Entornos fértiles y coworking

Hace ya un tiempo que escribí sobre entornos de trabajo agradables. Me refiero a las condiciones físicas y al ambiente que se genera en un lugar para trabajar de forma productiva y con buen rollo. El caso es que de un tiempo a esta parte leo muchos artículos sobre coworking. Puede ser algo parecido a un simple centro de negocios, donde se comparten gastos de estructura, pero creo que el concepto va algo más allá.

La interacción con otros profesionales es básica cuando estás trabajando como artesano, que es mi caso. Claro que tengo la suerte de que mi trabajo me lleva a reuniones de todo tipo, sean cursos que imparto, entrevistas con clientes o participar en equipos de mejora en torno a múltiples aspectos de la gestión de las organizaciones. Así que no me queda más remedio -menos mal- que interactuar con otras personas debido al tipo de trabajo que tengo. No tengo problema de aislamiento.

Claro que cuando no estoy reunido, pero trabajando (¿lo estoy haciendo ahora?) conmigo mismo y mis circunstancias, supongo que es importante conseguir un entorno de trabajo fértil y agradable. En parte he retomado este artículo porque hace un par de días estuve una feria del mueble y anduve pensando que a estas edades la ergonomía es pura necesidad.

A través de Denker Über llego a Paragraphny. En inglés, a quite place to write, o sea un espacio de trabajo para escritores. Viendo las fotos, aunque a simple vista parece muy agradable, sus cubículos de trabajo me bajan la moral. Sin embargo, la idea que está detrás es interesante: poner físicamente en contacto a personas que trabajan por su cuenta y que por la naturaleza de sus trabajos quizá puedan quedar excesivamente aislados. Esta parece la esencia del coworking: un lugar compartido de trabajo en torno al que construir una comunidad debido a la interacción que se gener allí, en un mismo tiempo y espacio. Si luego, por detrás, hay más contacto mediante soporte de herramientas de software social, mejor que mejor, ¿no?

En mi caso, tengo claro que necesito una mezcla de entorno fértil y soledad. El primero lo tengo en la facultad, sobre todo. Aunque mucha gente se queja de ruidos y no sé cuántas cosas más, mis ratos allí son alimento para el espíritu. Quizá porque no estoy tanto tiempo sentado en aquella mesa, la valoro más que otra gente.

Pero luego está mi soledad, aquí y ahora, la de mi lugar de trabajo. La taza de café, la isla de La Palma en una fotografía aérea, el mapa en relieve de Bizkaia, mis 5S un tanto particulares, la fachada del mercadillo de Alameda San Mamés enfrente, mis libros con rutas para la bici de montaña… Es un sitio donde me siento cómodo… pero tampoco siento propiedad sobre él. Hoy es de esta forma, pero no me importa que mañana sea de otra.

El lugar no es tan importante. ¿O sí lo es? Creo que refleja nuestra diversidad. Yo no tengo problema para trabajar con ruido, en lugares impersonales, aunque reconozco que un lugar a tu medida es algo íntimo y que dice muchas cosas de cada cual. Antes había plazas en los pueblos, ferias y algún que otro bar. Eran los lugares del encuentro social por excelencia. Ahora el individualismo en red nos conduce a la necesidad del coworking. Artesanas y artesanos del mundo, uníos y hablad unas personas con otras, no vaya a resultar que a más software social disponible, menos conversación. Pero esto daría para otro post.

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