Empresas y transformaciones

by Julen


El jueves en el Foro Hobest estuvimos un par de horas danzando alrededor de las posibilidades de transformar algo, sea lo que sea, a través de las organizaciones. Mi postura, anclada extrañamente en un pesimismo optimista es bien simple: transformar algo usando la empresa como medio es hoy en día algo con lo que hay que tener cuidado. Me voy explicando, aunque sea sábado 😉

La empresa hace tiempo que domina el planeta. Al menos un tipo de empresa, grande, multilocalizada y dispersa en su esencia y en sus formas. La privatización de esto y de lo otro, hoy y mañana, ha ido provocando que, lo queramos o no, estemos en sus manos. Las zapatillas que llevas, la camisa, tu coche, los muebles de tu casa (enhorabuena si la tienes), tus posesiones materiales, todo eso llega de empresas. Empresa, motor de riqueza; empresa, poder económico. En esto no hay mucho que rascar.

Pero las empresas tienen competencia. Claro, otras empresas. No… bueno, sí, eso también. Me refiero a que a las empresas hace tiempo que les ha salido un grano que molesta bastante: sus las personas. Porque la última línea de la cuenta de resultados se ve reducida por otra línea que se mueve algunas casillas más arriba y que dice: gastos de personal. Sí, las personas se han convertido en la competencia de las empresas, al mismo tiempo en que son su base para que la cifra de ventas crezca. Un buen lío: el enemigo en casa y el aliado en casa. Tu decides la carga de pesimismo u optimismo que quieres colocar en la balanza.

Las personas compiten contra las empresas cuando, como sociedad, observan sus desmanes. La lista es inmensa y de vez en cuando, según el grado de beligerancia, la pelea salta a las páginas de los medios tradicionales, se trate de Greenpeace contra la central de Garoña o de los currelas de Nissan contra su (des)empleador. Las personas nos sentimos «distintas» en la empresa. Allí rigen otras normas y hay que sobrevivir en una selva que casi nadie de nosotros hemos diseñado. Llegamos, vimos que había que andarse con cuidado y así nos va.

Mientras tanto, las empresas tratan de recuperar terreno por vías esotéricas. Ahora tenemos con nosotros los programas para el crecimiento personal. La empresa los proporciona para hacer de nosotros mejores personas, más altas, más fuertes, más rápidas. En la pendiente del progreso humano personal, la empresa se coloca de nuestro lado y nos anima a dejarnos caer en manos de nuestro equipo con fe ciega. El monstruo de dos cabezas usa una de ellas para que nuestras habilidades personales y nuestra autoestima crezca: como dijo alguien el jueves pasado, ahora tienes la obligación de hacer un curso de automotivación. Que no lo ves claro; pues lo siento, en esta empresa es obligatorio automotivarse.

Pero las cosas allá dentro de las empresas siguen sin cambiar. En tiempos de crisis hay que soltar lastre. Pesadas cargas que acuñan el acrónimo de moda: ERE. Expediente de regulación de empleo, desde un lado. Desde el otro, a la puta calle, que diría Antúnez. La empresa con (menos) personas, la vieja cantinela que desborda por generación espontánea en el management actual. Lee «menos» según tu estado de ánimo. Si vives en los mundos de Yupi puedes evitar leerla. No pasa nada; siempre hay excepciones. Quizá tengas la suerte de participar de una de ellas.

Ulrich Beck hace más de diez años escribió en su libro ¿Qué es la globalización? unas cuantas frases lapidarias. Ahora aquellas tétricas predicciones se han cumplido. El monstruo de dos cabezas llamado empresa, gobernado por lo mejor del management formado en las mejores escuelas de negocios del mejor mundo posible, nos ha conducido a una curiosa crisis. Decía Beck:

«¡Vivan los beneficios, mueran los puestos de trabajo!», leemos en Der Spiegel. «Un milagro económico especial tiene atemorizada a la nación. En las empresas se ha inflitrado una nueva generación de altos ejecutivos que rinden culto, a imitación de EEUU, a la acción bursátil. Resultado fatídico: la bolsa recompensa a los destructores de empleo».

Así que ahora, cuando queremos transformar, cuando queremos que las personas se realicen en sus puestos de trabajo no cabe duda de que hay que andarse con ojo. Las condiciones de partida no son las mejores. Las empresas han maximizado su objetivo de generación de riqueza. Pero lo peor es el reparto tan poco equitativo entre quienes intervenían en la generación de esa riqueza.

Las personas, por si acaso, no se fían de las empresas. Se defienden porque, si no, lo mismo pierden la salud o cualquier otra cosa que aprecien. La sociedad del siglo XXI ha traido consigo la posibilidad de que sepamos más de cómo funciona el chiringuito. La transparencia -cuidado con ella- nos permite conocer mejor al monstruo con quien estamos tratando. Lo peor de todo es que se no sabe dónde está la responsabilidad. ¿Son personas concretas?, ¿quiénes son?, ¿es alguien en particular?, ¿son sus directivos?, ¿sus jefes?, ¿la infantería? Cada vez es más difícil encontrar responsabilidades concretas. Las leyes simplifican el mundo y mandan a la cárcel a una persona en representación de la entidad. Pero todos sabemos que eso es más complicado.

