Sobreestimulación

by Julen

Hace cosa más de un mes leí en El Diario Vasco una entrevista con Carl Honoré, el tipo que escribió el best seller Elogio de la lentitud y que ahora publica Bajo presión. El titular decía: «Nuestros hijos han perdido el placer de aprender porque están sobreestimulados«. Es un asunto al que llevo dándole vueltas un cierto tiempo. Mucho estímulo de información + mucha tecnología = Riesgo evidente de generar monstruitos. O no. Bueno, sí, el riesgo está ahí. Pero quizá podamos plantearnos la conveniencia de gestionar el riesgo. Eliminarlo es demasiado complicado y no sé si resultaría contraproducente, pero conviene tomar postura activa.

La sobreestimulación es signo de nuestros tiempos. Y cuidado, porque no tenemos que pensar que se trata de un dulce bombardeo intelectual que nos enriquece tras cada impacto. No, la mayor parte de las veces es estimulación que tiene que ver con desatar nuestras ansias de consumo y no con proporcionarnos la oportunidad de aprender cosas útiles. Incluso cada fragmento «informativo» que llega a captar nuestra atención y que es lanzado desde un medio de comunicación de masas tiene detrás -lo siento- la firma de su amo. Porque en el mundo pre-2.0 la información compartida sigue siendo poder. La información con la que nos bombardean es su gran herramienta de poder. Eso creen al menos.

Cerrar ojos y orejas ante la avalancha es una opción, pero aún más útil es desarrollar la atención selectiva. Esta sí que es una gran herramienta. Aprender a seleccionar sobre la base de criterios explícitos, decir que no, practicar la asertividad un día sí y otro también. Y la tecnología puede ayudarnos a ser personas asertivas. Quién lo iba a decir. Pues sí, tecnología para la asertividad: filtros bien utilizados.

Carl Honoré decía en la entrevista que cito:

Las Universidades más poderosas del mundo envían el mismo mensaje: hay que hacer menos para hacerlo mejor. Para que las cosas tengan un significado. Con tiempo entre las actividades para estar solo, tranquilo, dormir la siesta o estar con los amigos sin prisas, sin agenda y sin objetivos.

Es una idea simple: salir de la vorágine de lo cotidiano para entrar en nuevas dimensiones de aislamiento relativo. No es que cuando leí El elogio de la lentitud me gustara mucho, la verdad. Pero comparto con este hombre su preocupación por la «celeridad» y el «no hay tiempo para nada». Creo que aflojar es muchas veces sinónimo de más eficiencia, si quieres verlo así. Menos es más, cuanto más despacio, más deprisa. Hay algunas pistas para cambiar la forma en que aceleramos el mundo. La fragmentación de los trabajos parece consustancial a nuestra vida moderna. Pequeños twitteos, cápsulas de sensaciones administradas por vía tecnológica unas cuantas veces al día alimentan nuestra existencia.

Dentro de ese furor, hay que generar oasis para perder el tiempo. Puede ser el enfoque crítico de la tecnología del que suele hablar Tíscar Lara, o esa otra forma de entender los territorios que comentan siempre Juan Freire o Manu Ederra. Esa distancia respecto al hecho es fundamental. Dejar que el placer intervenga asumiendo el riesgo -nos acompaña siempre hasta cierto punto- de que equivocarse es parte del juego. ¿Podemos entrenar la resiliencia? No sé, Eskorbuto lo cantó hace muchos años: Mucha policía, poca diversión.

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1 comentario

Mercurio 09/12/2008 - 19:04

Se me hace raro verte en esta, la nueva casa, y no ver tus colorines y tus formas de siempre … … bueno nada que el tiempo no arregle 😀

¿De verdad el problema es la sobreestimulación? Hay una idea que no deja de rondarme, si cada vez hay mas informacion, mas facilidad para llegar a esa informacion, cada vez exigimos que tenga mejor presentacion, y todo eso es bueno, pero sigo pensando que no prestamos la misma importancia al fondo que a la forma. ¿Donde dejamos la calidad de esa informacion? ¿Por que no nos preguntamos si esa informacion es valida? ….
Ahhh si es verdad, que eso implica pensar y es cansado.

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