Calle abajo

by Julen

Al fondo se ven las fábricas. El humo se levanta a borbotones; no hay forma de no verlo. Corremos, corremos. Al otro lado de la ciudad, allí hemos quedado. Corremos mientras pasan puertas y ventanas, todo va quedando atrás. La ciudad gris a nuestros pies. Vamos al encuentro de la diversión.

Nuestros zapatos rebotan en el suelo. Apenas podemos contener la prisa, las ganas de llegar. Nos salpicamos mientras corremos. Deprisa, deprisa. El sudor se va pegando a nuestros cuerpos. No importa; no se nota. Hay que llegar. Calle abajo, seguimos atrapados por la gravedad de la diversión. Caemos calle abajo, nos dejamos llevar, las piernas galopan sobre la vida deprimente de todos esos rostros que van quedando atrás.

El humo, agolpado, sigue en el horizonte. Seguimos hacia él. Sin apenas esfuerzo. Parece que lleváramos viento de cola. Más y más deprisa, seguimos corriendo. Con frenesí, con el pecho desbocado, con la música atronando en el cerebro. La música viene también con nosotros. Vamos corriendo, dejándonos llevar. Más sudor. Parece una carrera sin fin dentro de una película que se rueda en blanco y negro. Es la alegría confundida con la depresión. Esa extraña euforia que da correr sabiendo que adonde vas es otra versión del mismo lugar de donde vienes.

La música atruena. Son guitarras poderosas, decididas, que arrastran los acordes. Ritmos acelerados y voces graves. Velocidad, gritos. Ahí, al otro lado de la ciudad. Sigue siendo todo en blanco y negro. Pero allá hay una escapatoria. Alcohol y lo que haga falta. Son sólo unas horas, pero es una de esas pocas formas de salir de aquí.

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