Drucker 1973, Urioste 1973

by Julen


Esto es personal, trátalo con cariño, por favor. Gracias.

Ha llegado a mis manos un libro editado por APD: Reflexiones para un director (Peter Drucker). Al margen del lenguaje sexista del título -lo siento, hay que tenerlo en cuenta cuando está escrito en la portada- me va encantar leer reflexiones de este tipo que murió hace tan poco. ¿Alguien se acuerda de cómo era este mundo allá por 1973?

Yo con 9 añitos comenzaba 3º de E.G.B. y era el último año que estudiaría en las escuelas de mi barrio, Urioste. Hablamos de un pequeño barrio a las afueras de Ortuella, en la zona minera de Bizkaia, aquí al sur de Islandia. Quizá a algun@s de vosotr@s os suene Ortuella por una tragedia que ocurrió en 1980. Hubo una explosión de gas en otras escuelas del pueblo y murieron 49 niños y 3 adultos. Así son las cosas.

En 1973 me daba clase la señorita Pili. Sólo recuerdo una figura extraña, de pelo rubio, pero sin imágenes definidas. Mi memoria fotográfica me lleva más a los cuadernos en los que escribíamos la fecha arriba a la derecha para comenzar a hacer cualquier cosa que nos mandaran. Ese año había piojos en el barrio y aquello fue mi tumba. Mi madre se mosqueó con el tema y al año siguiente ya no seguiría en aquellas escuelas, decisiones de la época, supongo. Las escuelas eran «las del doctor Fleming», culpable de que cayera alguna que otra redacción, incluso para un canajo como yo de 9 añitos. Y sin Google ni Wikipedia, que quede claro.

El mundo en 1973 para mí era el «pelotón», las campas para jugar a fútbol con los del barrio, mi abuelo y sus vacas, el consultorio de Elena Francis que oía mi madre cuando yo volvía a casa por las tardes, los coches que salían a las cinco de la tarde de la General Eléctrica (una gran empresa de la zona en aquel entonces). Eso era mi mundo. No existía el concepto «ordenador» y toda mi educación hasta aquel momento estaba limitada a la vivencia diaria alrededor del barrio. Las rodilleras cuando jugaba de portero, mi camiseta con el «7» de Dani (jugador del Athletic de Bilbao en su época), el intercambio de cromos de fútbol donde tener el de Iribar era nuestro máximo sueño y cosas por el estilo.

Aquel mundo se me antoja en parte irreal. Ahora todos los domingos cuando vuelvo allí, el barrio es algo completamente diferente. Las cuadras donde teníamos las vacas ahora son un txoko reluciente donde rendimos pleitesía al arte culinario, con mi madre a la cabeza. Cuando paseo por el barrio, todo me parece más pequeño. Veo los dos edificios de las escuelas -hoy cumplen otra función- y no me reconozco del todo. Eso sí, en sus soportales dejé medio diente jugando a hacer el burro con los amigos, que era lo que procedía.

Y ahora tengo delante de mí un libro que me conducirá, sin que Peter Drucker pudiera nunca imaginarlo, a aquella clase del segundo piso, con la señorita Pili. En otro lugar, allá en Madrid o en Barcelona, mientras yo jugaba al pelotón o trataba de no torcerme en la caligrafía escribiendo primero arriba a la derecha «6-10-1973», ya había quien le daba vueltas a cómo gestionar organizaciones. En aquel momento algo absolutamente irrelevante para mí.

Cómo pasa el tiempo.

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7 comentarios

Joaquin 08/05/2006 - 07:00

Cuantas relaciones se forjaron en el contacto diario de aquellos interminables partidos de fútbol en la calle, sí porque entonces había calle para jugar.No era ni mejor ni peor, simplemente eran otros tiempos

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Tochismochis 08/05/2006 - 10:03

Me ha encantado el tono nostálgico… Aún puedo verte con las rodillas manchadas de barro, un roto en la camiseta y los codos llenos de raspones de jugar al fútbol.
¡Estás hecho un poeta! Gracias por compartirlo.

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Fer 08/05/2006 - 12:52

Y partiendo de ese mundo, porque aquello era otro mundo, ¿cómo hemos llegado a este?
¿Cómo explicar esas vivencias a alguien de la siguiente generación? O, dicho de otro modo, ¿cómo contarle a tu hijo que eso no ocurrió en Plutón ni en Andrómeda, sino aquí mismo, hace un puñado de años?
A nosotros las batallitas de nuestros padres nos parecían curiosas o hasta hilarantes; pero las nuestras a nuestros hijos les parecerán de historia-ficción.
Saludos.

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Lula Towanda 08/05/2006 - 13:04

Me encanta que salga la parte humana en los blogs, a veces tanta especialización hace que parezca que no la tengamos más que trabajo. Esta semana he escrito en la web algo sobre mi infancia que me marcó bastante y lo publicaré en el blog a media semana. Yo también deje medio diente en el patio del colegio.
Me ha encantado el paralelismo de tu infancia y la fecha del libro que te vas a leer, mundos paralelos que en un momento convergen con algunos años de diferencia.
Tengo pendiente de leer “Drucker esencial: los desafíos de un mundo sin fronteras”, lo dejaré para el verano.

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Mercurio 08/05/2006 - 22:14

En el 73 estaba yo abandonando la calida barriga de mi madre para ir al mundo que tu comentas.
Aun con la diferencia de edad yo tambien recuerdo ese mundo que hoy en dia queda tan lejano.
Creo que los cambios van en progresion exponencial y pese a lo que creemos nos adaptamos tan bien, que solo en casos como este, al volver la vista atras vemos todo lo que ha cambiado nuestro entorno
Es bonito de vez en cuando, parase a pensar como eramos y como viviamos

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Virginia 11/12/2006 - 23:32

Que cosas, Fernando me ha mandado aquí a través de un post suyo y así acabo leyendo algo que me ha encantado.

Recordar la niñez es algo que no hago muy a menudo, yo no vuelvo a Barcelona más que muy de vez en cuando y todo me parece pequeño como a ti.

Sigo sin entender como era posible en la calle San Salvador aparcar, pero lo hacíamos. Lo recuerdo muy bien porque estaba prohibido quince días en una acera y quince en la otra. Y recuerdo las conversaciones de mis padres de que no había que olvidar cambiar el coche de acera.

No cabe un coche, juraría que ni 600, pero ya ves, igual se ha hecho más estrecha la calle con el tiempo.

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WODEHOUSE 27/03/2007 - 10:58

A través de una entrada de Fernando,he llegado aquí y me ha encantado.Yo también tenía 9 años,nació mi hermano Ignacio del cual fui madrina y cuidaba pues mi madre trabajaba en su farmacia.Aunque no fui a las escuelas del dr.Fleming,sí viviá en la calle Dr:Fleming…en madrid.
Cuando a mis niños les cuento lo que merendábamos,lo que hacíamos,a lo que jugábamos y las cosas que había y no había,a veces tienen envidia,otras no secreen que no hubiera ordenadores ni móviles,otras se mueren de risa,pero nos miran como bichos raros.Un saludo.Yo sí recuerdo aquello de ortuella.

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