Ya hemos dejado el camino de Santiago. Lo hemos seguido desde Ginebra, allá en Suiza, hasta Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina… La salida de Torres ha sido tumultuosa, con pequeño pelotón cicloperegrino incluido. A las siete hemos amanecido, sin prisa. Afeitado y desayuno con los padres de mi amigo. Intercambiamos las últimas conversaciones antes de coger camino para llegar hasta Santo Domingo y de allí hacer quince kilómetros hasta Haro, desde donde escribo esto.

El camino a la salida de Torres es duro, con repechos de los de empujar la bici a pie. A partir de Viana el asunto cambia. Logroño se cruza bien, pasamos el Ebro y cogemos al otro lado de la ciudad un carril bici de los típicamente hiperfrecuentados en domingo por la mañana… como era el caso. Baño verídico de multitudes: paseantes, patinantes, ciclistas, gente corriendo, peregrinos, todos juntos en armonía.

La salida de Logroño está bien organizada y es agradable, por un parque. Hay un repechito hermoso antes de llegar a Navarrete, donde hemos tenido avituallamiento líquido. Y claro, la gente pregunta: ¿de dónde vienes?, ¿a dónde vas? Y yo: pues que vengo de Ginebra, qué dices, pero cómo así, pues ya ve, señora. Desde Navarrete la salida es un poco fea, con tramo incluido junto a las obras de la carretera que va de Logroño a Nájera. El progreso, que hasta que llega, tiene sus periodos horribles. Decido pasar del camino y llegar a Nájera por carretera. En este pueblo: llamadita a casa, cortadito para disminuir la provisión de pastas con las que he salido del hogar de mis anfitriones de ayer, y ya solo queda el tramo hasta Santo Domingo.

Como es el último antes de dejar el camino, lo hacemos íntegro por donde indican las flechas amarillas. Son pistas parcelarias casi todo el tiempo, sin mayor problema que el calor, que decide hoy llegar de nuevo a los queridos 38 grados. Hay un repecho final para terminar con una bajada gloriosa. Por cierto, a Santo Domingo se entra por un pestilente camino que a alguien se le podía ocurrir eliminar del mapa para buscar alguna otra alternativa.

Llegamos hasta Santo Domingo, desde donde comenzamos el camino francés hace ahora seis años. Cómo pasa el tiempo. Hemos sellado por última vez la credencial y cogemos camino de Haro. Recuerdo cómo sufrí entonces en este tramo en sentido inverso. Qué calor, qué viento en contra, qué duro que fue. Bueno, en Haro me he permitido el lujo de hacer hotel fino, por ser último día. Y ya ves, el primer lugar público que encuentro con Firefox.

Por cierto, para no ser menos que otras veces, creo que la rodilla está avisando de nuevo. Se está portando, porque avisa con tiempo, según parece. De todas formas, me toca sesión extra de hielo y potingue de botica. Lo mismo daba positivo en el antidopaje.

Mañana será el último día de este viaje.

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