El lugar

by Julen

gran confortEn realidad, solo cuando no estás allí es cuando te das cuenta. Hasta entonces no deja de ser lo que la costumbre hace vulgar. Una mesa, una ventana, una librería, un conjunto de objetos que tienden al caos en su dispersión. Y hay también cuatro paderes de color teja. Es el lugar.

Cuando te alejas y ocupas otros espacios del sur de Islandia es cuando adquiere su verdadero sentido. Es por omisión, por distancia, por comparación. Las teclas adquieren un blanco diferente mientras el contexto se transforma. Y no es lo mismo. Las ideas se recomponen y buscan itinerarios alternativos. No se mueven con la misma agilidad. Encuentran recovecos. Aunque, a decir verdad, sé que ellas también disfrutan de la novedad.

Así que los momentos adquieren una capa de impaciencia. Lo que allí es pura rutina aquí es un camino que hay que pensar. Con un final que puede que no sea el mismo. Sí, claro, es alejarse de la rutina y dar la bienvenida a otras sensaciones. Ambivalencia para una pequeña ciclotimia que acompaña estos distanciamientos. Un juego en el que aún soy un aprendiz.

Recuperar el lugar es como volver a la zona de confort. Tiene gracia que tanto ensalcemos esa moderna necesidad de huir de donde estamos a gusto. Una pequeña trampa que nos tendemos para tensar nuestras neuronas. Un ejercicio para no caer en la entropía negativa. Quién sabe. El caso es que «el lugar» parece ser solo uno en mi obsesiva búsqueda de confort. Y, claro, intento que ese lugar único sea disperso y poliédrico. Una contradicción más a la espalda.

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