Yo no creo que debamos «transformar» tomando como partida la empresa actual. Hay que cambiar las condiciones de partida para que las personas juguemos a calzón quitado. Necesitamos proyectos ex novo. Aunque las nuevas iniciativas queden enmarcadas en el sistema actual, como también lo están las viejas empresas. Pero necesitamos aire fresco, un punto de partida diferente, un reparto del poder no tan insultantemente asimétrico como el que se da en la empresa actual. Necesitamos hacerlo, si se quiere, desde una empresa más democrática (en el sentido que comenta Gary Hamel en su último libro).

Ya sé que me pongo pesado, pero necesitamos otro marco de referencia. Yo, con las reglas actuales, no me pongo a transformar (casi) nada. Disculpas por la chapa sabatina. Enhorabuena si has llegado hasta aquí. Háztelo mirar.

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7 comentarios

josu 22/11/2008 - 23:12

Hola Julen,

¿a qué tipo de transformación te refieres? Si abarca una transformación cultural entiendo que ésta depende íntegramente de las personas y consecuentemente el concepto de Empresa como «totem» (comparto las reflexiones de Alfonso Vázquez en su último libro…) pierde todo su valor. Si hablamos de «transformar» personas…creo que tendremos que esperar alguna que otra generación, más aún considerando que, en mi opinión, la primera transformación debería partir del mundo educativo.

Con esta reflexión no quiero lanzar un mensaje negativo. Tenemos ejemplos cercanos que demuestran que se pueden transformar los equipos de personas, siempre, eso sí, si contamos con las personas adecuadas…

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ALyCie 23/11/2008 - 01:38

Bueno, las personas físicas son los únicos sujetos de derecho. Si quitamos los derechos usurpados por las personas jurídicas, transformándolas en puras empresas o industrias, no se les podría calificar como empresa jurídicas o industrias jurídicas.
Conceder derechos personales a las empresas, ha sido el pasador que sujeta la chaveta, que soporta la rueda de la locomotora … que nos atropella.
¡Hay que quitar ese pasador! Las empresas no son personas jurídicas, pues no van a la cárcel ¡Qué razón tienes!
¡Salud en tiempos de crisis!

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Uxío Malvido 23/11/2008 - 12:43

Hay de todo no? A veces nos ponemos a simplificar y metemos a todas las empresas y sus directivos en el lado oscuro de la fuerza y nos quedamos tan anchos. No me extraña que así renunciemos a transformar.

Cada vez hay más gente dentro de las empresas dispuestos a apoyar otro modelo de funcionamiento. Otra cosa son los ritmos del cambio…

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Germán 23/11/2008 - 13:36

Las empresas están, y algo habrá que hacer con ellas o mejor dentro de ellas. Otra cosa es que las transformaciones más radicales surjan fuera de su espacio.
Los consultores vivimos de las empresas. Yo no veo un mundo fijo, inamovible, hay cambios aunque no siempre hacia delante.

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Alfonso 23/11/2008 - 15:42

Creo que el pesimismo que destila Julen tiene que ver con un enfoque de la “transformación” que yerra el tiro de antemano. El problema no está en cambiar –por cambiar- las organizaciones ni en modular a las personas para que sean diferentes, ya que esto es una “tarea” sin solución posible. Si Berlanga conociese este “nuestro mundillo”, seguro que se le ocurriría hacer una película en la que el “coach” de moda imparte cursillos a las prostitutas del pueblo para que, además de alquilar su cuerpo al cliente, le den deseo y pasión, “automotivándose” para ello, y así incrementen su “competitividad”…
El tema de fondo está en la mutación histórica que se ha producido en la esencia del trabajo y las brutales contradicciones que, desde la inmanencia del desarrollo del sistema, se producen entre el trabajo cognitivo en expansión y las relaciones de producción (incluyendo, por supuesto, estructuras, culturas, etc.) establecidas –y explicativas- de la lógica capitalista. Pero de esto ya hablaremos…

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Odilas 23/11/2008 - 20:08

Me lo haré mirar ;-!

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Julen 24/11/2008 - 07:10

@josu, respecto al concepto de transformación, espero que lo podamos aclarar a través de las discusiones del Foro Hobest. Hay varias líneas posibles y quizá debamos aclarar enfoques. Admite muchos puntos de vista, quizá demasiados. Por otra, excepciones siempre las hay, pero son eso: excepciones.
@ALyCie, este el punto de partida del documental La Corporación.
@Uxío Malvido, me alegro de tu optimismo, pero no lo comparto.
@Germán, los consultores vivimos de ¿las empresas? Yo diría de «algunas de ellas». Hay que buscarlas, aunque cuesta lo suyo encontrarlas.
@Alfonso, ya hablaremos sobre la inmanencia… no llego a verlo claro.
@odilas, con cuidado 😉

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