Toda innovación es social es un pequeño artículo que publiqué (con alguna pequeña modificación) el pasado miércoles día 30 de septiembre en euskera en Blogis, el blog del área de Innovación Social de Innobasque. Lo reproduzco aquí en castellano. Además, al hilo de una estupenda contribución de Alfonso Vázquez en el Foro Itaca, Innovar en la crisis, he pensado dejar aquí esta versión para buscar argumentaciones que enriquezcan el análisis de lo que está sucediendo hoy en día con la que está cayendo.

Toda innovación es social

No cabe ninguna duda: una innovación que no se socializa no es tal innovación. Por tanto, toda innovación debe ser social. Otra cosa es que el objeto de la innovación tenga que ver con aspectos tradicionalmente denominados «sociales». Y el diccionario de la RAE, en su segunda acepción, define la sociedad de esta forma:

Agrupación natural o pactada de personas, que constituyen unidad distinta de cada uno de sus individuos, con el fin de cumplir, mediante la mutua cooperación, todos o alguno de los fines de la vida.

Sin embargo, la innovación ha sido, en gran parte, aprehendida por el sistema económico. Las empresas innovan porque alguien les ha dicho que, si no, van al agujero. Por tanto, no es asunto de su elección. Al menos, este es el discurso oficial. Entonces, ¿las empresas innovan también socialmente? Bueno, parecería que algunas son capaces de hacerlo en la medida que se sienten de veras parte de la sociedad y no se sometan en exceso a los rigores invernales de sus cuentas de resultados. Decimos esto en tanto que «social» y «ánimo de lucro» a veces no alcanzan una buena convivencia. La cuantificación en euros mediatiza en exceso lo que la empresa hace.

Daniel Innerarity nos proponía hace unos días a quienes formamos parte del i-talde de conceptualización de la innovación social si añadir el adjetivo «social» a «innovación» no será, en sí misma, una redundancia. Quizá complicamos las cosas demasiado y haya que someter a una dieta de adelgazamiento al propio concepto de «innovación social» para dejarlo en su esencia, sin la tentación de apellidarlo de tantas y tantas formas. De nuevo otra llamada a la simplicidad. Innovación, y ya está. ¿Social?, ¿acaso puede no serlo?

Y, por último, otra referencia que nos complica: la insistencia en dotar de reglas y predecibilidad a la cosa que sea la innovación social. En sí misma, la innovación quizá la interpretemos mejor bajo la perspectiva de Heráclito y, hablando con un poco de rigor, debamos asumir que no puede repetirse; siempre será distinta. Así que, mejor que ocurra. Será la mejor manera de que podamos teorizar sobre ella.

Innovar bajo el paraguas del sistema oficial tiene, desde luego, el peligro de reproducir las dinámicas existentes, pero no solo, sino también de fortalecerlas y servir de autoengaño para la sociedad. El sistema se apodera de la periferia, le aplica varias capas de cosmética, utiliza las mejores técnicas que provienen de la psicología social y hace creer a la persona que se preocupa por su felicidad.

En el fondo, cada vez que veo que empresas del tamaño de Endesa han decidido -siempre espero que sea una campaña de algún creativo que se la ha colado sin más- que tienen una misión más allá de entregarnos electricidad de forma fiable y sin estropear (hasta donde puedan) el planeta, siento escalofríos. Si piensan en los hijos de mis hijos, es como para empezar a pensar en las barricadas. Cuando veo que Repsol utiliza esquemas de autorrealización, pirámide de Maslow en mano, en su ataques publicitarios sólo puedo pensar de una forma: es vomitivo. Si echando gasolina vas a conseguir tu plena realización como persona, eso quiere decir que este mundo se va a la mierda. Eso sí, mientras tanto, siguen las multas: ahora 19,8 millones de euros para Repsol a cuenta la «mafia de la parafina».

De veras os recomiendo la lectura del artículo de Alfonso Vázquez. Buen fin de semana. Disfrutad lo que podáis. Incluso, si os apetece, dejad todo esto para otros días de la semana. Eso sí, tomaos un par de minutos para ver estas dos salvajadas. Relajaos y disfrutad. Y si queréis sudar neuronas, podéis ir a la librería que tengáis más a mano y comprar el último libro de Alfonso: Estrategias de la imaginación.

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3 comentarios

Lula Towanda 04/10/2008 - 11:58

Escalofriante publicidad. Da yu-yu.

Creo que hay histeria de innovación. No hay ideas y hay mucha ansia por innovar. Se podría parafrasear el refrán: Innovame despacio que tengo prisa.

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Yoriento 04/10/2008 - 13:33

Pero curiosamente si esta publicidad nos parece especialmente abyecta es porque es bastante explícita, resultan muy evidentes sus intenciones.

El problema está más en las miles de pequeñas acciones de las que no somos conscientes y que cotidianamente moldean nuestros intereses y motivaciones, y que generalmente aprendemos por modelos, por lo que hacen los demás.

La conciencia detecta mejor la publicidad audiovisual, por muy manipuladora que sea, antes que la publicidad encubierta, basada en la invitación a hacer lo que hace «todo el mundo».

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Social everywhere | Consultoría artesana en red 09/12/2013 - 05:30

[…] aquí dentro. Lo hemos aceptado como parte del paisaje. Es social o no es. Como la innovación: si no fuera social no sería innovación, aunque ahora reclame más protagonismo. Como la “persona humana” donde nada aporta el […]

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