Open business re-crea la comunidad

by Julen


Nota.- Este artículo se encuentra también publicado en el blog de openbusiness.cc, donde junto a Juan Freire, Francisco Vargas, Oriol LLoret y Ramón Sangüesa, estamos colaborando para desarrollar el modelo open business en nuestro entorno (wiki disponible).

La comunidad, el bien público. Está ahí. La empresa ha nacido para generar riqueza, no para generar bienes públicos. Es su punto de partida. Pero, ¿cómo engancha la empresa a sus trabajadores?, ¿cómo los atrae?, ¿qué nivel de satisfacción les proporciona? La empresa es donde trabajo ciertas horas al día para ingresar el dinero suficiente que me permita satisfacer ciertas necesidades. Pero, ¿qué tipo de conexión establezco con ella?, ¿me aporta algo?

Yo creo que la sociedad muestra una evidente crisis de confianza hacia las empresas (véase Winnig with the Enterprise 2.0, de Don Tapscott). La gente no se fía. No son lugares donde te traten bien. Mucho tiene que ver la forma en que iniciamos nuestra vida laboral. No se fían de ti y tienes que pasar un evidente vía crucis hasta conseguir seguridad. Por tanto, cuando la consigues procuras vengarte de quien no se ha fiado de ti. Palabras como corrupción, lucro, enchufes o avaricia me suenan muy cerca de la imagen que la sociedad tiene de la empresa. Y a ello unido lo de que «con el sudor de tu frente te ganarás el plan de cada día». Vamos, empresas desiertas de hackers.

Necesitamos redibujar la escena en la que la empresa conecta con su comunidad de referencia. En cierta forma me viene a la cabeza la forma en que Thomas W. Malone define el trabajo del futuro en Inventing the Organizations of the 21st Century (MIT Press, 2003). Mi análisis toma la misma lógica: repensar el mercado. Creo ver aquí una de las claves del modelo open business. La transacción económica entre trabajador y empresa es a todas luces insuficiente. Incluso a veces es fuente de enfermedad para la persona: stress laboral lo llamamos. El trabajo se convierte en detonante de una pérdida de salud. No sé cuánto hay de causa concreta y cuánto de percepción social general: el trabajo es una porquería.

Pienso que, entre otras cosas, tenemos que redibujar los sectores (es una idea en la línea de Thomas W. Malone, que comentaba antes). Pero prefiero llamarlo de otra forma: tenemos que escrutar dónde y cómo conformamos una comunidad. Se trata de buscar nuevos nexos de unión, mezclando aspectos evidentemente económicos con otros que no lo son. Por ejemplo, puedo jugar a definir un ecosistema con empresas que están cercanas geográficamente a la mía, al margen de la conexión sectorial tradicional. ¿Por qué? Tenemos un punto de unión: la zona que habitamos. Probablemente nuestros trabajadores jueguen partidas de mus juntos en algún bar de alguno de los pueblos de la zona. Hay química ya establecida entre personas concretas de diferentes empresas. Esos lazos ya existen y son mucho más fuertes y de mayor compromiso que los que podemos encontrar a veces dentro de nuestra empresa. No es lógico que los obviemos.

Esta es una nueva conexión con la comunidad. ¿Por qué no reescribir el papel de la empresa en una comunidad local? Y no digo que sea la parte «filántropa» de la empresa. No, la empresa tiene que ganar dinero. Pero puede hacerlo desde un marco en el que su comunidad es la que guía los pasos.

La empresa necesita una relación adulta –transparente– con su comunidad. No tiene sentido ocultar información a tu núcleo cercano. La empresa se tranforma en «open» para su comunidad y este camino puede «abrirla» hacia otros agentes. No tengo muy claro si el modelo open business necesita crowdsourcing. Puede ocurrir que ese término haya que circunscribirlo a la comunidad de referencia, que puede ser más o menos grande, según de qué productos o servicios estemos hablando.

Por otra parte, podemos considerar dos tipos de comunidades referentes para la empresa: la de lazos fuertes y la de lazos débiles. Ambos tipos son necesarios y ambos tipos deben ser analizados.

