En blanco y negro, todo sucedía entonces en blanco y negro, y en sus gamas de grises. A veces, sin embargo, recuerdo allí alegría. Pero alegría extraña. Siempre amenazada por un enemigo que yo mismo inventaba. ¿Por qué no había color en aquellas escenas?
Y mira que junto a la escuela se levantaba un árbol sano y reluciente. Pues no. No consiguió nunca irrumpir en la escena con el verde sus hojas impulsivas de primavera. Tampoco con los ocres del otoño. El árbol se diluyó en un pozo gris, triste, sucumbiendo al tono general de la escena.
¿Cómo explicar aquella algarabía de niños corriendo detrás de un balón sin recurrir al color? Quizá sea mi imaginación que juega ahora a engañarme y a devolverme lo que me merezco. Porque veo más otoño que primavera. Otoño en gris.
Pasan los años y aquellos momentos en el patio de la escuela no levantan vuelo en mi recuerdo. No sé por qué, pero componen un mapa cromático reducido a escombros.
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La foto en Flickr es de Ferran Moreno Lanza.