Los amigos en la mesa (parte primera)

by Julen

Este es un post diferente porque, en realidad, está dirigido sólo a Aurkene, Gancedo y Urrutia. Léelo si quieres, pero respeta nuestra intimidad, por favor. Ayer tuve que hacer de tripas corazón y mantener dos reuniones que tuvieron en común mantel, plato y cubiertos. La disculpa es comer -estamos donde estamos- y el fondo es la conversación. Los mercados son conversaciones, pero nuestra vida de cotidiano también lo es. Y qué suerte que podemos. Como son dos historias diferentes, un post para cada una.

A mediodía comí en Lezika, junto a las cuevas de Santimamiñe, en Kortezubi, reserva de la biosfera de Urdaibai (quizá conocida por más de uno por la primera novela de la trilogía sobre liderazgo La sensación de fluidez de Juan Carlos Cubeiro). Al margen de la conversación, que siempre es lo que más cuenta, el lugar es delicioso. Bizkaia profunda, valle de Oma con su bosque pintado por Ibarrola, a un escaso kilómetro.

Suelo comer con mis compañeros más cercanos de trabajo de mi vida anterior un par de veces al año. Deben ser lazos fuertes, técnicamente hablando, de mi red social. Les dije que lo blogueaba y aquí está, foto incluida. Creo que son personas que viven al margen del mundo 2.0. Y no pasa nada, de verdad. Ni son verdes, ni tienen escamas, ni nada extraño. Las personas normales, la inmensa mayoría vive lejos de Web 2.0 city. Esto a quienes mantenemos blogs nos permite meternos un chute de oxígeno y aire limpio de la montaña.

La conversación giró, como no podía ser de otra manera, alrededor de la cooperativa. Con cambio de presidencia y renovación de otros cargos en su consejo rector (como el consejo de administración de una S.A., pero elegido entre los trabajadores/as) no puede escaparse a la conversación. Y hay preocupación por lo que nos está pasando en unas cuantas cooperativas industriales grandes (con más de 500 personas) y con una cierta trayectoria histórica (más de 25 años): choque cultural entre generaciones, presión desmedida por la eficiencia, internacionalización defensiva, tensión interna… Y todo ello con mecanismos tan vehementes como una elección directa de su presidente por parte de quienes son socios/as de la cooperativa. Una presidencia que recae en una persona, cualquiera, que trabaja como el resto y a la que los demás le han dicho: «arriba».

Pero también hubo el clásico repaso de nuestros pequeños logros de épocas anteriores: la aplicación de la metodología 5S a las salas de formación (cuanto más distancia cojo en el tiempo más lo aprecio), la Intranet 1.0 en la que volcamos cariño e ilusión, los planes de formación de acogida, los hobetaldes (grupos de mejora)… ¿Volveré algún día a ese tipo de vida laboral? Una gran empresa, proyectos complejos, cifras deslumbrantes, equipos para mover cualquier actividad que emprendamos… ¡Se me hace tan cuesta arriba! La vida profesional hay que acompasarla a la forma en que los negocios solicitan formas de vida humana contingentes. Las empresas grandes (algunas) han entrado en el edificio de la complejidad indescifrable y eso da pereza.

Por eso, ayer otra vez, me acordé de que alguien en la mesa estaría encantado de saber que existía un laboratorio de la simplicidad allá en Massachussetts, muy lejos de la reserva de la biosfera del Urdabai. Tan lejos y tan cerca en la forma de comprender la organización. Y es que lo grande mejor partirlo en pedazos pequeños. Mi sapito a la brasa a nadie se le ocurriría comerlo de un bocado.

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