Empresas, multas y el Lazarillo de Tormes

by Julen

Las empresas pactan precios para ganar dinero. Ha pasado, pasa y pasará. Así, entre multitud de ejemplos donde elegir, tenemos los casos ya condenados del precio del clorato de sodio, la goma sintética para la fabricación de neumáticos, los asfaltos o la fabricación de ascensores. Pero quizá tengan más repercusión esos otros que llegan más cerca de nuestra vida cotidiana: los pactos de tarifas entre operadoras de telecomunicaciones, entre las distribuidoras de carburantes… o entre las cerveceras. Es moneda corriente convivir con empresas multadas por diferentes órganos de la Administración.

Así que pasan por los tribunales muchas grandes empresas. ¿Será que forma parte del juego y que compensan los beneficios si no te pillan? ¿Algo así podríamos decir de la pérdida de vidas humanas en sectores como el de la construcción? Qué miedo.

Quizá aquí vivamos en el mundo del pillo. Quizá estemos influidos porque hemos sabido de un género que provoca cariño y sonrisa: la picaresca. Así que si puedes engañar, ¿vas a ser el tonto que no lo haga? Todos los demás van a hacerlo, ¿no? Ya tenemos la razón. Alguien está robando en un supermercado. Es un pequeño hurto, poca cosa. ¿Qué hacer?, ¿denunciar? Mejor te fijas cómo lo hace, para ver si luego puedes hacerlo tú. Mira, fíjate: ¡qué arte tiene! Y si eres un poco echao palante, allá vas detrás. ¿Es esto lo que hacen empresas y personas porque viene de serie en el equipamiento genético?, ¿sólo cambian las escalas de las acciones? No lo creo así.

Claro que luego la casta y pura empresa tiene que parecerlo. Y llega la responsabilidad social corporativa para que la mano izquierda no sepa lo que hace la mano derecha. Porque esas empresas multadas elaboran sesudas y argumentadas memorias en las que explican que son buenas, que se preocupan por el mundo en que vivimos, que sus valores nos defienden del mal. Y ahí es donde llega el problema en un mundo que se transparenta cada vez más. Aparece la incoherencia y de ahí el siguiente paso es la hipocresía.

Pero ¿hay empresas que no hacen trampas? Claro que las hay. Y son muchas. En gran parte anónimas para el gran público, porque no rellenan voluminosas memorias de responsabilidad social corporativa. ¿Y entre las grandes corporaciones?, ¿las hay que se salvan de la quema? Aquí es donde me surge la duda. Porque para crecer, para subir alto en los rankings, para ganar a los demás, es difícil vivir al margen de lo ilegal. En pequeña escala puede ser picaresca, pero en gran escala es otra cosa. Cuando eres grande tienes poder. Y el poder es un arma capaz de todo.

La picaresca es un género que se caracteriza por su determinismo (tomado de la wikipedia):

(…) aunque el pícaro intenta mejorar de condición social, fracasa siempre y siempre será un pícaro. Por eso la estructura de la novela picaresca es siempre abierta. Las aventuras que se narran podrían continuarse indefinidamente, porque no hay evolución posible que cambie la historia.

Las grandes corporaciones no pueden vivir sin sus departamentos de imagen y relaciones públicas. Saben que no pueden jugar a la picaresca, porque ese es un juego reservado a quienes no tienen la condición de hidalgos. Saben que, además, van a recibir los actos pícaros de quienes sienten que robar a un ladrón no es mayor problema porque tienes cien años de perdón. Total, ¿quién eres tú con tu picaresca para influir en la gran empresa que está robando a gran escala?

Cada vez más pienso que la clave está en la dimensión humana. Hay un tamaño a partir del cual las empresas salen del círculo de lo emocional. Yo lo coloco más allá del número de Dunbar. Pero, inteligentes, saben que la conexión emocional es una de las grandes claves para provocar actos de compra. Así que se lanzan ladera abajo en busca de elaboradas historias donde los sentimientos son el puente de oro hacia el consumo. Y surgen los vomitivos anuncios de Endesa, Repsol o de cualquier fabricante de vehículos.

Cada vez más pienso que la clave está en la dimensión humana de las empresas. Cuando la pierden, perdidas están.

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3 comentarios

Josep 26/08/2008 - 10:18

La idea de dimensión humana de las empresas, me parece muy interesante no solo desde una perspectiva concreta, la emocional, también desde una perspectiva global. Las grandes empresas alcanzan dimensiones que las hacen claramente ingobernables, demasiadas veces ineficientes y dificilmente innovadoras, con capas y niveles organizativos infinitos y con procesos de decisión muy lentos y complejos.

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Julen 27/08/2008 - 06:38

josep, esa idea de trocear en unidades de dimensión humana y con capacidad de decisión real es, para mí, una de las esperanzas de que las empresas se conviertan en algo digno para las personas.

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Lula Towanda 30/08/2008 - 23:41

Tengo pendiente escribir algo sobre las grandes empresas. Tienen dos caras: el frente de guerra (líneas de negocio) y la corte (la corporación). Esta última es la más oscura y cínica y la que se ocupa de responsabilidad social.

A mi los anuncios de coches me gustan porque parece de cualquier cosa menos de coches, pero el de Endesa, de baba tan explicita, me produce nauseas.

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