¿Me da la autorización?

by Julen

Hoy he estado en una reunión impresionante. Ha sido en Consonni. Lo digo porque llevo ahí tiempo tratando de aportar algún que otro granito de arena como consultor y es de esa gente con la que uno aprende cada día. Aunque ahora creo que he traspasado esa barrera de consultor (pero eso será tema para otro post). Es una empresa compleja, que todavía está en situación de tener que buscar su futuro. Es una empresa en la que estamos poniendo el corazón y las tripas. Y también, en la medida en que cada un@ de nosotr@s somos diferentes, estamos poniendo nuestras diferentes inteligencias. En fin, os cuento la historia de hoy.

Perdón. Perdón por arrebatar autoridad a quien siempre debió tenerla. Hoy he escuchado una frase para enmarcarla: «Yo ya sé hacerlo, lo único que te digo es: ¿desde cuándo me vas a dar la autorización para hacerlo?». Hablamos de la calidad. La persona trabaja en la línea y nosotros hemos sido capaces de atentar a la lógica. Hay otra persona, no ella, que valora la calidad final. Ella ya lo sabe, sabe cómo evaluarla, pero nosotros se lo hemos arrebatado. Hemos saqueado su sentido común y su inteligencia, pero también hemos saqueado su corazón. Por eso, lo siento, de verdad, te debemos unas disculpas. Unas disculpas serias, de verdad. Procuraremos no volver a hacerlo. Y gracias por seguir aquí, por tu paciencia y tu confianza.

Alivio. Veo cómo algo a veces tan complicado como es construir realmente una matriz de polivalencia, de repente se vuelve lo más fácil del mundo. Estamos allí reunidos el director industrial, el director de sistemas, yo y tres personas del taller. Tres y tres. Y allí están encima de las mesas las matrices de polivalencia, rellenadas, con sus colores rojo, naranja y verde, con sus niveles I-L-U, con sus necesidades de formación analizadas y con gente pidiéndonos que les demos autorización. Que soltemos los grilletes de que de forma infame les hemos colocado. Perdón.

Son nuestra avanzadilla. Es el grupo de mejora de autogestión. Y están ahí delante de mí. En un instante me pasan por delante no sé cuántos años de perseguir estas matrices. Siempre las he considerado como la gestión más básica del conocimiento que posee nuestra gente. Allí se dice quién sabe qué y qué debería aprender. Fui un monstruo. Yo dije que había que evaluar, yo dije que había que analizar polivalencias, yo dije que era la herramienta del conocimiento. Pero me equivoqué, me equivoqué en lo esencial. Y Carmen, en la reunión, me lo ha hecho ver. Yo lo había estado haciendo desde fuera. El mando. El mando una y otra vez. El mando evalúa. El mando castiga. El mando gestiona personas. El mando recompensa. El mando es dios. Pero no es así. El mando no me hace falta. Por querer, no quiero ni líderes. Quiero personas que no tengan que pedir autorización, eso es todo. Quiero personas a las que no les haga faltan pedir autorización, porque la tienen desde el primer día.

Ahora, por fin, he caído en la cuenta. Estas matrices sólo funcionan si hacemos lo que desde el principio debimos hacer. Que cada persona diga lo que sabe. Vamos a hacer prevalecer el criterio de cada persona. Lo que está escrito en la puñetera matriz de polivalencia es lo que mi gente me dice que sabe. ¿Quién soy yo para contradecir? ¿Quién es el mando para decir que alguien de su equipo no sabe tal o cual cosa? No, si hay dudas, prevalece la opinión de cada persona, de cada miembro del equipo. Ell@s tienen el poder. Y delegan parte de las gestiones del equipo en su piloto. Pero cada cual es responsable de decir lo que sabe y lo que no sabe.

Estoy entendiendo. Por fin, torpe de mí, es algo simple. Si te juzgo, rompo nuestra relación. No tengo ningún derecho a hacerlo.

Es la primera vez que, de verdad, he visto que esta herramienta es simple, es fácil. En bastante menos tiempo del que habríamos tardado en hacer no sé qué tipo de evaluaciones, esta gente se ha organizado para elaborar sus matrices de polivalencia. Son suyas. Y reconozco que tengo cierto pudor al mirarlas. Ell@s están allí, con sus nombres escritos en el papel, en la primera columna de la izquierda. Y nosotros, hasta ahora, habíamos sido tan ciegos como para no ver que el secreto estaba en que estuvieran autorizados para hacerlo. Autorizados, ahí es nada. Qué monstruos hemos creado.

Y ahora estoy pensando qué sentido tiene perseguir desde fuera cómo evolucionan esas matrices. No creo que tengamos demasiado derecho a hacerlo. Sólo si nos lo piden y podemos ayudar. Pero nunca más evaluar. No desde una posición de poder formal. Y encima, nos piden otra vez permiso. Quizá debamos pedírselo nosotros a ell@s.

Porque es ridículo que nos están pidiendo permiso para dar el visto bueno a las piezas y hacer las pruebas de calidad que ya saben hacer. Cómo hemos podido ser tan necios. Perdón, perdón otra vez.

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3 comentarios

Telémaco 18/02/2006 - 13:13

La actitud que muestras en este artículo te honra.

Pero en situaciones como la que describes yo también me he encontrado alguna vez, sólo que en el otro lado de la barrera. Yo he sido de los que he pedido autorización a un consultor externo para hacer lo que yo sabía hacer mejor que él (al menos eso pensaba yo).

Pero ya sabes que en las empresas no es indiferente el status de quién diga algo, y los consultores externos, dada su calidad de «externos» tienen un status sólo un punto inferior a la persona que les ha contratado, que muchas veces es el CEO.

Si no estás en lo alto de la jerarquía y quieres conseguir cambiar algo, la única manera es conseguir que alguién con más status ordene que se haga. Creo que no he tenido más remedio que usar esta técnica 9 de cada 10 veces.

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Alorza 18/02/2006 - 16:01

Julen, veo que estás convirtiéndote en el paladín de la anticonsultoría. No tengo ninguna duda de que el camino que estás siguiendo es el más interesante, el más sostenible, el más razonable, el más justo. ¡Ánimo!

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Nice 20/02/2006 - 17:05

La lectura me ha emocionado, de verdad. Has sido capaz de transmitir la arrogancia y la humildad; el entusiasmo y la incoherencia entre lo perseguido y lo realizado. Esta reflexión vale oro, y no solo para tí.
Si algo nos emociona es porque algo resuena en nuestro interior; es algo propio. Por ello yo también tengo que pedir perdón a mucha gente. Perdón.
Gracias.

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