La habitación 327

by Julen

puertaAl fondo del pasillo se escuchaban ruidos. La puerta estaba cerrada pero eso no impedía escucharlos. Bien que no se distinguían las voces con claridad, pero era evidente que estaban discutiendo. El pasillo apenas si daba pistas. Un pasillo más. Quizá algo más estrecho de lo normal. Un rodapié color crema unía el suelo ya desgastado y la pared. El papel pintado era de los de antaño, soso, vulgar, sin más función que la de ocultar las vergüenzas que salpicaban la pared.

A ambos lados del pasillo las puertas. Sólo puertas. Detrás nada más que la imaginación. Porque ella nunca había abierto aquellas puertas. Sin embargo ya lo había supuesto todo; de cada persona, de cada inquilino. Había dibujado personalidades y había jugado a manipularlas. Eran creación suya, al margen de que tuvieran vida propia. Ella había asignado nombres, hechos, pruebas, coartadas. ¿Por qué no? Cada cual debía tener una razón. Las cosas no suceden nunca porque sí; por tanto, había que componer una escena, el resultado de una cadena lógica de acontecimientos. Aquellas personas, todas ellas, necesitaban una vida que justificara todo aquello.

Las voces llegaban a veces a ser gritos. Pero al rato recuperaban un tono más sinuoso y ordenado. Una especie de monólogo de voces que requería de algún grito que otro para dar coherencia a la escena. La puerta cerrada. Blanca. Detrás la ficción hecha realidad, la mezcla turbia de deseo y frustración. Dos personas desde sus camas. Porque ella quería que así fuera la historia. Las postraba en cama para que las escenas sólo ocurrieran en la imaginación. Pasar a cumplir los deseos era chocar con el mundo y herir a demasiada gente. La puerta sólo cerraba el paso a lo que había sido diagnosticado como trastorno obsesivo compulsivo. Pero eso es lo que dice el curandero, que se creía cuerdo. Pobre imbécil. Ella le había descubierto.

Era la habitación 327.

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La foto es de purplemattfish en Flickr.

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