El trazo sube desenvuelto en busca de un repliegue. La nariz, protuberante para delatar al autor, se enrosca junto a un cuerpecillo inconfundible. El trazo continúa, decidido. El dibujo comienza a tomar una forma embrionaria, con la idea nítida en la mente pero aún con múltiples vías entre las que elegir la luz.
Economía de la atención colocada en un pequeño pedazo de papel. La mano guía el trazo, el trazo se recrea y todo se condensa en una viñeta. Después la vista se posará allí una y otra vez. Alguna conexión neuronal disparará una orden simple y directa: la mirada colocada sobre el objeto. El sentido, la ironía, quizá la risa. Por instantes, se quedan a vivir en la viñeta.
Rutina de cada día para mantener el alma alerta. La viñeta es el ejercicio que lubrica las conexiones. Sólo un dibujo que imanta la atención. Los trazos, nunca definitivos, comienzan su nueva andadura. ¿Qué mares surcará el dibujo? Imposible predecirlo porque cuando zarpa suelta todo el lastre de quien lo crea. No puede ejercerse control alguno sobre el rumbo. Tantos rumbos como emociones atrapadas.
Y de nuevo, al día siguiente, otra viñeta. La nariz sigue esperando su lápiz mientras el trazo sonríe malicioso porque le espera movimiento. Instantes de gozo comprometidos con la justicia. Creados para sonreír.
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Nota.- Ayer me encantó escuchar a Forges. La foto en Flickr es de Josu Garro y en ella estamos Iñaki Murua y quien escribe junto a Antonio Fraguas, Forges, en el homenaje que se le rindió en Bilbao durante la Risa de Bilbao.
4 comentarios
Forges e Iribar en una misma tarde. ¿Qué más se necesita para ser feliz?
Que hubiese ganado el Athletic, Noe 😉
y si llega a ganar el Athletic además, Noe 😉
Chiste fácil:
Búsquese en la imagen anterior el mínimo común múltiplo necesario para ser un crack en el buen humor: ¿edad? ¿barba? ¿gafas? ¿sonrisa cómplice?
¡Qué majos los tres! ¡¡¡Cagüenla!!!