Coherencia y surrealismo empresarial

by Julen


Ayer estuve comiendo con mi gerente favorito y fue un placer, cómo no, conversar sobre lo que tenemos entre manos cada uno en nuestra actividad profesional. Él en una nueva etapa al frente de una cooperativa de MONDRAGON y yo en mis diversos proyectos con varios clientes. Durante la comida acabamos manejando en varias ocasiones una palabra importante: la coherencia. Sobre todo coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. Y es que me temo que demasiadas veces la perdemos en el camino.

Fijaos la cantidad de líneas que han salido de este blog. ¿Soy coherente con lo que aquí digo? Con toda seguridad, no todo lo que sería necesario. Las ideas muchas veces van por delante pero luego cuando hay que ponerse manos a la obra aparecen los fantasmas más insospechados. Hacer lo que decimos supone tomar riesgos, supone comportarse de otra manera, de una forma que quizá sorprenda y que no genere demasiadas adhesiones.

Así que la coherencia se nos va quedando por el camino, un poco aquí, otro poco allá. Nada grave a simple vista. Son sólo pequeños detalles. Pero de detalles y ejemplos se modela el comportamiento. Y ahí fracasamos. Porque ser coherente es muy, muy complicado.

El modelado de las conductas de las personas en las empresas se ha ido produciendo a lo largo del tiempo. En algunas cooperativas es un olor, una forma de saludarse, unos rituales incomprensibles, un control social tremendo, una homogeneidad opresiva. Está en el ambiente. Flota en el aire desde que pisas la recepción y ves el color marrón de unas butacas desgastadas y el tresillo con revistas amontonadas que hablan de lo que fue y lo que ya no es.

Uno querría cambiar muchas cosas. Me gustaría que las empresas se miraran más a sí mismas para analizar la coherencia de su comportamiento global. Lo digo porque muchas empresas, grandes y pequeñas, han sido cómplices de comportamientos nocivos para sus personas. Forman parte de una economía de mercado que aceptan como ecosistema pero que no es ajena a sus consecuencias. Las empresas juegan un papel en la ruleta del bienestar social. A veces cae negro y a veces cae blanco. Pero a diferencia de la ruleta, en el caso de las empresas no es una simple cuestión de azar. Las empresas pilotan sus destinos y tienen que ser coherentes con sus discursos.

Cuando volvía en el coche hacia Bilbao, venía pensando que sí, que hay gente que quiere ser coherente en puestos directivos. Pero incluso con esa intención, a veces la propia empresa en su conjunto pierde la coherencia. Porque sus unidades de medida son incorrectas. Son unidades pegadas en exceso a la generación de riqueza económica a corto plazo. Y esto en el caso de las cooperativas por ejemplo conduce a una sangrante conclusión: son un modelo estupendo cuando hay retornos, cuando hay resultados positivos. Acostumbran a la gente a meter dinero. ¿Salario? No, aquí tienes que sumarle tus retornos. Pero, claro, el modelo se vuelve perverso cuando vienen mal dadas. De hecho creo que podríamos hablar de dos tipos de socios en las cooperativas: quienes han conocido épocas malas y han sufrido en sus bolsillos los efectos del extorno y quienes no lo han conocido.

Las empresas a veces me parecen seres irreales que habitan un mundo deformado. Como si se hubieran introducido en un cuadro surrealista y se desenvolvieran allí con unas reglas que no son las de este mundo. Allí el lenguaje es diferente y las empresas actúan con extrañas motivaciones, al margen de las necesidades humanas o de lo que sea bueno para el conjunto de la sociedad. Las empresas se desbocan, su vuelven tiranas en sí mismas y buscan su superviviencia en un mar ultracompetitivo donde hay que aplastar al vecino porque es la mejor manera de seguir vivo. Y da igual que allí dentro habiten personas.

