Musgo y gris

by Julen

Bosque de MusgoNo puede sino llover. La piedra, una sobre otra, solo sirve de testigo. Fuera, el día pasa triste cercado por los nubarrones. Llueve. Claro que llueve. La historia da fe de que así ha sido. Pero no hay innovación que rompa la rutina; el futuro seguirá viendo llover.

Así que allá dentro las palabras quedan encarceladas por los muros discretos, que nunca dirán nada que sus moradores no quisieran. Conversaciones en voz baja, que van y vienen sin esperanza de libertad. Rebotan y se acurrucan otra vez al amparo de esta pertinaz lluvia que ya ni se nota.

Sigue en espiral, retorciéndose sobre sí mismo: el argumento viaja indefenso. Las paredes semejan muros infranqueables donde sólo el musgo se atreve a habitar. Desde abajo, en las esquinas, callado, el musgo se funde parásito con su dueño y señor. Gris la piedra. Verde el musgo. Llueve, sigue lloviendo.

No pasa nada; nunca pasa nada. Las historias se mueren con sus narradores. No queda ni un hilo de voz allá dentro. El sonido del agua que cae del cielo a través de unas imaginarias conducciones invisibles al ojo humano tapa la risa y el llanto. Sólo la lluvia. Grandiosas arquitecturas a su servicio, con superficies colonizadas por ese musgo dulce e inocuo. Gris y musgo por fuera. Por dentro nada.

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