Hablo con las vacas

by Julen


El otro día lo comentaba en casa: hablo con las vacas. Sí, hoy lo he comprobado otra vez. Esta mañana, después de madrugar -enfermedad grave con la que convivo- he cogido la bici y me he hecho una de mis clásicas desde Bilbao: Santa Águeda, Sasiburu hasta Saratxo y refugio del Eretza.

Es lo bueno que tiene Bilbao. Pisas boñigas frescas (de vaca del país) a escasos treinta minutos del centro si sales con la bici de monte. La mañana invitaba, un poquito fresca y soleada. Las lluvias de ayer han empapado un poco los montes y eso ha hecho que el barro me haya acompañado en bastantes tramos. El otoño está aquí.

Ya subiendo para Santa Águeda sabía que iba a hacerlo. Como no he compartido camino con ningún peregrino compostelano mientras subía desde el puente del diablo hasta la ermita, era evidente que las vacas tendrían hoy conversación. Tras el muro que sube a Santa Águeda (son 150 metros de desnivel en menos de un kilómetro) ha llegado la explosión de humedad, sol, moscones y vacas. Los moscones son más pelmas y su conversación irrita. Ni punto de comparación con la profunda mirada de las vacas.

Ha sido tras pasar Saratxo y coger la pista que conduce al refugio del Eretza, cuando he iniciado la conversación. Y es que las vacas están ahí. No se inquietan, están tranquilas, repitiendo bocado tras bocado el mismo gesto y con un cierto aire de indiferencia respecto al mundo que las rodea. Yo al pasar casi siempre saludo. ¿Qué tal? ¡Qué bien se te ve! Ahí, tan tranquila. Yo aquí, suave suave dando pedales. Buenoooo, hasta luego. Y así unas cuantas veces, con algunas variantes si hay terneras.

La mayor parte de las veces no contestan. Aunque alguna vez sí que giran la cabeza y te miran con aire de comprensión. A mí me parecen buena gente. No hacen ruido y comparten contigo el espacio allá en el monte. De los 46 kilómetros de esta mañana, unos 25 han sido por lugares donde he preferido las vacas a los humanos. Y es que una buena parte de estos últimos se dedican por aquí a la caza (pum pum pum de vez en cuando) y a hacer ruido con sus motos y quads. Y, claro, no hay color. Prefiero la conversación simple de las vacas.

En mi casa, de pequeño teníamos vacas. Y mi abuelo siempre les hablaba. Las reñía y las piropeaba, las limpiaba, las ordeñaba. Formaban parte de la familia. Tenían su nombre y pasaban por buenas y malas rachas. Así que a mí me parece lógico que yo siga hablando con las vacas. Es un sentimiento de otro tiempo que no quiero perder. Porque mi abuelo hace mucho que murió y no quiero perder su recuerdo.

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3 comentarios

Alorza 08/10/2006 - 20:52

Di que sí, Julen. Los mercados son conversaciones, las blogosferas son conversaciones… y la ganadería es conversación también.

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Julen 09/10/2006 - 04:46

Lo que a veces me pasa es que no sé si son exactamente «conversaciones». Yo, por si acaso, hablarles, les hablo. Otra cosa es la forma en que contestan. De momento, forman parte de la minoría silenciosa. Vamos, que están en la larga cola… al final y callandito.

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Telémaco 09/10/2006 - 08:20

Julen, el hobre que susurraba a las vacas.

Yo le hablo a las cosas más insospechadas, este verano por ejemplo que pasé unos días a la falda del Mont Blanc lo primero que hacía al levantarme por las mañanas era salir a saludar a la montaña «Buenos días Mont Blanc, que bonito estás hoy, gracias por ello».

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