Hayas y robles recursivos

by Julen

Vuelta al mismo lugar. La misma perspectiva, el mismo sol entre las hojas. Sí, ese tronco estaba ahí esta mañana. Ahora que cae la tarde, parece otro rincón. Pero no; es el mismo lugar. Maldita sea, es el mismo lugar. El sol sólo cambia las sombras. Por lo demás, es el mismo sitio. Y yo no debería estar aquí. Nervios, siento nervios.

Soy consciente de que el camino ha estado jugando conmigo, ocultando su rostro a través de la hojarasca. Sabía que era una posibilidad, pero ha vuelto ocurrir. Los árboles, inmóviles, se ríen de mí. Escucho sus risas mudas e hirientes que vienen y van con una brisa que se vuelve insoportable. El aire serpentea entre los troncos y se escabulle hacia abajo por el camino que traigo. Gira al final y desaparece por el precipicio.

El lugar siendo pareciéndose al que le precede. Dos alternativas, una que sube con decisión. La otra llanea y se deja abrazar por la niebla que la encara de frente. El sol juega con las hojas de las hayas, tan verticales arriba, tan horizontales abajo. El sol, aliado casi siempre, se ha puesto del lado oscuro. Allá arriba está la luz, aquí abajo la confusión de saber que estoy de nuevo en el lugar donde no debía estar. No a estas horas.

La lluvia, mientras tanto, ha estado jugando con los robles. Ha sucedido a otra hora, cuando había tiempo. No como ahora. Porque en aquellos momentos yo no podía prever que las hayas se enfadaran con los robles. Pero así ha sido. Allá arriba les han cortado el paso. Y yo, en cambio, he traspasado el umbral que no debía.

Claro que sólo estando allí, en el momento en que no debía, he sido consciente de que era el mismo lugar, ese por el que había pasado unas cuantas horas antes. Un lugar que era el mismo lugar. Diferente por la hora, pero el mismo lugar.

Los colores se envuelven también sobre sí mismos y el camino se retuerce y vuelve otra vez al origen. El bosque olvida estridencias. Lúgubre, triste, poderoso por su inmovilidad. Sólo presta un escenario para que la imaginación tropiece con sus fantasmas.

Sólo queda una hora para que anochezca. El sol morirá y los caminos desparecerán. Los árboles, sin embargo, sobrevivirán para dejar constancia de que todo sigue igual. Callados, me dicen que no debería estar ahí. Pero en realidad es mi voz la que resuena mientras su silencio se hace más inquietante. Más y más.

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Las fotos están hechas estos días en que ando por bosques diversos de los Pirineos. Puedes ver el álbum completo en Flickr.

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