Rebelión contra la inteligencia emocional

by Julen

Madrid…los micrófonosHubo un tiempo en que ser inteligente te proporcionaba beneficios sociales. Mediciones y más mediciones. Los avances de la psicología al servicio de saber quién era realmente listo. Tests que se aplicaron por aquí y por allá. Entonces se sabía qué sé quería medir. Como profecías autocumplidas, un señor con bata dictaba sentencia: «Eres listo, los tests de inteligencia lo dicen». Y entonces la magia sucedía: como eres listo, tienes éxito.

Luego todo empezó a liarse. El señor Daniel Goleman vendió libros a patadas. Resulta que quienes habían creído ver el éxito en la gente lista, se equivocaban. Ser inteligente según aquellos tests ya no servía. Ahora hacían falta otros tests. Había listos muy listos que fracasaban en la gestión de sus vidas. ¿Cómo van a ser inteligentes si fracasan luego a la hora de ordenar su existencia? A la inteligencia se le unió la compleja trama de las emociones. Y no sólo eso; dijimos que había inteligencias múltiples. Y las estanterías de autoayuda en las librerías casi no dieron abasto. Más madera para el humano perdido que surca nuestros tiempos.

Pero todo lo anterior tenía que ver con un supuesto previo: la gente quería ser inteligente, lista, tener éxito, conseguir lo que se propusieran. Había objetivos, y si no estaban claros, no importaba. Porque el lugar que te acogiera te lo iba a restregar por la cara: hay que tener claro que quieres en la vida, seas persona, empresa, asociación o cualquier otro tipo de entidad.

La prensa dice hoy No te quedes sentado, muévete. ¿Estás en paro? Pues mueve el culo. Engorda tu currículum, haz un curso, aprende idiomas, sé solidario, enróllate con una causa justa, indígnate y sé pro 15-M. Muestra tus habilidades sociales, entrénalas. Haz equipos, lidera la sociedad, transforma tu entorno. Planta árboles, lee libros, viaja, ensancha tus horizontes. El mundo está ahí por delante, para comérselo.

Ya, claro. Tú tienes 46 años, capullo.

Es cuestión de actitud. Tenemos la actitud, tenemos la llave del éxito. Pero la felicidad se escapa entre las yemas de los dedos en este primer mundo. Mi generación entrega a la que le sigue un mundo cuyo progreso no está claro. Quienes vienen por detrás, por ley natural, deben rebelarse contra el orden establecido. Pero la ortodoxia de la inteligencia emocional -que a este paso va a acabar siendo una asignatura en la ESO- es pasto de las llamas en las revueltas del sinsentido.

¿Para qué ser inteligente emocionalmente? Para acabar postrado ante los mercados, para acabar haciendo la ola a la moderna filantropía de las clases más ricas del mundo, para tener éxito en la vida. Esto antes estaba claro. Imagina lo que sucedía en las empresas: tener éxito es construir con sacrificio una empresa como dios manda. Con sus empleados, con sus jardines, con sus materias primas, con su proyecto de gestión del conocimiento, con sus ISOs y sus auditorías, con sus excelencias, con su competitividad y su plan de gestión para alcanzarla. Y con sus directivos emocionalmente inteligentes.

A ver quién decía que no: «ser líderes en el mercado». Éxito.

Pero las lógicas se derrumban. Tener actitud y veinte años raramente conducirá a la lógica del éxito, a la lógica de ser inteligente emocionalmente. Hiperprotegida, hay una generación que se estrella sin brújula. Sin embargo, quizá fuera peor si llegaran a estrellarse con la nuestra.

En casa hay una teoría que dice que mi abuelo murió porque fue al hospital. Como nunca había estado antes allí, al llegar pensó que debía ser porque estaba muy mal. Y murió. Pero a ver quién dice que mejor que desaparezcan los hospitales.

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15 comentarios

Isabel 03/09/2011 - 10:38

Al leer, me quedé prendida en dos cosas que, unidas, casi parecen un (triste) poema

Pero todo lo anterior tenía que ver con un supuesto previo
Hiperprotegida, hay una generación que se estrella sin brújula.

Un saludo

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Julen 04/09/2011 - 06:53

Isabel, la cuestión, no obstante, es que «esa generación» (en realidad es más complejo, porque son varias) es lo que nosotros hemos producido. Al menos, en gran medida. Y eso -al menos a mí- me deja un poso de desasosiego bastante considerable.

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Rosa 03/09/2011 - 12:05

Muy buenas reflexiones que describen el movimiento dialéctico de las «recetas» o profecías que terminan convenciéndonos de «cómo somos» y es necesario que esas profecías se derriben y construyan otras.
Excelente!!
Un saludo
Rosa

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Julen 04/09/2011 - 06:54

Rosa, es que la marea de recetas es impresionante. Es difícil saber a quién escuchar y qué creer. Hasta cierto punto es casi como un acto de fe. Porque distinguir se hace imposible.

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Ruben 03/09/2011 - 19:17

Creo que mezclas churras con merinas si quedarme muy claro de qué habla la entrada exactamente. Me debe sobrar inteligencia emocional y faltar de la estandar, ya que deduzco que según tu el Coeficiente de Inteligencia es lo único que vale y lo demás es un cuento chino (o americano).

¿Qué tiene que ver Goleman con la crisis financiera? No se si has leido el libro pero no vas a encontrar ninguna frase o palabra que hable de comerse el mundo, de que eres el mejor porque tu lo vales o algo asi.

