La empresa hueca

by Julen

Donut TowerLa intermediación es un fenómeno complejo. En el mundo de los negocios, las cadenas de valor ayudan a inventariar las actividades necesarias para entregar un producto o servicio. Pero también ayudan a saber quién es quién y por dónde parece que podemos perder competitividad. Los clientes reciben servicios que resultan de la amalgama de competencias de varios agentes (internos o externos). Hoy en día una bicicleta es montada por el fabricante, que ha comprado la inmensa mayoría de sus componentes a otros proveedores que, a su vez, habrán recurrido a sus propias fuentes externas. Puede continuarse la canción porque la melodía casi casi conduce al infinito. Así son las cosas de la competitividad.

A la búsqueda del mejor precio con el ¿mejor servicio? cada cual trata de ganar en flexibilidad haciendo sólo lo que le sale rentable. En principio, no obstante, supongo que la ley nos protege y ante un problema reclamamos sólo ante quien nos vendió el producto o servicio final. Esa es la teoría. Luego los balones fuera son muy habituales. Hay que leer la letra pequeña para saber a qué «no tienes derecho». Y cuando la lectura diagonal es lo que predomina, esa letra pequeña no se la lee nadie. Ingeniería social de la buena.

Pero cada vez que la empresa opta por ahuecarse pierde corazón. Si la lógica empresarial impera en el 100% de los casos, las empresas, desde luego, no son humanas. Si no hay espacio para la decisión al margen del sacrosanto beneficio económico, difícilmente podemos considerarlas humanas. Porque cada vez que se ahueca, la empresa se hace quizá más rentable, pero menos sostenible. Nadie va a querer trabajar en una empresa que te señala como recurso prescindible. Nadie que pueda elegir; que me temo que este es el verdadero problema.

La Administración también se ha sumado a la fiesta. Hace mucho tiempo que se ha ahuecado y que ha sucumbido: el excesivo número de funcionarios es una lacra social. Como la canción de lo privado mola más, no hay discusión. La eficacia y la eficiencia navegan por las aguas de las entidades privadas. Allí habrá peores condiciones para sus asalariados; allí habrá índices mayores de productividad. ¡Logrado! Otro éxito más de la Administración moderna.

Ahora que ha surgido con fuerza el conflicto de los controladores es cuando te das cuenta de la compleja cadena de dependencias en que vivimos. En esa intermediación que se da hasta que recibes el servicio -un estrecho asiento en un avión colmena- cada cual ha buscado su óptimo local. Pero, claro, el óptimo global queda penalizado. En la parte más baja de la escala, pasa lo mismo con las actividades «de escaso valor». Aquí entra la limpieza, por ejemplo. Una empresa ahueca el servicio de limpieza. A ver quién va a negarles la conveniencia de una medida tal. La Administración hace lo mismo. Y la gente siente que accede a ghettos de infratrabajo, donde las condiciones laborales dignas son la única pelea posible para dignificar el alma. Qué otra cosa puede hacerse sino luchar y pelear contra el enemigo, sea éste el que sea.

El moderno estado de la eficiencia es hueco. Cada cual saca de su interior lo que conviene. Lo digo Handy con su organización donut y cualquier manual de management que se precie. Pero al salir casi siempre lo deprecia. Llegará de algún proveedor a un coste menor. Y la cadena continúa. Y ahí se crean las condiciones del trabajo precario, especializado en lo que quienes gestionan bien no quieren. Un perverso mecanismo, competitivo y moderno, aprendido en las mejores escuelas de negocios. Lástima que acabe por fomentar el desecho humano.

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5 comentarios

Miguel 21/12/2010 - 15:49

En la base pienso que está la transferencia de rentas, no todos los agentes o productores sustentan con la misma magnitud el peso de la competitividad. De eso se trata, ampliar esa diferencia. Más o menos como ocurre con la deslocalización, lo que se busca es la transferencias de rentas, que acaba alcanzando magnitudes geográficas enormes a través del binomio producción-consumo.

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Isabel 21/12/2010 - 16:59

«cada cual ha buscado su óptimo local. Pero, claro, el óptimo global queda penalizado»

Hola Julen. 🙂
Últimamente tengo casi obsesión con esta miopía. A veces me digo si no debería yo también centrarme en mi óptimo local, igual es mejor no ser consciente del proceso de hundimiento general, quien sabe.

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pere losantos 27/12/2010 - 11:52

Hola Julen,

este concepto de ahuecamiento no lo estamos encontrando en la ciudades y el diseño del territorio? Ciudades ultraeficientes, ultraconectadas con poco espacio para la lentitud y el error. Ciudades que contratan la concesión de limpieza a empresas internacionales que nada saben del entorno, y que poco impactan. Ciudades inteligentes que contemplan al hinterland como un espacio donde vomitar los residuos y pasar el fin de semana de homo weekendis. ciudades que prescinden y expulsan a personas «no preparadas», como dices en tu post comentando a Castells. La ciudad-empresa que maximiza el beneficio económico en estos tiempos de crisis, y para ello sólo las personas más válidas y rentables son importantes…

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pere losantos 27/12/2010 - 11:54

Ei, ¿por qué me sale una rata donde debiera estar mi foto, en la cabecera del comentario?

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Julen 27/12/2010 - 18:57

@Pere, seguramente el «ahuecamiento» es una tónica de nuestros tiempos que muchos autores manejan: Sennett, N.Klein, Castells, Lipovetsky. Aquí también Vicente Verdú ha hablado sobre este capitalismo sin personas. En general creo que es un proceso que se extiende a diversas instituciones. Y las ciudades y su moderna competitividad van en esa línea, me temo.
Ah… y respecto a tu «ratita» (vamos a ponerlo en diminutivo cariñoso), voy a mirarlo porque si estás identificado debería aparecer tu avatar.

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