Conocimiento tácito: Arquímedes, el rompeolero

by Julen


Acabo de terminar la última novela de Mario Vargas LLosa, Travesuras de la niña mala, y allí he encontrado un personaje prototípico del conocimiento tácito, explicado por Michael Polanyi y popularizado por Nonaka&Takeuchi. El personaje en cuestión es Arquímedes el rompeolero. No le sitúo en la novela para no destripar nada de ella. Sí le sitúo en un prototipo de persona con conocimientos inexplicables…o casi.

Dentro y fuera de las empresas, parece que cuando alguien sabe «cosas raras», lo ubicamos en un complejo mundo de la oscura humanidad. Arquímedes sabe dónde debe ubicarse un rompeolas para que no sea zarandeado por las fuerzas de la naturaleza. Sabe más allá de los cálculos de la ingeniería aplicada. Arquímedes, más que saber, «siente» lo que el/la mar quiere explicar y pocos son capaces de comprender. Siente que sabe pero apenas si puede explicarlo. Este mismo caso lo he visto en varias ocasiones dentro de las empresas en las que me ha tocado habitar.

Quien posee un gran conocimiento tácito parece que bordea el oscuro mundo de la razón. Su saber, su sentir, habitan en terrenos difíciles de clasificar. Este paradigma de conocimiento, en este mundo hiperexplicitado, es un riesgo. Cuando en las empresas hablamos de trabajar conocimiento, casi de inmediato el plano de trabajo comienza a dibujar líneas para explicitar el tácito que pueda haber allá adentro, en aquellas mentes y en aquellos corazones. Lo tácito sólo vende para contarlo a modo de anécdotas en los seminarios. La empresa asocia tácito a riesgo y eso es intolerable. Las personas con elevado conocimiento tácito generan sentimientos ambivalentes: se les reconoce su sabiduaría, se les increpa su escasa capacidad comunicativa.

Arquímedes el rompeolero dice que «siente». Y algún chamán de los alrededores le dice incluso que «siente a Dios». Lo tácito todavía más relegado a lo espiritual, a lo no racional. Intuición, observación, capacidad de escucha, interiorización, química entre dos mundos, uno externo y otro interno. Y estos prototipos de personas con elevado conocimiento tácito son lanzados a lo «poco evolucionado». Arquímedes parece un personaje básico, de instintos pegados al terreno. Un carácter poco evolucionado, una razón que limita con la sinrazón, un hombre que quizá con ayuda de unas cuantas cervezas consigue soltar la lengua y explicar lo inexplicable.

En mi anterior vida profesional conocí, sobre todo, a un Arquímedes rompeolero. Semejaba la variante activa del sobre-tácito. Hablador, dicharachero, pero incapaz de ser comprendido por la mayoría de los mortales. Explicaciones para el cuello de su camisa. Frases sólo entendibles si entrabas en comunión con algún estado particular de su alma. Y pocas personas podían entrar en ese túnel que intercomunicaba el extremo tierra con el extremo conocimiento. Mi Arquímedes el rompeolero tuvo su conexión con la realidad, pero lo explicaremos otro día.

Frente a Arquímedes existe un batallón de ingeniería concepción del mundo. Líneas, fórmulas, algoritmos, ecuaciones, todo tiene un hilo que lo explica. De A a B y de ahí a C. No podemos llegar a D por un camino alternativo. La empresa ha decidido que los tácitos no pueden existir dentro de sus límites si no son explicitados. Conversaciones, story-telling en los objetivos, sacar, extraer, explicitar. Hay versión más dura, según perfil de ambición del top management.

Arquímedes el rompeolero es un personaje básico, poco evolucionado para nuestro avanzado mundo empresarial. Aunque este tipo de gente siempre fue la que llenó el mundo de saberes y sentires. Ahora tratamos de recuperar a estos personajes, pero es difícil. El test de destreza informacional dice que están bajo mínimos. No sabemos explicar lo que saben, quizá porque lo sienten. Y sentir lo que saben es algo que no muchas personas puedan aprender. Requiere humildad y tiempo. Pocas empresas reúnen las dos condiciones.

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1 comentario

Penélope Glamour 22/06/2006 - 17:36

Personaje muy interesante el que describes, desconocía el término, pero yo no los lanzaría a «lo poco evolucionado» y matizaría que suelen ser personas muy inteligentes, muy intuitivas y con poca formación.

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