Imagina que tienes 52 años y estar en un momento álgido de tu vida intelectual. Tu empresa te ofrece una prejubilación y tú sabes que la ve con buenos ojos, que incluso el guiño es el de que mejor si lo aceptas. Y con 52 años sales del surrealismo empresarial. ¿Para cuándo una exposición? Podríamos llenar salas de cientos de museos con obras del surrealismo empresarial. Habría de todo:

  • esculturas dedicadas a productos incomprensibles para los clientes a quienes se dirigieron
  • óleos de mal gusto que poblaban los despachos enmoquetados, mediciones en milésimas de segundo en busca del santo grial de la productividad
  • informes de consultoría alabeados y olvidados en estanterías a precios equiparables al metro cuadrado de piso en La Concha
  • informes de evaluación de desempeño similares en trascendecia al juicio final
  • peleas absurdas entre personas por quítame aquí este nivel que fulanito tiene no sé qué otro nivel salarial
  • mandos asilvestrados que se han construido torres defensivas para repeler los ataques de las hordas enfurecidas contra el puto jefe cabrón


Los museos del surrealismo empresarial podrían incorporarse a la oferta de ocio de la sociedad del primer mundo. Es una oferta de servicios disponible para la gente en el momento en que abandona su cárcel de 40 horas semanales, ahora bajo amenaza de 65. En este tiempo libre (de libertad) podrá reconceptualizar los horrores del sistema empresarial. Será una llamada de atención a la incoherencia del extraño lugar en que hemos convertido a las empresas. Un lugar donde conviven la excelencia y la humillación, la buena gobernanza y los despidos, el caso de éxito y la crítica feroz. Un mundo paradójico que se adentro en el surrealismo.

Así que en nuestra comida hablamos de coherencia: un deseo. Porque en las turbulentas aguas empresariales en demasiadas ocasiones brilla por su ausencia. Y de veras que agradezco a Lula Towanda y a Telémaco que no me dejen solo en estos delirios. Sin ellos no sería lo mismo.

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8 comentarios

Telémaco 03/07/2008 - 18:42

Creo que la parte más atareada de nuestro cerebro se dedica a construir una coherencia virtual desechando todo pensamiento o percepción rebelde que se atreva a delatar nuestra real incoherencia interna.

Y siendo así nosotros, ¿que podemos esperar de nuestras organizaciones sociales?.

La coherencia es casi una utopía para nosotros, seres semicoherentes y semigregarios que acudimos al rebaño sólo cuando nos conviene, pero que al mismo tiempo ansiamos la individualidad.

Como en cualquier obra surrealista, en la empresa si se miran «localmente» los elementos que la componen todo parece coherente, pero el contexto es disparatado, el sistema que forman al interactuar los elementos es absurdo.

La única salida posible es no mirar( es decir: medir) «localmente» y sólo medir «globalmente» pero … ¿y el ansia de individualidad?.

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navarros 03/07/2008 - 23:19

Me atrevo a participar en un debate tan interesante a sabiendas de no ser más que un aprendiz entre maestros.
La coherencia como termino, como todas las palabras que entran en la espiral del lenguaje empresarial, esta pervertida en su uso al igual que la calidad, responsabilidad social, productividad, eficiencia, etc. En sus primeras aplicaciones a términos en el campo empresarial seguro que mantenían el sentido claro y concreto y sobre todo común. Pero con su utilización surgen aportaciones de valor (o no) al significado del término que nos muestra que el término en cuestión es «algo más» que lo que entendemos ahora. Ampliamos su significado en tantas dimensiones que difícilmente se está seguro de si al pronunciarlo expresará exactamente lo que en ese momento quieres decir o algo muy diferente.
Pero dejando el debate del nacimiento y crecimiento de los términos empresariales y centrándome en la coherencia, creo que telemaco apuntaba bien que el ser humano no es coherente y por tanto las empresas como productos suyos difícilmente pueden serlo. Y de hecho yo opino que no deben serlo, por lo menos no de forma dogmática. La coherencia es útil y por tanto debe ser utilizada tal y como lo hace de modo natural el ser humano, para un fin concreto con un plazo de caducidad. Es decir la coherencia debe regir que todas (o la mayor parte posible) de las actuaciones estén orientadas a un objetivo siguiendo las directrices de la empresa en ese momento. Pero se debe evitar su ampliación a actuaciones pasadas y futuras. Sino ocasiona, como ocurre lamentablemente en muchos casos en las empresas, que la «coherencia» con nuestras acciones del pasado nos impide tomar acciones necesarias para solucionar problemas o alcanzar nuevas metas. Lo que provoca que cuando queremos cambiar posiciones actuales alcanzadas por las acciones realizadas hasta el momento encontremos en la “coherencia” un corsé tan ajustado que nos avoque al peor fin en nuestros días, el inmovilismo.
La coherencia atemporal solo se puede establecer quizás en los valores de la compañía y pongo el quizás porque la eternidad es muy larga y todo requiere de una revisión.

