Calma

by Julen

El ocaso en Mazagón. (Huelva)Tras la ventana, solo suena el silencio. Porque la mar se detiene cada día a última hora de la tarde. El sol cae y casi todo parece ralentizarse aún más. La arena se apelmaza y se vuelve esquiva. El tiempo, perezoso, deja a un lado su ritmo intenso e hiberna escondido en un rincón.

Son tardes que terminan a un ritmo lento mientras mientras se funden con la noche. En un momento que apenas se concreta, el día se aparta y cede su lugar. No hay nada que perpetuar porque mañana el ciclo continúa. Junto a la playa, la tarde holgazanea y deja que el sol se balancee sobre unas nubes que lo esconden con discreción.

La línea del horizonte se funde con la de la mar. Ningún obstáculo hasta un punto al final que semeja el infinito. No hay olas que rompan en la orilla. El agua pierde su tono azul para adquirir matices grises y apagados. Arriba la luz se diluye entre todo lo que el día no fue capaz de ofrecer. Los recuerdos se sumergen y quedan allá almacenados hasta que otra luz sea capaz de rescatarlos. Misterio saber por qué sucederá.

Así que el día se vuelve noche. Un paso tras otro, sin prisa. Ahí fuera las sombras terminan por desaparecer. Sin prisas. No hay sombras, no hay luz. Solo queda dejar que la mirada recorra de nuevo la línea del horizonte. Y como un dibujo animado, de repente, la imagen desaparece replegada sobre sí misma. El tiempo se desvanece entre los dedos de las manos. Como la arena.

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1 comentario

Idurre Guevara 31/05/2011 - 21:35

Precioso!!

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