Luces de neón

by Julen

OPENSe apagan y se encienden. Bueno, quizá ya ni se apagan. El lúgubre edificio, junto a la carretera, es una moderna versión de cárcel sin futuro. Porque no es tanto la estructura de su construcción o las verjas de seguridad. Allá dentro las cerraduras están hechas de miseria humana. Y no hay llaves que valgan.

Contactos denigrantes. Open 24 horas. Para qué cerrar cuando las personas han pasado a la categoría de objetos cuyo tráfico alimenta instintos básicos. Seres humanos vertidos al contenedor de las basuras orgánicas para que otros animales se alimenten de su carne. Prefiero pensar en animales y no en humanos en esta horrible cadena trófica.

La carretera deja ver uno tras otro. Se suceden con cierta regularidad. Mantienen una estética constante donde el neón se apaga con las ilusiones de quienes habitan allí. Los nombres son previsibles. Pasa el tiempo, siglo XXI, y allí permanecen, junto a la carretera. Y tres o cuatro coches para añadir un acto de ostentación.

¿Qué hay dentro? Hasta donde alcanzo a comprender, sobre todo, dolor. Sin más, dolor. Dolor que infringe una parte a otra. Dolor físico y psicológico. Y cada cierto tiempo una redada para mantener el orden y enseñar al mundo que sí, que el primer mundo progresa adecuadamente.

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