Tecnología humana

by Julen

P1040486.JPGEl aparato se queda inmóvil frente a su dueño mientras este lo observa. Nada extraño. Teclas, pantalla. Otro artilugio más del progreso, a la espera de la ocupación humana. En sí solo parece un conector de ideas, un dispositivo para enlazar puntos de vista. Entre una mirada y otra mirada, ese aparato continúa empeñado en intermediar. Para bien y para mal.

Hierático. Parece sumiso y a la espera de recibir órdenes. Nada de tomar iniciativas; tan solo es un mero ejecutor. No hay ninguna voluntad de imponer nada. Sabe que su poder solo procede de esperar. De dejar que más y más comunicación pase por su territorio. Así que el tiempo juega a su favor. Por su pantalla comienzan a aparecer iconos que se elevan sobre el fondo para anunciar la buena nueva: eres tú quien decide.

Mientras, no hay esperanza para encontrar otra salida. Nadie conoce el final. La crítica se autoinmola para dar paso al progreso. El artilugio es en sí la esperanza. Revolución, utopía, un mundo mejor. Todo de la mano de un aparato que no hace sino dejar pasar el tiempo para ocupar más y más espacio. Sin estridencia, sin grandes golpes de efecto. Pasa el tiempo y se hace casi omnipresente.

¿Cuál es la relación con su humano? Porque cada aparato posee a su humano. Le está asignado por cadenas que parecen de cristal: nueve números y un perfil. Una identidad que se agarra a su propia interpretación tecnológica. Se funde. El aparato se diluye. La persona se diluye. El magma resultante es solo fruto de un mal sueño. Al día siguiente vuelta a empezar. El aparato sigue quieto, callado, en estado latente. Su manera natural de estar vivo. Inquieta quizá porque es una fábrica de humanidad.

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