La comunidad de lazo fuerte es la que está referida a lo más íntimo de mi forma de ser: mi segmento de clientes, mis nichos de mercado, mi gente, mi pueblo, mi barrio, mi producto, mi servicio. Ahí está la comunidad a la que me entrego. Es la comunidad por la que soy capaz de ir «más allá», de llegar a un esfuerzo extra. Es la comunidad en la que me percibo como un auténtico hacker. Y rara vez veré ahí una comunidad numerosa. El tamaño es inversamente proporcional a la fuerza de mi conexión con la comunidad. Aunque esto asumo que es criticable; es mi punto de vista. Ya sé que lo de la web 2.0 modifica potencialmente la forma y cantidad de la participación (Dion Hinchcliffe, Architectures of Participation: The Next Big Thing). Pero sigo pensando que en lo pequeño, o al menos en «lo no muy grande», es más fácil el compromiso fuerte. Podéis consultar Determining sociability, social space, and social presence in (a)synchronous collaborative groups, de Kreijns, Kirschner, Jochems y Van Buuren.

Por otra parte, está la comunidad de lazo débil. Hoy en día claramente sobreconsiderada. Las tecnologías han potenciado el networking. Ya hay anglicismo, ya hay moda, ya hay curva ascedente tras el detonante: el ciclo hype en sus comienzos. Podemos establecer múltiples conexiones débiles. El número de Dunbar cae en descrédito y las herramientas modernas de comunicación nos permiten incrementar el número de las conexiones. No quiero renegar de esta nueva posibilidad. Pero también quiero contextualizarla. Sirve para lo que sirve. Sé que puede generar hackers, pero entiendo el modelo open business mejor en las distancias cortas. Luego, puede explotar y avanzar hacia comunidades más grandes, de acuerdo.

La empresa
open business tiene que ofrecer productos o servicios gratis a la comunidad: es su contribución al bien común. Debe analizar el uso de sus recursos y debe generar servicios para quien le proporciona personas. Pueden ser locales, infraestructura, horas de las personas, o cualquier otros recurso excedentario en ciertos momentos. Pero también debe buscar en su propia esencia y descubrir qué oferta de contenidos (información sobre todo) puede aportar a la comunidad para que su trabajo sea visible y genere confianza. Pongo algunos ejemplos sencillos y evidentes:

  • Por qué no abrir los contenidos de lo que la empresa ha trabajado en prevención para evitar accidentes en otros lugares que no sean «su fábrica».
  • Por qué no abrir los contenidos de su trabajo en materia medioambiental para que sean reutilizados por otras organizaciones o personas de su comunidad.
  • Por qué no abrir conocimiento básico de producto para que la comunidad conozca mejor lo que «esa empresa que está ahí al lado» desarrolla.
  • Por qué no abrir los conocimientos sobre productos en desarrollo a la comunidad educativa.


La empresa
open business necesita complicidad con su entorno inmediato. Tiene que compartir valores y luchar por causas justas, en tanto que forma parte de esa comunidad. Necesita fortalecer las conexiones neuronales pero también las emocionales con los otros agentes de su rediseñada cadena de valor.

En mi mundo cercano –cooperativas, aquí en Euskadi– existen los fondos de educación y promoción cooperativa (FEPC). Representan, de alguna forma, el compromiso de la cooperativa con su comunidad y es la forma en que se revierte parte del beneficio. Sin embargo, estos fondos se dibujan al final de la gestión y como distribución de un excedente. No van dentro del código genético. No son un valor a gestionar sino que son el resto que debe ser repartido. El hermano rico que sabe que tiene más y que tiene que repartir para dejar tranquila su conciencia. La práctica ya está ahí, sólo hay que reconducirla para situarla al principio de la gestión y no al final de la misma, fuera de lo que forma parte de mi negocio. También en las cooperativas necesitamos repensar nuestro compromiso con la comunidad.

Por último, un apunte -seguro que requerirá otro post- sobre las tecnologías de información y comunicación y los modelos open business. ¿Se puede construir open business sin un papel estelar de estas tecnologías? Sigo pensando que no, pero hay que matizar muchas cosas. Por eso seguiremos escribiendo, para pulir nuestro modelo. Hasta la próxima.

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1 comentario

Diego 02/12/2006 - 08:51

Comparto plenamente lo que has expuesto.

Desde pequeño uno puede aprender que toda aquella información que oculta es fruto de dos factores: vergüenza o mentira.

Si se consigue que las empresas abran su información, habremos avanzado muy lejos por el camino correcto. Y mostrar toda esa información a los «stakeholders» es una medida de control eficaz. Y si finalmente se impregna esta idea hasta incrustarla en el adn (de forma que sea un medio y no un fin) todos disfrutaremos de más oportunidades (en el sentido más amplio del término).

El uso de TIC lo veo indispensable. De ahí a embarcarnos en esta aventura. Proveer herramientas para que las comunidades no sólo compartan información, sino también todo tipo de recursos de la forma más eficiente posible, creo que será básico para la construcción de nuevas organizaciones.

Todo esto lo podría explicar mejor Ramón. Sólo tenéis que insistirle un poco 😉

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