Calidad imperfecta mediante calidez humana

by Julen

sin títuloLos equipos deportivos compiten y necesitan centros de alto rendimiento, las ciudades compiten y necesitan ser creativas y atraer talento, las universidades compiten y salen fuera a captar alumnos con técnicas agresivas de marketing. Quizá habría que romperlas a martillazos. Las empresas compiten -siempre lo han hecho- y caminan en busca de la excelencia, aquel santo grial en el que termina todo. Pero no, porque siempre hubo mejora continua, hoy redenominada «beta permanente». Así que después de la excelencia está la excelencia+ y luego la excelencia++.

Traspasado el límite de lo razonable, entramos en el mundo de las experiencias. Empresas y otras organizaciones que quieren sobrevivir en el siglo XXI se lanzan a proporcionarnos experiencias. Construyen y co-construyen con sus stakeholders, con sus clientes y con sus empleados escenarios de quita y pon. Lugares -o no-lugares– donde los humanos accedamos a estados temporales de felicidad inducida: puede ser puenting o conducir un Ferrari, según escuché el otro día en la radio.

Las empresas competitivas rebuscan nuevas formas de generar necesidades en sus clientes y de satisfacerlas… para empezar el ciclo de nuevo. Entran de lleno en la economía del yo y juegan con nuestras imperfecciones. Mientras, otro grupo de empresas continúa en la carrera hacia la meta final de la excelencia. ¿Llegarán algún día y entonces morirán de éxito? ¿O esto de la excelencia es sólo una artimaña para tensar la cuerda y luego a otra cosa, mariposa?

Lo cierto es que el mercado de lo imperfecto es mucho más grande que el de la perfección. Si dejas que la gente de marketing dibuje el norte, prepárate para hablar de experiencias. Y eso sí, que tu diseño y producción no sean tan torpes como para no aceptar las nuevas reglas del juego. El mundo se mueve ahí fuera y la provisión de productos tangibles galopa de la mano del valor intangible que se les asigna. El producto sigue a la imagen de marca y no al revés. No sé dónde lo leí, pero ahí está.

¿Y qué es esto de la calidez? Pues emoción y empatía. ¿Y qué es esto de la calidad imperfecta? Pues la contradicción que debes aceptar: ser la mejor, pero sin serlo, porque allá arriba hay poco mercado.  Jugar con la imperfección y honradamente caminar de la mano de lo que clientes y usuarios critican es una carrera de fondo repleta de éxitos parciales. Y la mayor parte de las veces deberían estar asociados a problemas solucionados. Pero problemas, errores, fallos e incluso pequeños (o grandes) desastres.

Educar para la excelencia es lo que tiene que ser en un mundo competitivo. Trabajar para dotarnos de entornos cálidos y que generen calidad imperfecta es una alternativa a ese modelo. Porque aunque resulte imposible salirse del sistema global, siempre se puede jugar en la periferia. Hay mucho más campo ahí que en el centro del sistema. Lo que es escasez allí dentro es abundancia en los límites. Imperfectos, pero más receptivos al error, eso que cometemos que tanta frecuencia. O quizá sea una disculpa para justificarnos.

Reconozco que todo esto tiene que ver con las jornadas Consenso, Contribución y Excelencia que comenzamos en breve aquí en Santiago de Compostela sobre el sentido y la forma en que funciona y se organiza un centro de investigación y a las que dedicaré algunos artículos.

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La imagen (me salto derechos, pero sé que los tengo) es de Islandia vista con los ojos de Santiago de Compostela. Un galimatías.

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1 comentario

Consultoría artesana en red » El poder de la ilógica 27/11/2010 - 06:40

[…] No sé en dónde leí que “en las empresas no gustan las sorpresas“. Ay, ¡qué gran apunte! La empresa, como organización, lima asperezas y juega, hasta donde puede, con información para predecir el futuro. Las locuras tienen más que ver con simples humanos. En cambio las empresas buscan la excelencia y los mecanismos perfectos. […]

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