La muerte de las empresas

by Julen

Hoy he leído en el periódico (sí, sí, el de papel, el que pringa los dedos) que sólo el 1% de las empresas familiares llega a la cuarta generación. Diversos avatares de la vida explican una tasa de mortalidad importante. Quizá por eso cuando vemos un comercio de solera: mostrador de madera, nombre sin neones, cristaleras amplias… no sé, es una especie de imán emocional, ¿no? Por cierto, no sé por qué, pero a mí me pasa sobre todo en pueblos o ciudades de Castilla.

Comprar en este tipo de tiendas es como reconocer que el cambio no es un imperativo categórico de nuestro tiempo. Los establecimientos de comercio tradicional debieran constar como monumentos en vida. En vez de resignarse a compartir hueco junto a la arqueología industrial, deberían recibir toda clase de soportes institucionales para que no desaparezcan. No podemos dejar que ese patrimonio perezca bajo las aguas de los gigantes del consumo.

Hace poco estábamos en Soria y en su calle Mayor se veían unos cuantos locales «de toda la vida» abandonados. Y acongojaba lo suyo. Pero es que aquí mismo, en Portugalete, en el casco histórico ocurre igual. Los comercios centenarios sucumben al paso arrollador del chopincenter. Las hordas funky business se desplazan en masa a las catedrales del ocio y el consumo. Mientras, las tiendas de barrio languidecen, sin las luces suficientes para buscar su hueco en este mundo desmesurado de gadgets globalizados.

Desde fuera, además, no nos duelen prendas en decirles que no se han sabido adaptar, que son dinosaurios, que no han sabido comprender las leyes de la larga cola. No, su mundo es uno que ya no existe. Ahora, hay que buscar otras vías para vender. La teoría nos dice que hay segmento de mercado suficiente si sabes ubicarte en él como parte activa y apasionada. Pero muchos comerciantes no saben, no pueden y, al final, no quieren. Renuncian a sus negocios, para disfrutar de lo que les haya producido. Los tiempos modernos ya no son para este tipo de establecimientos.

En este sentido, pero hablando de empresas grandes, Arie de Geus en «La empresa viviente» (resumen aquí) recoge algunos datos sobre la mortalidad empresarial y lo analiza a conciencia. La mortalidad infantil de las empresas, señala De Geus, es muy elevada. Y distingue entre las empresas que tienen éxito y las empresas que tienen éxito… pero que, sobre todo, aprenden. Los negocios necesitan aprender, porque si no, parece que están abocados a la muerte.

Ver morir una empresa es una experiencia traumática. Yo conozco a través de amigos el cierre de alguna cooperativa y eso marca quizá de por vida. Supongo que es reconocer un fracaso colectivo que no cicatrizará fácil. Cuando hablamos de una empresa que muere no hay lápida a la que ir a colocar flores en cada aniversario. El recuerdo acompaña a su gente por igual, tuvieran la responsabilidad que tuvieran. El fracaso se reparte por igual, me temo.

En fin, no me voy a poner muy melancólico, que tampoco es plan. Peter Senge, en el prólogo al libro de Arie de Geus publicado por Granica, nos recuerda la relación de las empresas con la vida misma. Cita el caso del idioma sueco, donde el término más antiguo para «negocio» es nürings liv, literalmente «alimento para la vida». Igualmente, comenta Senge que en chino los viejos pictogramas referentes a «negocio» se traducen como «vida», «vivo», «sobrevivir», «nacimiento» o «significado». Quizá por eso se explica bien su afirmación: «trabajar juntos puede ser en verdad una profunda fuente de significado para la vida«. Por eso, cuantas menos empresas y comercios mueran, mejor.

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3 comentarios

Javier Llinares 28/01/2007 - 23:40

Pues a mi has conseguido ponerme melancolico. Felicidades por la reflexion. Por cierto las empresas grandes también desaparecen cuando son absorbidas por otras mayores y con la absorción se acaba la empresa, el proyecto, la marca y muchos años y esfuerzos para mantenerla. Pongamos el caso de endesa en los próximos días.

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Eneko Astigarraga 29/01/2007 - 09:12

Bueno, todo cambia.
A propósito de la relación de las empresas con la vida misma, un ex-alumno recordaba en su blog que el término compañía viene de compartir el pan, uno comparte el pan con quienes trabajan con él, en los descansos, cuando se juntan para reponer fuerzas, y comparten el pan, compañero 🙂

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Julen 06/02/2007 - 05:33

javier, espero que la melancolía lleve a la reflexión. Hay veces que ves cómo las empresas van muriendo… Me acabo de acordar de una que conocí. Tengo que escribir sobre ella.
eneko, compañía no es mal término desde luego. Al menos parece que hace alusión a algo positivo en sí mismo, ¿no?

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