La empresa histriónica

by Julen


De vez en cuando escucho la palabra transformación de la mano de la palabra empresa. Y no se trata de transformación en sentido físico, de proceso de productivo, no. Hablamos de la transformación de sí misma, de lo que contiene y de lo que le rodea. Hablamos de la necesaria labor de cambiar las condiciones en que desarrolla su labor. Hablamos de una naturaleza desestabilizadora. Ambicioso objetivo el de que la empresa transforme, ¿no es cierto?

El modelo imperante -es obvio- es del equilibrio. Dos columnas, activo y pasivo, que tienden a comulgar juntas. La empresa tiene que cumplir sus objetivos, perseguir lo que se ha propuesta bajo el sacrosanto enfoque PDCA (enlace a un texto de Eloy Soneyra, dentro de la web de Hobest Consultores).

Ahora bien, ¿asistimos al nacimiento de la empresa histriónica? El histrión, actor teatral en la antigua Grecia, exagera sus movimientos, se hace desmesura en escena. ¿Necesita la empresa actual introducir periódicamente elementos histriónicos en su gestión? El condicionamiento de la conducta humana puede producirse manejando refuerzos aplicados sistemáticamente pero en intervalos de tiempo variables. Condicionamiento instrumental, que llamamos en psicología. Vamos, la forma en que las máquinas tragaperras enganchan a sus súbditos: te voy a dar dinero de vez en cuando, te vas a dar cuenta de ello, pero no vas a saber cuándo lo vas a obtener ni en qué cantidad. Mientras tanto, te vas a pasar horas delante de mí para conseguir el premio. El premio de vez en cuanto se vuelve histriónico. Son descargas repentinas que impactan y modelan la conducta. Introducimos desmesura y los súbditos son abducidos.

La empresa, ¿puede operar con esos parámetros? Quítale maldad al planteamiento anterior. La empresa, ¿debe agitar sus aguas a intervalos irregulares para conseguir la necesaria tensión que desemboque en logros espectaculares? ¿Tanto daño provoca la entropía negativa? Grupos de mejora que se desploman con el paso del tiempo, proyectos de cambio que se quedan en el camino, reorganizaciones que mueren antes de nacer. ¿Es este el panorama habitual?

¿Cómo innovamos? Mejora continua frente al golpe radical. Queremos sirimiri porque parece que eso empapa mejor y asegura un calado más profundo. El chaparrón inunda, pero no mantiene, no consigue anclar conductas. La empresa se mueve en un terreno tradicional de mejora continua. Con el sudor de tu frente te ganarás el pan de cada día. Piensa, sé más productiva. Hila fino para conseguir incrementos milimétricos de productividad. Muchos milímetros hacen un metro. Persiste, sé disciplinado, mantén la tensión, persigue, no te desvíes, ten fe. Y también esperanza y caridad, claro está.

La desmesura, la radicalidad, lo histriónico parecía no ser de recibo en una empresa de bien. Pero, ¿en la actual?, ¿es pura necesidad para sobrevivir?, ¿es un antídoto frente a la inercia mortecina? Si la empresa quiere transformar(se) quizá tenga que bordear de vez en cuando el histrionismo. Ya puede, por tanto, rebuscar en su laberinto interior para encontrar con qué conseguirá esas convulsiones exageradas.

Por lo menos, no moriremos de aburrimiento.

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