Obras faraónicas y mujeres como ratitas

by Julen

Es una cuestión personal: no me gustan las obras faraónicas. Supongo que tiene que haberlas, pero no me gustan. Grandes hombres (masculinidad desbordante) para grandes proyectos. Tremenda la definición del arquitecto Phillippe Starck a cuenta del proyecto de la Alhóndiga: Azkuna, alcalde de Bilbao, es un verdadero león, y Marian Egaña, consejera delegada, es una «ratita». Se puede leer en El Correo Digital:

El proyecto, según Starck, ha sido posible gracias a la «autoridad innata y visión» del alcalde -«lo amo; es un hombre con mayúsculas»- y a Marian Egaña, que encontró «soluciones a todos los problemas. Ningún sueño masculino se materializa sin el apoyo de una mujer. Azkuna es el ‘león’ y Marian, la ‘ratita’», sostiene el interiorista francés, que ha combinado la «funcionalidad y estética sobria» para entregar una segunda vida a uno de los inmuebles más emblemáticos de la ciudad.

Yo prefiero a los microbios. Me gusta más la humildad del trabajo cotidiano y no las grandes gestas. Soy así de soso y aguafiestas. Pero no hay por qué compartir punto de vista. Las obras faraónicas pasan a la posteridad, la labor de las ratitas queda oculta bajo los escombros de la nueva gran obra.

Creo que el sistema oficial, el que acapara portadas de los periódicos y sirve para las horas del prime time se rige por unos estándares bien evidentes. No llama la atención cualquier cosa. Hay que dotar al mensaje bien del tremendismo de efecto inmediato o de la narrativa elaborada a través de un storytelling que parece el nuevo arte de persuasión del siglo XXI. Lo mismo este segundo invento es más perverso y peligroso, pero parece que se consume mejor. Los expertos hablaron.

Bilbao tira de obra faraónica en obra faraónica. Éxito, ciudad moderna, de servicios. Pulcra, limpia, de aséptico metro. Obra faraónica que obnubila la mirada del peatón. El comunismo soviético dibujó grandes edificios y un gigantismo inhumano. El capitalismo emocional juega con otras cartas. La impresión ya no tiene que ver con un inmenso cubo sino con servicios culturales a la ciudadanía. Entregados con la cosmética adecuada, son platos pensados para consumir sin masticar.

Las obras faraónicas modernas juegan con la emoción. Aunque se construyen sobre las chapuzas de siempre, con una inmensa «última hora» que hasta puede hacer gracia. Con un ejército de soldados anónimos que hablan mil lenguas. Son los operarios de la contrata de la subcontrata de la empresa adjudicataria de la segunda fase de la última parte de la obra. Unos don nadie. Aplastados contra el edificio, es probable que no estén invitados al pomposo acto de inauguración, que supongo será aderezado con esencia de crisis, muy minimalista todo.

Disculpas. Me tengo que hacer mirar esta preocupante desconexión con el mundo moderno de la obra faraónica de éxito mediático. Será que me causan mucha más simpatía las ratitas que los «sueños masculinos».

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La foto en Flickr es de Tabernilla.

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1 comentario

Noe 19/05/2010 - 07:10

No ha estado Starck muy fino con los estereotipos.

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