Reflexión estratégica en la facultad

7:46 a.m. de un día de mayo de 2008. Reflexión estratégica de la facultad, como hace unos cuantos años. Es el ejercicio donde miramos al futuro con un ojo puesto en el pasado. ¿Importan los qués o importan más los cómos? ¿Vamos a acertar? Cada vez arrastro más la sensación de que no vamos a acertar… si no conectamos emocionalmente en los cómos.

Esto es bien simple. Acertar fue lo 1.0. El mejor de los análisis, los mejores datos sobre la mesa. Si pasa A, B y C, entonces tenemos que hacer X. Es así y no puede ser de otra manera. Claro que A, B y C eran las circunstancias que enmarcaban un momento concreto. A medida que el escenario se mueve, X ya no sirve.

Vale, hay cosas que no cambian tanto. Pero el problema está en el «tanto». Porque la rana que no es capaz de detectar que el agua en que algún ser perverso la colocó para el experimento se va calentando poco, es rana muerta. No ha cambiado «tanto» el entorno. No ha cambiado «de repente». Pero, al final, al hoyo.

Así que, ¿por qué no aceptar que el proceso de reflexión estratégica debiera ser simplemente movilizador? Movilizador de conciencias, de voluntades, de deseos. Y si tuviera que pedirle algo más, le pediría que ampliara su idea de que, sea lo que sea, son las personas, desde su libertad, las que van a decidir si el proyecto merece la pena. Así que, ¿necesitamos tanta idea de proyecto común? Claro, lo común, lo que une, el compartir. Esto es lo que da fuerza. O no. Porque puede resultar una fuerza disminuida por la obsesión por un «mínimo común denominador» donde quepa la idea común y compartida.

¿La reflexión estratégica genera espacios periféricos?, ¿da pie a que proyectos individuales puedan engarzar con la colectividad? Todas las personas esperamos de una reflexión estratégica un conjunto coherente de retos, objetivos y acciones asociadas. Pero los qués no son nada sin los cómos. Por eso creo lógico empezar por preguntar a quienes vamos a compartir tiempo y espacio en este proceso de reflexión qué emociones, qué ideas, qué expectativas son las que anidan por ahí, dentro de cada cual. No vaya a ser que esos matices le hagan sombra a la mejor de las planificaciones estratégicas.

Estamos armados de un proceso coherente, lógico, analítico. Tenemos los datos. Nadamos en la abundancia informativa. Nadamos en reflexiones previas. Hemos pensado cómo llevar a cabo el proceso. Hemos escrito: «con estilo web 2.0». Hemos escrito para este proceso de reflexión:

• Ágil, fluido, veloz, sin la obsesión de acertar al completo.
• Que se centre en lo relevante.
• Intensivo en el manejo de información.
• A la búsqueda de resultados: conformar proyectos estratégicos potentes centrados en lo importante.
• Abierto a la participación de quien quiera.

Y aquí estamos, sabiendo que es bastante probable que no acertemos. Por eso, ¿cabe considerar una reflexión estratégica en beta permanente? ¡Qué difícil ejercicio! Mis expectativas:

• que sea desde las personas
• que tolere, respete e impulse proyectos individuales
• que genere espacios donde las personas se autoorganicen y no esperen ningún visto bueno para actuar (el visto bueno ya está dado desde que trabajamos aquí)
• que abra la facultad y la haga transparente
• que genere buen rollo, que resulte atractiva, divertida

Quizá sea difícil abandonar los qués para insistir en los cómos. Es territorio más complejo y heterogéneo. Y, por cierto, una idea que me revolotea, después de estar el otro día con los de la CAN: ¿por qué no que esta facultad fuera la preferida por las mujeres? Quizá sea idea de bombero. Disculpas, que deliro.