Competitividad y procomún, ¿oxímoron?

by Julen


Hace ya más de dos años que sigo la pista de lo que se mueve en torno a The Cooperation Project, en The Institute For The Future, uno de los ejes del trabajo de Howard Rheingold vía el blog The Cooperation Commons. De hecho hemos cruzado algunos correos y aunque tengo una posición absolutamente lurker en el último año, sigo convencido de que nuestro proyecto de empresa abierta y las ideas del procomún se mueven por terrenos similares. También leo lo que publica David Bollier en On The Commons Blog. Si a esto le añadimos el Laboratorio del Procomún del MediaLab-Prado, con mi admirado Antonio Lafuente metido en el asunto, creo que es evidente que esto me interesa.

Mis andanzas por las empresas, aquí y allá, me están conduciendo a un punto de escepticismo preocupante. Lo comentaba con Borja el día que nos fuimos a la ESTIA a cuenta de la jornada sobre conocimiento tácito en la empresa. Tengo claro que lo que me genera cada vez más ruido es la incoherencia de muchas empresas, que manejan un discurso a mi modo de ver demasiado hueco, muy de cara a la galería, pero que luego son incapaces de manejar en la práctica. Además, la esclavitud de los resultados a corto plazo dibuja un panorama oscuro del que es complicado salirse.

La sostenibilidad, por ejemplo, parece otra de las palabras de moda también en la empresa. Es un concepto que encaja bien en la idea del procomún pero sangrante cuando indagas en ella desde la perspectiva empresarial. Por cierto, aprendiz Alvizlo es un compañero al que seguir la pista para compartir este tipo de preocupaciones. Y es que el legado que dejemos a nuestra descendencia puede ser oscuro, si no negro, con tanta sostenibilidad de tómbola. Las contradicciones del sistema son preocupantes. Tomemos el ejemplo de Eroski, una cooperativa preocupada por su responsabilidad social corporativa. Evidente, con recursos colocados en ese tema. Pero, al mismo tiempo, coloca un nuevo centro comercial en Portugalete, en plena zona del Gran Bilbao. Un centro que va a provocar millones de desplazamientos en coche de apenas unos pocos kilómetros. Contaminación masiva vía coches que se desplazan de un aparcamiento a otro, en un trayecto demencial.

Demasiadas incoherencias entre la escala micro y la escala macro. La responsabilidad social se va perdiendo al agigantar al pequeño porque se diluye entre quienes toman decisiones presionados por las cuentas de resultados. Todo se analiza según su impacto en los resultados. Pero esos resultados lo son desde una escala temporal limitada, que nada tiene que ver con el discurso del procomún.

¿Podríamos considerar el management, las ciencias de la gestión de las organizaciones o algo similar como parte del procomún? Son términos que conviven mal, me temo. ¿Estamos ante un oxímoron porque se interpone la competitividad, el nuevo Dios de la sociedad del primer mundo? La eficiencia, la productividad, la competitividad, hacer más con menos, todo camina cuesta abajo y desbocado. Si los números no salen, reduzco mis fuentes de coste: personas, instalaciones o lo que sea.

Pensemos en la tan hiperexplotada innovación. Para innovar cogemos dos referencias: las empresas y la sociedad. Las primeras miran al mercado, la segunda la conformamos, sin embargo, todas nosotras, todos nosotros. Pero la primera hace tiempo que le ganó la tostada al mundo mundial. Las grandes empresas mueven el mundo. Contratan, despiden, influyen políticamente hasta donde pueden, manipulan, dicen que se responsabilizan, pactan precios. Están mirando a la última línea de su cuenta de resultados, no lo podemos olvidar.

Creo firmemente en el procomún como razón que justifica compartir con los demás, abrir las prácticas de gestión en las empresas y que otras personas las reutilicen. No tengo la menor duda de que esto cruje en la inmensa mayoría de empresas. Porque las empresas no piensan en el procomún. No es un concepto que les interese. Queda lejano y confuso. Es un territorio inhóspito que no casa bien con los resultados, por mucho EFQM o responsabilidad social corporativa que coloquemos.

La economía y la obsesión por la generación de riqueza (para unos pocos) machacan. Es el modelo actual aunque se pongan en marcha campañas mediáticas para vestir de cordero la piel del oso. Campañas mediáticas vomitivas en las que los creativos de las agencias de publicidad son el brazo armado que trata de hacernos ver que las grandes empresas multinacionales son emoción, son sentimiento, están cerca de las personas. Impresionantes momentos de hipocresía.

