Contradicciones entre el trabajo cognitivo y la (sobre)organización

by Julen

imposibleNo, no pienso dejar la serie. Las preguntas, las 27 preguntas siguen pareciéndome un estupendo guión para compartir conversaciones. Quizá habrá que ir pensando luego cómo reorganizar todos los contenidos, incluyendo artículos en otros blogs y comentarios aquí. En fin, de momento retomamos la serie con la octava pregunta: ¿Cómo superar las contradicciones entre el trabajo cognitivo y las estructuras organizativas? O sea, ¿cómo afecta la organización al trabajo cognitivo?, y ¿al revés?

Una de mis frases favoritas en esto del manejemén es la de Eric Abrahamson, de la Universidad de Columbia: el gran problema de las organizaciones es que están sobreorganizadas. Genial. Porque, claro, si me lo das hecho, ¿dónde está la gracia para que me comprometa? Todos sabemos que comenzamos nuestra vida con leche materna y luego pasamos a los alimentos triturados, donde alguien ha hecho lo que luego no nos quedará más remedio que hacer: masticarlos. Pero no podemos pasarnos así la vida. Masticando asimilamos mejor los alimentos. Algo parecido sucede con nuestras actividades profesionales. ¿O no?

Me asalta siempre la misma duda de fondo: personas diferentes aprenden de forma diferente. Hay quien necesita más seguridad (un marco organizativo) y quien prefiere terrenos menos estructurados, como es mi caso. Claro que si seguimos el discurso de Alfonso Vázquez y Maite Darceles, el trabajo cognitivo es el cambio fundamental y hay que tener en cuenta sus implicaciones. Ese trabajo cognitivo requiere una participación activa de la persona en la construcción de sus propios entornos de aprendizaje. Y por aquí navegamos en una paradoja irresoluble.

Cuando leo todo lo que Dolors escribe sobre entornos personales de aprendizaje no puedo sino observar una tremenda paradoja: parece que tratamos de generar el mejor de los contextos para que la persona aprenda. Pero, ¿con qué nivel de participación de la propia persona que aprende? ¿La cultura del sacrificio y el esfuerzo quedó enterrada para siempre a principios del siglo XXI aniquilada por los excelsos diseñadores de contextos en los que el conocimiento fluye y la gente aprende como si tal cosa? ¿Es necesario el dolor y la tensión? No, no, la felicidad de nuestro tiempo se aleja de esos estándares. Va de retro, Satanás. Morfina, analgésicos y, si no funcionan, droga social.

Si traducimos esto a lo que sucede de puertas para dentro en nuestras organizaciones, ¿se trata de diseño fino para que todo fluya sin tensión ni conflicto? ¿O quizá convenga organizar cuanto menos mejor para obligar a la persona a desarrollar al completo sus habilidades para coordinarse y no sólo para llevar a cabo un trabajo técnico? ¿Más incomodidad, más atención? No está nada claro y por eso recurro a las diferencias personales: no consigo encontrar «una» propuesta. ¿Hablamos de garantizar unos mínimos? Pero lo que es «mínimo» para ti puede que no lo sea para mí. Cada cual construye su choza de seguridad sobre cimientos emocionales.

Así pues parece que tenemos que admitir la biodiversidad organizativa. Un equipo de personas no querrán demasiadas constricciones organizativas y otro las necesitará para no estar pendiente de ellas y que su trabajo se centre en lo que considere importante. ¿Necesitamos una organización a la carta?, ¿diferentes modelos para diferentes equipos? Pero, ¿dónde surge la chispa que genera el compromiso de la persona con un objetivo compartido?, ¿hay que bucear en la motivación intrínseca de las personas y admitir que es una decisión única o es posible «provocar» a la persona, estimularla, para que su rendimiento mejore vía compromiso? Sea lo que sea, parece que tiene que ver con una relación diferente entre persona y empresa. El contrato de trabajo actual no es la base de una relación sana.