Lo único que viene a decir Goleman es que las emociones toman el control por encima de los pensamientos lógicos en muchas ocasiones y hace un desglose de las mismas tras unas cuantas páginas de tratar de demostrar científicamente sus afirmaciones.

Que luego esto se haya utilizado para otros fines supongo que será como todo.

Pero vamos, que seguramente no tendríamos un 21% de paro si los jóvenes no hubiesen dejado sus estudios para poner ladrillos o hubiesemos abierto las fronteras a una inmigración indiscriminada y sin ninguna formación para abaratar la mano de obra nacional creo que tiene que ver más con la crisis que la inteligencia emocional.

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Alberto Rojo 03/09/2011 - 20:50

+1

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Julen 04/09/2011 - 07:04

Rubén, precisamente «no me queda claro». Aciertas en tu observación. E incluso creo que aciertas cuando dices que mezclo «churras con merinas».

El revoltijo que se nos presenta delante es impresionante. Goleman escribió un libro y le dio aire científico, perfecto. Pero él mismo (o quienes le editan sus libros) se dio cuenta enseguida de que aquello tenía que ver en gran medida con «el trabajo». Y manos a la obra: cómo tener éxito en la vida trabajando mientras aplicas lo mejor de tu inteligencia emocional. Te copio una hermosa frase lapidaria de la contraportada de «Inteligencia emocional en el trabajo»:

«Inteligencia emocional en el trabajo es, en suma, un libro indispensable que debería estar en las estanterías de todo profesional de recursos humanos, un libro revolucionario que mejora la inteligencia emocional de las empresas y, con ello, su eficacia organizativa.

Ya sé que quienes tienen que vender libros se agarran a lo que sea, pero es lo que hay.

De todo lo anterior, solo me quedan claras dos cosas: la obsesión por un determinado tipo de éxito y la inflación en el número de recetas para conseguirlo.

Gracias por las aportaciones críticas, siempre son bienvenidas.

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Ruben 06/09/2011 - 21:45

Julen, releo mi commentario y me doy cuenta de que es un poco «agresivo». Te pido disculpas, creo que soy un poco cascarrabias.

Estoy de acuerdo en que luego se han hecho muchos libros para vender incluidos los del propio Goleman. No obstante creo que la libertad del individuo para comprarlos y para aplicarlos tambien es importante.

No me gusta cuando decimos «pobrecitos, vaya monstruos que hemos creado» ¿Hemos?¿El sistema? Los individuos tienen su responsabilidad.

En fin que me enrollo. Te sigo. Y disculpas. ¡Un abrazo!

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Alberto Rojo 03/09/2011 - 20:50

No puedo ni estar a favor ni de acuerdo con lo que comentas… me da la impresión de que mezclas premisas diferentes e inconexas para acabar con una conclusión que no tiene que ver con las mismas.

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Julen 04/09/2011 - 07:09

Alberto, te comento lo mismo que le decía a Rubén. No quieras quedarte con una conclusión que no tengo. Tan solo traslado mi inquietud. Creo que, como ya apuntaba en cierta forma Rubén, es una cuestión de cómo se usan las teorías. Es una realidad que la sección de «autoayuda» en las librerías está a rebosar. Y allí hay mucha (supuesta) inteligencia emocional. Pero que cada cual elija su medicina…

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Josu O. 04/09/2011 - 21:46

Como bien decís las etiquetas y recetas son cada vez más en número lo que complica más la elección de la correcta. pero si creo que hay que moverse, hay que hacer algo, buscar tu salida personal. Quizás la respuesta no está en las últimas «ofertas» y tengamos que volver a releer los viejos mitos clásicos.

Por cierto mi abuela tenía la misma idea de sobre médicos y hospitales. 😉

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Julen 05/09/2011 - 07:06

Josu, a lo mejor, como bien dices, es una cuestión de salirse un poco de lo que relumbra con luces de neón. Por cierto, nuestros abuelos creo que tenían otra idea de la salud 😉

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J. G. del Sol 10/09/2011 - 08:07

Y más (o menos) concretamente, ¿cómo se llama el plato para el que hay tantas recetas?Porque no es lo mismo cocinar un cocido madrileño que una deconstrucción a base de nitrógeno líquido…

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Mónica 17/11/2012 - 18:44

Me interesa un comentario que hiciste: la obsesión por un determinado tipo de éxito y la inflación en el número de recetas para conseguirlo.
Creo que la inteligencia emocional o los trabajos hechos de ella aporta el abrir la conciencia del individuo comun al autoconocimiento, a dar importancia a la emociones, su origen y consecuencias, a abrir la mente a nuevas ideas, adoptarlas, aceptarlas o tolerarlas en armonía con los demás; sin embargo esa idea preconcebida del exito nos ciega nuevamente, entonces ¿Qué es el éxito? si vivo pobre no tuve exito? y si vivo rica pero sola tuve exito? creo que el comercio sigue apelando al ego del ser humano para vender nuevas ideas que en el fondo son buenas, siempre que se respete la libertad del ser humano.
Me gustó el artículo.

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Julen 26/11/2012 - 06:41

Mónica, es que yo creo que el asunto complicado es la presión por el éxito en que vivimos. Y un determinado tipo de éxito es el que está en los medios. No tiene que ver con lo que somos sino con lo que alguien nos ha dicho que debemos ser. Y conviene tomar conciencia sobre este tipo de imposiciones tan sutiles.

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