de partida.

Ese rostro se diluye entre los demás. No adquiere identidad porque no hay rasgo para que la atención detenga la mirada. Uno más en una fila de rostros que se enfrentan a la espalda de quien los procede. Cierto que la fila serpentea y parece fluir en la distancia, pero a medida que te acercas caes en la cuenta de que apenas sucede nada. Trámites humillantes para hacer indignos a quienes no tuvieron la suerte de nacer en el lugar adecuado.

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