Así pues no parece que la cuestión sea la «cantidad» de organización sino su «calidad», la «forma» en que se ha definido… ¡y se sigue definiendo! Por aquí puede venir la clave: diluir la organización en la dinámica de trabajo, someterla a objetivos verdaderamente relevantes. Quizá la organización ha tenido demasiado protagonismo en la historia de la gestión. Sus grandes logros, sin embargo, siempre han llevado grabada la fecha de caducidad. Por tanto, parece necesario un relevo en el centro de la actividad empresarial: de la organización a la persona. Las implicaciones son bestiales porque todavía no estamos preparados para seleccionar «personas» sino que la guía es siempre el «puesto de trabajo», resultado de una determinada organización. Nos perdemos si buscamos primero personas que generarán una organización determinada y no al revés.

Otra alternativa es la artesanía. Al descender a la persona cabe considerar que la organización no existe. Es decir, no hay condicionantes externos determinados por otras personas que «me han organizado». Eso sí, siempre hay que tener en cuenta que hay un marco, un contexto o, si se quiere, una organización que resulta de cómo funciona el mercado con los diversos agentes implicados. Pero es evidente que retomar control directo sobre la forma en que uno mismo se organiza elimina en gran parte los problemas de «organización», valga la redundancia.

Así pues, como tantas otras veces, no veo una respuesta clara más allá de modificar los prismáticos con que observamos la organización. Desde la persona, desde la artesanía, adquiere una dimensión diferente. Aunque siempre con una sombra extraña que genera dudas. En El Arte de la Vida, Zygmunt Bauman lo deja escrito en su epílogo, que titula «De la organización y de organizarse». Que cada cual elija, por favor.

Por último, aunque no por ello menos importante, la lógica de la versión individualista de la «habilitación» promovida por la «economía de la experiencia» convierte la cooperación, el compromiso mutuo y la solidaridad entre compañeros de trabajo no sólo en superflua sino sencillamente contraproducente. […]

La «red» de relaciones humanas («red»: el juego interminable de conectarse y desconectarse) es hoy la sede de la ambivalencia más angustiosa, lo que enfrenta a los artistas de la vida a una maraña de dilemas que causan más confusión que pistas ofrecen.

Suerte en la búsqueda. Tranquilidad, hay otras cosas con las que disfrutar.

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4 comentarios

Jesús Fernández 12/09/2009 - 10:01

Me atrevo a decir que éste es un post importante. Hay claves, o me lo parecen, del futuro del trabajo… y yo creo que transformar las organizaciones no es sino transformar la noción de trabajo.
Vuelvo más tarde. A leer más despacio… y a comentar más despacio.
Gracias por la reflexión.

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cristian figueroa 12/09/2009 - 10:22

Alguien ayer me pregunto. donde puedo encontrar info sobre redes colaborativas ?, ya que en google no encontro. Esa pregunta nos demuestra que teniendo las herramientas a la amno para colaborar en red no las usamos, más aun no las observamos como parte de nuestra natura. El post nos muestra que nos llenamos de cosas complejas y no usamos nuestras propias ventajas humanas que estan en nosostros para tener vidas en red simplificadas y llenas de vida

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dreig 13/09/2009 - 07:15

Interesante, Julen…
Y curiosamente escribía sobre algo parecido, sobre proporcionar el engagement que tanto se han trabajado los creadores de videojuegos al elearning.

También pensaba hace poco sobre educación, formación online artesana. Muchas de las características de los PLE son compatibles o incluso llevan a poder trabajar desde ese punto de vista.

Un abrazo

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Jesús Fernández 20/09/2009 - 11:16

Me rindo… de momento.

Sobreorganización, EPA-PLE, ética del esfuerzo (y morfina, analgésicos o droga social), seducir o empujar, ¡seleccionar personas!… la artesanía (o menos)… y esa sombra…

Demasiados párrafos que exigen traducción y reflexión tras una tercera lectura. ¿O me estoy obcecando con esta entrada?

Estoy en que en cada uno cabe un post: casi salen de aquí otras 27 preguntas. Me lo llevo al cofre del tesoro de mi casa, a ver qué voy haciendo con él.

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