El mundo cabalga sobre una escombrera de momentos
donde la multiplicidad de lo breve engaña la mirada.
El vertedero de desdichas está repleto de momentos
que tratan de encontrarse entre las multitudes.
Una competencia feroz por hacerte caer en la cuenta
de que ese mensaje merece un alto en el camino.
Ese y no otro. Aunque el otro juegue a la remezcla.
Donde nada se fija porque todo resbala voluptuoso.
Hubo una vez un mundo de grandes obras y sentido épico
pero perdió la madre de todas las batallas:
sus inmensos ojos se perdieron ante infinitos momentos.
Contenidos que colisionan y se fragmentan para reaparecer
bajo la tiranía del momento: tienes tres minutos.
Esos momentos de gloria se funden en la inmundicia
de un estercolero donde las flores están echando raíces
en la fértil tierra de las heces del conocimiento humano.