El tiempo glacial dirá a la humanidad hasta qué punto las empresas jodieron el planeta. Mientras tanto, el tiempo económico, la perspectiva anual que dice cuánto de bien va una empresa a través de la última línea de su cuenta de resultados seguirá ahí. Año tras año, empresas referentes porque hacen ganar dinero. Empresas innovadoras porque están en lo más alto del ranking, medidas con los indicadores que mejor convenga en cada caso. Regiones, países innovadores que buscan llegar los primeros.

Pero el tiempo de las personas es otra escala, diferente, adherida a sentimientos, a aprendizajes, a experiencias únicas, a momentos duros y a momentos felices. Las empresas se mueven en otro plano, un plano paralelo que parece perpetuarse. Es un plano donde el encuentro con sus personas es, con demasiada frecuencia, imposible. Porque manejan discursos diferentes.

Quiero escribir más sobre procomún y competividad. En todo este ¿pesimismo? creo que hay que continuar con proyectos de futuro. Nuestro grupo de investigación sobre empresa abierta seguirá hacia delante, no me cabe ninguna duda. Esté más o menos activo. Y seguro que hay muchas personas que necesitan modificar la relación que tienen con su actividad laboral y que verán que es necesario hablar de empresa y procomún. La mayor parte de las empresas no entienden lo que les decimos. Manejan otro paradigma. Pero las personas sí lo entienden.

Para terminar, os recomiendo que sigáis los trabajos del Laboratorio del Procomún de Antonio Lafuente y compañía. Yo tengo pendiente la lectura de varios de sus artículos. Iré dejando por aquí lo que analice al respecto. Ya sabéis de mi diarrea mental. Temas que me interesan:

  • la idea de propiedad y la de «apropiarse» de algo: ¿cómo casa con el poder movilizador del procomún?
  • cooperativas y procomún, ¿territorios incomprensibleme alejados?
  • los pocos ejemplos de empresas que comienzan a abrir su actividad, ¿hablan de procomún?
  • ¿qué comprondría un supuesto «procomún» en el management?

Seguiremos en el empeño.

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8 comentarios

Tíscar 20/06/2008 - 11:22

Un oxímoron bien sugerente para investigar. Me alegro de que te interese el Laboratorio. Será un placer trabajar juntos 🙂

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aurzelai 20/06/2008 - 11:58

Creo que el ejemplo de Eroski (y otros semejantes) es discutible. La administración pública también dice estar muy «preocupada» por la sostenibilidad, pero sus políticas de ordenación territorial, en las cuales se decide «qué se ubica y dónde» no dan ejemplo de ello. La política de dispersión nos conduce a coger el coche…

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Ptqk 20/06/2008 - 12:34

Muy interesante Julen. Creo que depende de QUÉ promocun hablemos y QUÉ utilidad le queramos dar. Si procomun es «lo de todos porque no es de nadie» (que creo que es el concepto que manejan en el grupo de Medialab), sí parece incompatible. Al menos si hablamos de que «una empresa sea economicamente competitiviva» (otra cosa es que lo sea una sociedad…).

Ayer en la presentación de Disonancias hablaba con un amigo (también del arte y la cultura y el activismo, aunque arquitecto) de la creatividad social, creo que que se puede sustituir al procomún en este debate.

La creatividad social como nuevo recurso a explotar. Que por tanto (n)os puede hacer más competitivos. Para beneficio de unos pocos que no son los mismos que producen esa creatividad. ¿O es que vamos a socializar los beneficios de las empresas que utilizan la creatividad social o el procomún?
¿Os parece algo en lo que pensar? Me gustaría saber cómo lo veis.

Y aprovecho para aclarar algo porque creo que va siendo hora 🙂 Aunque siempre esté llevandole la contraria a Julen, no soy una troll 😀 (o sea, una de esas personas que se meten en los blogs a molestar). Es que investigo algo parecido pero desde el otro lado. Más bien por aquí:
texto de Brian Holmes, «La personalidad flexible».
http://transform.eipcp.net/transversal/1106/holmes/es
O si quereis, por toda la linea de critica al famoso Creative Class de Florida.

Pues eso. Que encantada de participar y espero que disculpeis (comprendais…) mis divergencias.

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alvizlo 20/06/2008 - 13:32

Gracias por compartir inquietudes abiertamente.

Responsabilidad… en lo que a medio ambiente se refiere, estamos ante la apertura de dos caminos que se alejan.

En resumen, el primero es un callejón sin salida (a escala global). La segunda vía nos lleva a la cuenta de resultados de la empresa: . O gestionas de verdad () o las cuentas no te van a salir… ya se encargará la aseguradora de que tu riesgo esté controlado vía primas de seguros obligatorios.

