Creo que es algo que atrae pero sin llegar a comprender en qué consiste. El azul del cielo aquí tan al sur de Islandia. Las plataneras se ordenan en la ladera y miran casi siempre hacia el mar. Pero allá en lo alto, el azul es inmenso, desbordante, eterno.
Parece que hubiera desaparecido cualquier otro elemento del aire. Sólo queda el color. No hay nada más: un vacío ocupado por un color. Su olor es distinto, hueco, profundo. Revuelve los sentidos pero termina por dejar una suave sensación de paz. Pase lo que pase, el azul sigue aquí. Tranquilo, más arriba de las nubes que juegan con los alisios.
El azul es más intenso a medida que asciendes. En una curva sí y en otra también sorprende de repente entre el verde húmedo de los árboles. Aparece y se esconde, aparece y se esconde. Porque la orografía le hace ser esquivo. No, no siempre se deja ver. Pero también es cierto que nunca podrá esconderse del todo. Tan inmenso, siempre pierde jugando al escondite.
¿No lo has sentido nunca? Prueba este azul. No es como los demás. Es un azul que sube hasta el cielo pero que no es sólo el cielo. Lo engloba y lo mece entre sus manos. Si fuera pintor me lo pondría como reto: captar este azul, que lo es todo y nada. Azul, simplemente azul.
Tienes que conocerlo. Luego es cosa tuya cómo lo reproduces: si con la imaginación o con los sentidos.
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