Casualidad, pero acabo de unir dos historias en una sola:
- Loretahur se equivoca y alguien pierde los papeles.
- José Julio, un aprendiz de 70 años recién llegado, sin conocer el caso, publica un artículo sobre las heridas de las palabras, aquella famosa historia de los clavos.
Reproduzco el cuento de los clavos y la amistad:
Erase una vez un chico con mal carácter. Su padre le dio un día un saco de clavos y le dijo que clavara un solo clavo en la verja del jardín cada vez que perdiera la paciencia o se enfadara con alguien.
El primer día clavó 37 clavos.
Durante las semanas siguientes se concentró en controlarse, y día a día disminuyó la cantidad de clavos nuevos en la verja; había descubierto que era más fácil controlarse que clavar clavos; finalmente, llegó un día en el que ya no clavaba ningún nuevo clavo.
Entonces fué a ver a su padre para explicárselo.
Su padre le dijo que era el momento de quitar un clavo por cada día que no perdiera la paciencia.
Los días pasaron y finalmente el chico pudo decir a su padre que había quitado todos los calvos de la verja.
El padre le condujo a su hijo hasta la verja y le dijo: hijo mío, te has comportado muy bien, pero mira todos los agujeros que han quedado en la verja; esta verja ya nunca será como antes.
Cuando discutes con alguien y le dices cualquier cosa ofensiva le dejas una herida como ésta.
Puedes clavar una navaja a un hombre y después retirarla, pero siempre quedará la huella o la cicatriz de la herida; no importa las veces que le pidas perdón, la cicatriz permanecerá…
Una herida provocada con la palabra hace tanto daño como una herida física.
Actualización.- Me ha dado cuenta de que no enlacé la foto, que cogí de Flickr. El caso es que ahora no soy capaz de encontrarla. Si alguien la localiza, que me diga, por favor, y la enlazo.
10 comentarios
Muy bonito y pedagógico. Así que seguimos cautivando gente, mola 😉
El daño de la palabra muchas veces resulta mas perjudicial que el daño físico, ya que el daño en la carne dura poco, pero el daño en la mente dura mucho mas.
Si a alguien se le ocurre abrir un club de fans de Lorena, apúntame 😉
Bravo Lorena por reconocer los errores propios.
Lorena no se equivoca Nunca.
Es una de mis historias favoritas. Desgraciadamente hay ofensas irreparables, pero me temo que lo que se estila es pensar que basta con sacar el clavo. Hay especialistas en clavar y desclavar el mismo clavo una y otra vez.
Me viene el cuento estupendamente, lo voy a utilizar en clase.
salud y alegría
A mi ese cuento me parece bien, siempre que seamos conscientes de la importancia de las cicatrices en las rodillas
¡Animo! Loretahur, eres una santa; y no te molestes que cuando yo digo eso a alguien quiero decir que «eres la repera…»; gente así, da aliento.
Ni entiendo, ni creo que merezca la pena entender «algunas tonterias» y más cuando van con «algunos acompañamientos»…etc.
Me ha llenado de satisfacción la reacción del «pueblo» o «ciudadanía» ante el absurdo y vociferante atropello padecido…
Sintonizo contigo y con todos los «contestantes» al «tal».
¡Qué inteligencia demuestras!.Esa es tu senda, y no la de otro.
A pesar del «tantra» que he publicado, espero que a ti no te van a quedar ni huellas de esa ¿»pretendida herida»?.
Vale. Sed felices.
La palabra, no hace daño, las letras no matan, ni las armas son capaces de hacer el mas mínimo daño. Son los hombres, capaces de arrojarte un adjetivo a la cara o una bala, lo primero que encuentren.
Una cosa es el insulto que NO lo ampara la libertad de expresión y otra la opinión. Debemos de ser cautelosos y diferenciar la agresión verbal de la opinión, por muy estúpida que sea la primera y muy hiriente la segunda.
¡Salud!