Mediterráneo

Es diferente mirar el mar. Es diferente mirar la mar. Aquí en el Mediterráneo el mar es plano, uniforme, es diferente. Llega hasta las palmeras de forma monótona pero constante, con una constancia compulsiva y lenta. Es un mar con horizonte tenue, que juega junto a la costa a no desperdiciar rayos de sol. Se le mira diferente y huele diferente.

Son mañanas junto a la playa donde muchas personas comparten pensamiento con el mar mientras pasean. Gente de edad, gente joven. Son mañanas sin niños: esta es la otra diferencia. Este mar es mar de ciertas visitas según qué horas. La primera hora de la mañana es el hueco donde el colesterol y la hipertensión toman la responsabilidad de depositar caminantes junto a las olas silenciosas. El tiempo pasa mientras los pensamientos huyen hacia otros lugares y hacia otros tiempos.

Evito su masificación porque es fácil hacerlo. A pesar de toda una imagen de ignominia construida en años del rey ladrillo. Impresionantes los otros mares junto a la cosa. Mares de adosado, de sinsentido y de nuevos estilos de vida. Hasta cierto punto enfermos, hasta cierto punto tristes. Otros mares que han subvertido el orden natural. Mares insostenibles de pequeños seres humanos hacinados como hormigas, unos junto a otros, todos en procesión, centro comercial mediante.

El Mediterráneo es lugar de otoño, de invierno, de primavera. El verano es para profesionales del calor. Verano, verano, verano. Tremenda contradicción frente a quienes recorren sus aguas en procesión vital. En barcazas que dirigen su proa al paraíso del norte, el lugar donde todo es más fácil. Cuesta pensar que también este mar separe a las personas y sea tumba de esperanzas.