La pereza, de nuevo

by Julen

Tapping a pencilInmensa y callada, te abraza. La ves llegar desde lejos, como un gran manto que te acaricia. Y ahí también estás tú. Planes que nunca verán la luz. Ideas que morirán antes de nacer. El día se mueve despacio y sólo queda dejarse llevar, sumergirse en el placer de dejar pasar el tiempo. Disfrutar con ella, reconocer que sí, que también forma parte de lo que somos.

La lista de tareas pendientes se arruga. Al final queda petrificada, inmune al paso de las horas. Nada que hacer. Sólo estar. Estar, tomar conciencia de que el reloj va a relajar su tránsito al futuro. Porque poco a poco se amontona el tiempo. No hay salida. El redil recoge intenciones y las amansa para demostrar la poca cosa que somos. Allí junto a otros signos del progreso, se nos ningunea. Grandes proyectos reducidos a un montón de chatarra.

¿Hasta cuándo, por favor, hasta cuándo? No hay prisa, la sensación es completa. Los poros dejan de recibir información del exterior. Todo en calma. Es una prueba para tu tolerancia. ¿Intranquila? Déjalo estar. Mañana será otro día. O puede que no. No conviene jugar a enfadarse con lo que somos. A fin de cuentas, vivimos en la cárcel de nuestro cuerpo. O en su libertad. Simple percepción humana.

Sigue, continúa, decide quedarse. Despacio. Completa, rebosante de felicidad. Pereza. Miras por la ventana para ver que el día viene de nuevo gris. ¿Te gustan los días grises? También los hay.

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La imagen en Flickr es de Rennett Stowe.

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