La empresa del nuevo testamento

by Julen

Yo he vivido de la empresa. Terminé de estudiar y desembarqué en una empresa. Primero una beca (lo pasé bien, Guiller), luego un contratillo (hice muchas risas), después un proyecto fallido de emprendizaje y así tiramos para delante. Siempre alrededor de las empresas. Como becario, como empleado, como socio cooperativista, como propietario. Empresa como medio a través de la cual llevar a cabo una actividad profesional. Cómo, si no. ¿Es que hay otra forma?

Y estudié y leí libros y más libros sobre management. Gurús de verdad, gurús de mentiras, predicadores, fanáticos, vendedores de humo recetas para la felicidad en el trabajo. Las estanterías siempre estaban llenas de libros con títulos diseñados para que tu vista se detuviera en ellos. Algunos incluso no se recataban en utilizar términos sagrados: biblias modernas con las que practicar la fe contemporánea. Empresa como lugar sagrado donde unos generan riqueza y otros pierden la vida. Empresa como axioma.

Entre tanto, en estos veinte años de trabajo, la sociedad de consumo ha ganado la partida. Sus estándares han arrasado calles céntricas del primer mundo: lugares diseñados para la compra. Marketing y publicidad como reyes de la fiesta. Y comprar se convierte en el germen de la felicidad. Iglesias sustituidas por centros comerciales, que dirían los calvos de Funky Business. Diversión para no pensar. El acto compulsivo de compra como gran éxito de la empresa moderna. Éxito diseñado, por supuesto, para que seas más feliz y cual niño caprichoso, consigas tu golosina justo al pasar por caja. Tú sólo tienes que comprar, deja lo demás en nuestras manos.

Echa un vistazo, por ejemplo, a las ofertas de las operadoras de telecomunicaciones. Los ganchos, con grandes letras, llenan la escena. La letra pequeña del contrato, en cambio, te dice cómo será tu futuro. Pero ambos, tu proveedor y tú preferís no leer esas condiciones porque eso no conduce a la felicidad. Es en ese preciso momento de consumir, cuando el nuevo iPhone llega a tus manos, cuando eres feliz. Y ese mismo acto, que sólo vas a poder llevarlo a cabo unas contadas veces a lo largo de tu vida, es lo que te va a provocar angustia. Porque el dios todopoderoso empresa no descansa y va a colocar en el mercado un aparato mejor. Y tú no lo tienes. Ahí te jodas.

La empresa del antiguo testamento ya no vende. Ese modelo poderoso, que actúa con rabia, que castiga y ordena, no vende en un mundo feliz. Hoy todo es más sutil en la empresa del nuevo testamento. Genera sus símbolos, se dispersa, actúa en múltiples frentes, está deslocalizada, usa las redes sociales en Internet. Es, ahora sí que ya sin ninguna duda, omnipresente. No puedes evitar enfrentarla cada día. El mundo se ha privatizado: tus comunicaciones dependen de ella, tus movimientos, tu placer, tu ausencia de dolor, tu cultura, tu amor. No podemos salir del sistema empresa. Lo engloba todo. Y exige porque se sabe poderosa. Exige a la universidad que le entregue determinado tipo de producto persona. Exige a los gobiernos que dejen de gastar dinero en servicios ineficientes para abrir nuevos oceános azules. Exige a sus trabajadores que se impliquen emocionalmente, que se fundan en una mística comunión de intereses.

Las empresas del nuevo testamento han construido un extraño paraíso. Lo han hecho con su esfuerzo y determinación. Heinz Dieterich lo recoge muy bien en La Aldea Global a partir del ejemplo de Matsushita (hoy Panasonic y un ejemplo avalado por gurús como John P. Kotter). No lo llama fe sino el «espíritu de hambre». Es la determinación, la fe ciega, el disponer de un sentido para tu vida. En palabras de Masaharu Matsushita:

El espíritu de hambre no se refiere a un estómago o un monedero vacío, sino a la necesidad de usar la sabiduría e inteligencia de uno hasta sus máximos niveles, porque en el actual mercado de alta competitividad, nuestro objetivo tiene que consistir en llegar al estrato más alto. Cuando hayamos llegado a ser el número uno en Japón, entonces tenemos que aspirar a volvernos el número uno en el mercado mundial. Una vez que hayamos alcanzado este nivel, no podemos descansar. Tenemos que trabajar para ser aún mejores.

Relájate y disfruta. Tranquilidad. Las empresas han pensado en todo: tienen ya escritos sus documentos de responsabilidad social corporativa y cabalgan a lomos del capitalismo filantrópico. En el nombre de la mejora continua, la innovación y las encuestas de satisfacción, amén.

La imagen está tomada de http://www.zemos98.org/spip.php?article294

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5 comentarios

Álvaro Andoin 18/09/2009 - 10:12

«Pan y circo» que decían los romanos Julen.

Agur bero bat 🙂

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Luis Miguel 18/09/2009 - 13:01

Excelente post Julen. Releyendo entrelíneas tu artículo y justo con los pensamientos provocados por el último libro que ha caído a mis manos, «El miedo a la libertad» de Erich Fromm, reflexionaba sobre la terrible paradoja en la que estamos sumidos. Ahora que se reclama la libertad como un derecho absoluto, social y político, de expresión, de información, de cátedra…tengo la sensación de que el mundo de la empresa lo controla todo, controlan nuestras deciciones. Dudo si yo «elijo» la prenda de ropa que voy a comprarme o es la empresa a través del marketing y publicidad la que me aboca a la compra de SU producto o servicio. Así ellos imponen la moda y nosotros, por miedo a la soledad que provoca la libertad, la seguimos.

Gracias por desempolvar mi mente.

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Julen 22/09/2009 - 05:53

@Álvaro, me alegro de verte por aquí. Y sí, el circo es todo un espectáculo.
@Luis Miguel, gracias por el piropo. Es que la libertad se impone, como ya argumentó Montesquieu hace muchos años.

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