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gustavo 04/07/2008 - 01:39

Julen, tu post es una maravilla. Te aviso que te robe y modifiqué a mi inquietud.. Lo siento, pero la tentación de postear pudo más, aunque reconozco tu aporte intelectual.


Vía dell inferno, robando post a Julen

Saludos y disculpas
Gustablog

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Lula Towanda 07/07/2008 - 20:35

Llego tarde, pero llego a tiempo de felicitarte por tu post.
La coherencia debería ser el entorno en el que se desenvuelven los seres que forman las empresas.
– Es el camino más fácil y por las ley del mínimo de la naturaleza debería ser la forma de hacer las cosas.
– Las acciones apoyadas en la lógica no requieren explicaciones
– La transparencia evita toda esa maraña de mentiras que apenas se sostiene
– El bien común de la empresa implica empujar todos en la misma dirección

Pero las cosas no son así. No hay bien común, hay bien propio. Empezando por el que ostenta el poder la cúpula y que a su vez reparte el poder hacia abajo. Las empresas se comportan de forma muy similar al poder político hay consignas que se defienden pasando por encina de la coherencia, envueltas en mentiras surrealistas y dotadas del vocabulario adecuado según la ocasión. El que no entiende ese lenguaje se queda fuera.

Cuando leí el libro de la conjura de los necios, pensé que cambiaría de mil amores mi mundo laboral por el de Ignatius J. Reilly, mucho más coherente.

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Ptqk 07/07/2008 - 20:44

Qué bonito y qué gracioso Julen! Ten cuidado que la blogosfera está al alcance de todos, no vaya a ser que algún comisario avispado se monte la exposición, que ahora esto está muy de moda: http://www.elpais.com/articulo/pais/vasco/ironia/toma/Montehermoso/elpepiesppvs/20080524elpvas_11/Tes/

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ivan 07/07/2008 - 23:07

decían los amigos Oscar Wilde
«la coherencia es el último refugio de quienes carecen de imaginación»
y
Albert Einistein
«si buscas resultados distintos,no hagas siempre lo mismo»

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Joan Gou i Campamar 09/07/2008 - 11:32

Hola Julen
cuando leo tus post me sumerjo en una especie de catarsis reflexiva que me conduce al cuarto oscuro, despues de leerte me preguntaba, coherencia con respecto a que ?, a lo establecido? a los vicios? a los errores?, despues de la palabreja me surge otra, relativo.
y todo en esta vida es relativo, lo importante son las gafas que debes usar para cada punto de vista, saber donde estan y si estan disponibles, el resto es tiempo.
Un saludo cordial.
el pasado fin de semana estuve en Bilbo. 36 graditos…..ozú que caló

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Carme 09/07/2008 - 21:56

Ya tengo el post en delicious, listo para recomendar, pues soy una terca defensora de la coherencia, a pesar de la dificultad intrínseca que comporta.

Para quienes no gustan de tecnicismos, la expresión clara de alguien que sabe más que yo: «Lo que hace el líder cuenta como mínimo 3 veces más que lo que dice».

Pero algo tan fundamental para las empresas se convierte en algo muy complejo a medida que crecen y sus estructuras se agrandan. Así, los que viven ahí terminan por creer que el sentido común es el menos común de los sentidos.

Claro que como muy bien señala Lula, para surrealismo el que nos toca aguantar de manos del poder político. A ver si puedo conseguir el libro que nos recomienda.

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