Agua Amarga – Uleila del Campo

by Julen

El rumor monótono de las olas que mueren en la playa es buen acompañamiento para conciliar el sueño. Agua Amarga queda escondida junto a su playa. No cabe mucha gente allá entre sus calles cuadriculadas. Tampoco caben demasiados hoteles, pero no deja de ser un lugar con alto riesgo de acabar pasto de las llamas del turismo masificado. Quizá, según opiniones, ya lo esté.

Paso la tarde paseando por sus rincones. Inglés como idioma predominante. Tiendecitas pensadas para un consumo típico de costa. Hippies que quizá hace ya tiempo dejaron de serlo. Pero quedan sus negocios, pequeños, con un leve toque de consumo comedido. Eso sí, la globalización tambien acecha.

Se abandona la costa por la carretera de Carboneras para coger una antigua vía minera. Dando espaldas al mar, el camino entra en el interior, polvoriento, roto en mil ramblas y sus cañaverales. Una sensación de bochorno desde primera hora de la mañana. Cada vez que se entra en un rambla es como sumergire cual rebanada de pan en una tostadora. Una bofetada de calor que te hunde en la miseria.

En una de las ramblas una cantera tremenda te bendice con toneladas de polvo que un camión se encarga de hacerte tragar. Tuff, tuff, puajjj, el polvo se cuela por cualquier lugar. Definitivamente esto es un desierto y aquí no llueve desde hace tiempo.

El Argamasón son cuatro casas que sirven para hacer notar la presencia humana en la ruta. Pero ningún servicio del que echar mano. Como tampoco en Polopos, tras cruzar bajo la autovía. Pueblos pueblos donde la oferta es una iglesia y quizá una fuente en la plaza anexa. Bueno, humilde condición; no pasa nada.

Hacia Sorbas el camino coge otra antigua vía minera que lleva a Lucainena. Está asfaltada pero sus trincheras la delatan. Por allí paso algún que otro tren. Hoy se aprecian los puentes derruidos, incapaces de soportar el paso del tiempo. La carreterita sigue poco a poco hacia arriba. Nada que ver con el golpe que supone el Alto de La Cantona, con un sol avasallador y una pendiente tremenda. Menos mal que es cortita la subida. Sol a plomo.

Desde arriba se baja por pistas rotas y divertidas hasta llegar a una inmensa cantera. Otra más. Paisaje roto en pedazos rectangulares, apto para el consumo del progreso. Avisos de voladuras intimidan. Paisaje lunar, extraño. Estamos en la zona kárstica de Sorbas.

En la plaza de Sorbas los lugareños tienen cogidos todos los rincones donde hay una sombra. Saben de qué va esto mejor que nadie. Reponemos fuerzas, cargamos agua hasta donde podemos y cogemos ruta hacia Uleila del Campo. Ramblas, más ramblas para hacer del sol un enemigo que atonta y deja la moral por los suelos. No hay sombra posible, no hay alternativa. Sol de plano, sol por los cuatro costados; no hay escapatoria.

Antes de llegar a Uleila del Campo, suena el móvil. Es Fernando Casani, coordinador académico de las investigaciones sobre sectores emergentes de la EOI. Acordamos que nuestra investigación de economía abierta será la primera que se publicará. Hemos hecho los deberes, los casos están redactados, tenemos conclusiones ya escritas; así que adelante con la maquetación. Esperamos que esté disponible a finales de junio.

Y Uleila va a ser final de etapa. No pienso llegar a Senés. Reniego de este sol inclemente. Además, tengo la suerte de topar con Diego, que lleva el Hostal La Escapada. Me deja su netbook para que me ponga al día con las cosas del internés. Todo un detalle. A pesar de que tienen la cafetería cerrada (sólo los miércoles a partir de las doce), el hostal está abierto. Me atiende de maravilla. Cosas de pueblo que no siempre pasan en las ciudades.

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2 comentarios

Iván 03/06/2010 - 09:28

Buen viaje de vuelta Julen

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El mito de Polopos | transandalus 10/03/2014 - 10:45

[…] recuerdo pasa por un arranque de etapa a primera hora de la mañana desde Agua Amarga. Era junio pero el calor apretaba lo suyo y cada vez que entrabas en una rambla era como que el […]

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