El mal de las organizaciones locas

by Julen

forges-vacas-locasEs evidente que hay organizaciones tóxicas, de la misma forma que hablamos de edificios enfermos o de personas con delicado estado de salud. Las organizaciones tóxicas pueden (mal)vivir muchos años. Contamos con ejemplos numerosos. Nadie puede sorprenderse. Gente quemada y empresas que supuran con regularidad, a veces con más intensidad, a veces con menos, pero de forma constante. Encefalopatía espongiforme organizacional.

Estas organizaciones conviven con un montón de porquería bajo sus alfombras. La mayor parte del tiempo permanece oculta y no surge hasta que algo actúa de detonante. Éste puede disfrazarse de mil formas y colores: un proceso de selección interno, un proyecto que se tuerce, una reunión que se enquista. Cualquier motivo sirve. Toda esa porquería oculta, activada por una imprevisible palanca, explota con virulencia.

Esto es grave por la cantidad de energía que atraen este tipo de asuntos. Y es así porque funcionan como atractores que conforman a su alrededor un complicado y potente nudo de relaciones que consume más y más tiempo. Hay quien vive para destapar la mierda, hay quien disfruta de forma patológica en ese tipo de movidas y hay quien, incluso, obtiene energía de estas tensiones macabras. De todo hay en la viña del señor. Personas afectadas por el mal de las organizaciones locas. Una enfermedad donde las relaciones causa-efecto han devenido circulares. No sabes dónde empieza el lío; sólo sabes que la bronca es recurrente. Sabes que ha sucedido, sucede y seguirá sucediendo. Es cuestión de esperar al momento adecuado.

¿Cómo desenvolverse cuando hay mierda de fondo? Sólo veo dos salidas. Una tiene que ver con entrenar día sí y día también la conducta estoica. Hay que aliarse con Zenón y acudir al pórtico de Atenas cada día para vivir de acuerdo con la razón, sin dejarse afectar por este tipo de asuntos. A fin de cuentas, quizá sea una necesaria válvula de escape de otras situaciones aún más graves.

La otra opción, claro está, es la de retirarse del juego. Puede plantearse un discreto renuncio o un sonado ¡hasta aquí hemos llegado! Esta opción siempre hay que contemplarla de acuerdo con la gravedad que nos aqueja como personas. Claro que lo de dejar la empresa, aquí en nuestra cultura al sur de Islandia, se lleva muy mal. La obediencia debida sigue siendo un valor. Pero no cabe duda de que seguir conviviendo con personas u organizaciones enfermas genera círculos viciosos que atrapan. Y ten en cuenta que mientras nadie venga a decirnos lo contrario, por aquí pasamos una sola vez. Disfrútala.

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9 comentarios

Antonio 11/03/2009 - 09:02

Cojonudo, Julen. Como siempre, pones el dedo en la llaga. Excelente. Aunque opino que debe de haber (un chiste contable;) maneras de cambiar ese tipo de tnedencias circulares, o recursivas. Ya estudiaremos, cómo.
Un abrazo

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Aitor Bediaga 11/03/2009 - 09:44

Cuanta razón! Yo no soy fiel seguidor del estoicismo y eso de ir a Atenas todas las mañanas lo llevo mal. Por eso siempre he optado y optaré por la segunda opción. Y os aseguro que no es una decisión fácil. Dependiendo en la situación que uno se encuentre puede ser más o menos difícil. Si tienes una hipoteca que te está sangrando es difícil renunciar a tus ingresos aunque solo sea por unos meses… Yo por mi parte, decidí salir de ese círculo tán rápido como pude. Lo bueno era que no llevaba carga en la mochila, es más, no llevaba mochila. Iba con lo puesto.

«Encefalopatía espongiforme organizacional» ¿Qué pensará el Dr. House de esto? 😉

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dan3 11/03/2009 - 10:36

GREAT!

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Jorge 11/03/2009 - 11:03

Excelente! Seguro que a más de uno le ha picado o le va a picar allá donde no alumbra el sol.
Saludos Santiagueños.

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Pedro Roser 11/03/2009 - 18:13

Muy bueno. Mientras lo leia, intentaba recordar un empresa que encajaba en todo lo que indicabas. La verdad es que a veces «esa mierda» es «vomitada» por una sola persona y lo que duele, incluso mas que el vomitador, es el silencio cobarde de algunos. Silencio que engrandeze al vomitador y hace hasta bonito el vimitado.

Disculpen el vocabulario, pero es algo que tengo muy sensible.

Lo dicho, MUY BUENO.

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Silvia_ncuentra 11/03/2009 - 20:57

Yo soy 2 al cuadrado. Opté por la segunda opción dos veces, a cada cual más heroica si tenemos en cuenta las circunstancias de ambas situaciones. Y cada día que rememoro ambos dos episodios vitales-laborales tengo más claro que la sensación de culpa que te quiere hacer sentir esta sociedad (empresarial) por tu «infidelidad» («has mordido la mano que te da de comer», te dicen) ha de acabar en el cubo de la basura.
La culpa, en su sentido más «judeo-cristiano», no debe ser un freno para decidir salir del bucle encefalopático fungiforme organizacional. Qué gran definición la tuya!
Hoy puedo decir que me han dado el alta y que me siento recuperada! ¿Tendré que hacerme revisiones semestrales???

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Alejandro Carballo 12/03/2009 - 14:20

Aqui os dejo mi humilde aporte al tema, aunque con una mirada un poco más general y metafórica: http://eldevenir-neocoach.blogspot.com/2009/03/cuando-un-rio-cabe-en-una-botella.html

Espero les sirva, un saludo

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Anna 12/03/2009 - 19:05

Y cada día que pasa los ciclos vitales son más cortos en una organización enferma. Ante la imposibilidad de gestionar los numerosos parches que se generan (que no soluciones valientes), la petición deriva al «reset», debes poner el contador a cero y olvidar las evidencias, lo acumulado. Lo cual nos recuerda que muchos avanzamos peligrosamente hacia sentirnos más recursos y menos humanos.

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Julen 15/03/2009 - 21:12

@Antonio, a veces no parece fácil, no creas. La huida siempre es una alternativa.
@Aitor, House la inflaría a drogas, seguro… después de hacerla sufrir, claro.
@dan3, @jorge, gracias, gracias.
@Pedro Roser, disculpado 😉
@Silvia, cúidate, que 3-0 ya se entiende que es goleada jajaja
@Alejandro, gracias por tu texto, hay muchas botellas que atrapan tempestades.
@Anna, yo le di al «reset» porque si no, me iba al abismo.

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