Supongo que también habría que fijar la escala de estudio en este oxímoron: ¿competitividad? ¿qué variables añadimos a las monetarias?

Puede que resulte que lo único que es competitivo a escala global es el procomún, pero para eso deberíamos poder ser competitivos sin necesidad de acotar parcelas de competitividad y entonces no podríamos comparar… me voy de fin de semana que creo que necesito un descanso.

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Acido 20/06/2008 - 14:00

Yo también estuve pensado en estos temas.

En principio, competir es contrapuesto a colaborar / cooperar… pero otros hablan de «coopetition» (cooperación – competición), una mezcla entre competir y colaborar, se colabora en unas cosas y se compite en otras. Creo que esto puede ser la mejor solución y aparece en la naturaleza: unos animales de una misma especie compiten por unos mismos alimentos escasos… pero también cooperan para defenderse de un enemigo común o para procrear. (ver libros como «El gen egoista»)

¿cuándo competir? Cuando hay un recurso escaso y no hay para todos, unos tienen que «morir» y otros no. Bueno, no hay que ser tan drástico… unos se quedan sin recurso y otros lo disfrutan. (claro, que si el recurso es comida o un refugio antinuclear pues los que tienen eso viven y el resto mueren)

¿cuándo colaborar? No sólo para hacer frente a enemigos comunes… sino simplemente para compartir lo que no es escaso. Por ejemplo, el conocimiento…

El problema es que siempre hay algo escaso: en nuestros días, de todo digital, lo escaso es el tiempo (y también un poco la energía) y las personas: las mentes, su atención y cómo hacer piensen para nosotros.
Cuando las máquinas superen al cerebro humano, cambiad mentes por máquinas.

Conclusión: colaborar, compartir conocimientos, apertura… pero luego hay sistemas mejores y peores, entonces habrá que filtrar y ahí llega el posicionamiento de cada uno y la competición, mediante meritocracia, es decir, Sistemas de Reputación (en muchos sitios lo llaman karma, en Google es pagerank, en Ebay es feedback, en Technorati hay authority, y otros lo llaman swarmth, whuffie…)

Respecto a la Responsabilidad Social Corporativa… todos sabemos que es una mentira de marketing ¿no? Muy muy pocas lo toman totalmente en serio. Ej: el caso de Starbucks del libro «El Economista Camuflado», que ofrecen café de Comercio Justo a un precio superior pero de la diferencia no va casi nada al fin social.

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Anonymous 21/06/2008 - 17:58

Julen, si te interesa el tema, adéntrate en la teoría de lo «común» -tiene una larga trayectoria, desde Spinoza hasta Negri-, es mucho más potente y resolutiva que lo que llamáis lo «procomún»…

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Julen 23/06/2008 - 06:34

tíscar, voy a ver si centro alguna cosa concreta de interés relacionada con el procomún y el management. Aunque ahora que ando leyendo a Naomi Klein ando un poco nervioso y crítico con el conjunto del mundo mundial. En fin, que espero que sigamos con sentido crítico.
aurzelai, hay que mirar con cautela las acciones de RSC que se venden mediáticamente con tanto énfasis.
ptqk, hace tiempo que ya me di cuenta de que por mucha divergencia que coloques por aquí no tiene nada que ver tu comportamiento con el de un troll. Para mí, que ando metido en el mundo de las empresas, tus críticas introducen aire fresco. No es halago a lo tonto. Lo digo en serio. Las empreasas necesitan voces críticas externas que cuestionen por qué se hacen las cosas de determinada forma. Tomo nota de la referencia para leer y avanzar por ella.
Se agradece mucho tu tiempo. De veras, María. Ya coincidiremos en algún otro sarao por aquí para debatir y enriquecer argumentos.
Tiene muy buena pinta el artículo de Brian Holmes. Seguiré escribiendo sobre estas cosas.
alvizlo, una de las claves está en ese concepto de «competitividad» que manejamos. Por ahí que creo que podemos replantear muchas cosas.
acido, la escasez somos nosotros. En la economía de la abundancia hay una gran perversión encerrada. Tiene que ver con la distribución de la abundancia. Me temo que no es igual para el primer y para el tercer mundo.
anónimo, toma nota de las referencias. Gracias.

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Ocho peligros de la economía de la gratuidad | Consultoría artesana en red 24/05/2014 - 20:19

[…] que puede haber sanas intenciones en la gratuidad, derivadas en buena parte de la idea de procomún. Si Mozilla quiere que dispongamos de un Internet libre y nos entrega su navegador de forma […]

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