Creo que la escapatoria única fue la artesanía. Pero quizá es un simple engañarse a uno mismo. ¿Tenemos control sobre los resultados de nuestro trabajo? Reconozco que los proyectos grandes me desesperan. En vez de «hacer», las horas se van en «cómo» hacer, en «qué» hacer, en «cuánto» tiempo dedicarle, en «controlar» lo que haces tú y/o la gente de tu equipo. De disfrutar haciendo a sufrir las esclavitudes del laberinto de la inacción.
Complejidad dinámica, los efectos se distancian de las causas, en tiempo y en espacio. Más y más variables se empeñan en dinamitar esa conexión. Las cosas no dependen de ti. Hay otros factores a tener en cuenta y cada vez son más. Para hacerlo más desesperante, influyen de forma caprichosa. Hoy puedes estar atascado por una decisión de una tercera persona que no acaba de llegar y mañana puede ser que los objetivos -allá donde estén- hayan cambiado. Caprichoso azar.
¿Hemos perdido definitivamente el control? ¿Los factores aleatorios pesan cada día más? ¿Sólo queda relajarse y disfrutar? No lo tengo claro. Los grandes ideales, los grandes objetivos, la visión, la misión y los valores; todo eso ¿ha zozobrado en el mar de la complejidad y la turbulencia? Aunque podemos construir nuestras chozas de felicidad, la realidad es tozuda. Las aguas bajan rápidas, el caudal aumenta. Hoy en las noticias sólo escuchas, día sí y día también, que hay inundaciones y corrimientos de tierras. El suelo se mueve. El suelo desaparece.
Así que la única solución fiable es hacerlo todo más y más pequeño para volver a sentir la sensación de que somos relevantes. Aplicar la humildad junto a la navaja de Ockham. Pero si no vemos la globalidad, si la maraña de hechos entrelezados impiden ver la consecuencia final, ¿no conducimos a ciegas? Puede ser una huida hacia adelante en la que la presión es autoimpuesta. ¿Por qué tenemos que cargar con esta pesada carga de desbrozar el terreno de lo inmediato y al mismo tiempo mirar al horizonte en busca de ideales y grandes metas? Quizá sólo somos felices si no lo sabemos.
A lo mejor hemos llegado al fin de la historia. El progreso se detuvo. El primer mundo persigue crecimientos constantes del PIB nacional mientras se carga el producto «interior» bruto de cada persona. Relájate y disfruta. La mano invisible del Sr. Smith es la mano invisible de una nueva deidad que por difusa sólo puede ser adorada porque es ubicua. Cultura, arte, empresa, riqueza, crecimiento. Todo es un magma global. Relájate y disfruta.
12 comentarios
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¡Me he sentido tan identificado por lo que expresas en esta entrada!… que me dan ganas de memorizarla y plagiarte cada vez que alguien me pregunte: ¿que tal?¿cómo te va?.
Lo curioso es que yo no me dedico a la consultorio y menos artesana, así que esto va a ser todo culpa de la complejidad dinámica.
Ahora, que no tengo yo muy claro que «hacerlo todo más y más pequeño» no sea algo así como meter el polvo debajo de la alfombra, porque ya sabes aquello de que «si cortamos un elefante por la mitad, no tenemos dos elefantes pequeños sino un elefante muerto»
Me encanta tu blog.
Un saludo.
@Itxaso 🙂 🙂 🙂 Mil gracias. Pago la siguiente ronda 😉
O sea, surfea por la vida 🙂
@Ramón, sí porque ¿para qué desaprovecharla? Anda que no tenemos suerte de estar en una playa con buenas olas. Si no que se lo digan a toda esa parte de la humanidad que no tiene acceso a la electricidad o a comida todos los días. Así que mejor nos dejamos llevar que tampoco estamos en mal lugar 😉
Como suelen decir, «la felicidad radica en las bajas expectativas» :). Si aspiramos a tener el control, nos desesperamos si no lo tenemos. Si aspiramos a tener impacto, nos desesperamos cuando no lo tenemos. ¿Y si planificásemos sólo en base a «grandes escenarios», sabiendo además que hay probabilidades de que la planificación salte por los aires? ¿Y si procurásemos, en cualquier caso, poner la cabeza y el corazón en lo que estamos haciendo en cada momento en vez de intentar abarcarlo todo? ¿Y si recordásemos que «lo pequeño es hermoso»?
Creo que, en tiempos de inestabilidad (¿acaso nuestra realidad es más inestable que en tiempos pasados? ¿no estaremos pecando de narcisistas, pensando que «lo nuestro sí que es duro»?) es más importante que nunca «los cimientos», la base, nuestros valores más profundos (y reales; nada de declaraciones rimbombantes). Como dice el Evangelio, la casa construída sobre roca aguanta mejor las tormentas.
@Raúl, lo de las bajas expectativas es una de las claves, de acuerdo contigo al 100%. Lo que pasa es que en el mundo de los negocios, eso es tabú.
“¿Por qué tenemos que cargar con esta pesada carga de desbrozar el terreno de lo inmediato y al mismo tiempo mirar al horizonte en busca de ideales y grandes metas?”
Supongo que ahora todo avanza demasiado rápido. Desde luego
sería imposible, y la tensión insoportable, sin los espacios compartidos para
que se encuentren esas “corazonadas lentas” que dice Steve Johnson en el vídeo
que he descubierto a través de Francesca
@Isabel, bonito lo de la «corazonada lenta». A lo mejor conviene desacelerar el mundo, ¿verdad? Yo creo que quienes hemos decidido jugar en lo pequeño, ya hemos dado un paso. Pero hay que aprender a vivir con una expectativa rebajada, que decía Raúl Hernández en otro comentario.
Ah!! pero… se puede???… si es así…
Gran post, cuanta razón tienes Julen.
Saludos.
@Orlando, por supuesto que se puede… disfrutar, pero con moderación 😉